Literatura
La última pista sobre Lorca: la fuente de Alfacar
Nuevos datos científicos corroboran la posibilidad de que fueran enterrados en 1986 unos restos humanos en el interior de la estructura que preside el parque en el municipio granadino en el que fue asesinado el autor de «Poeta en Nueva York».
Nuevos datos científicos corroboran la posibilidad de que fueran enterrados en 1986 unos restos humanos en el interior de la estructura que preside el parque en el municipio granadino en el que fue asesinado el autor de «Poeta en Nueva York».
Por ahí van, entre Víznar y Alfacar, muchos expertos, pero no sé de dónde sacan los datos y pedir que les dejen abrir para buscar a Federico. Siguen con el tema, aunque si yo fuera ellos indagaría por donde usted dice, por la fuente». Esas palabras fueron dichas al autor de este reportaje, en febrero de 2016, por Antonio Ernesto Molina Linares, vicepresidente de la Diputación de Granada desde 1986. Fue en el transcurso de una larga conversación en la que se negó a hablar de la tumba del autor del «Romancero gitano», salvo al final para hacer esa afirmación. El lugar por el que le preguntaba era la fuente que preside el Parque Federico García Lorca, en Alfacar, el lugar en el que está claro que fue asesinado el poeta granadino en agosto de 1936. Molina había explicado en octubre de 2008 al diario «Ideal» que durante las obras del parque, en 1986, se habían encontrado restos humanos. La afirmación era corroborada en el citado reportaje por José Antonio Rodríguez Salas, hoy alcalde la localidad de Jun y en 1986 guarda del parque. Unos años más tarde, en 2016, Rodríguez Salas me ampliaba la información y decía en una entrevista que «sí se encontraron varios restos humanos. Había cuatro cráneos y lo que quedaba de una muleta de madera. Desde el primer momento se tuvo el convencimiento de que era la tumba de Federico».
En invierno de 2015 aparecía un nuevo testimonio. Manuel Valdivia Gómez, ex alcalde de Cogollos Vega, admitía al profesor y arqueólogo Federico Molina Fajardo que en 1986, durante las obras del parque, no solamente aparecieron restos humanos cerca del olivo donde fueron asesinados Lorca, Dióscoro Galindo González, Francisco Galadí y Joaquín Arcollas. También se encontró lo poco que quedaba de una muleta de madera, es decir, se podría deducir que es la que habría usado el maestro de escuela Dióscoro Galindo. Todo el material fue metido en un saco y trasladado a un lugar que Valdivia Gómez no quiso revelar.
Quien sí dio más datos del paradero de las víctimas fue Rodríguez Salas quien, según comentó a quien esto escribe en el verano de 2016, «se decidió no decir nada, guardar pacto de silencio porque se quería acabar las obras pronto. Se optó por callar para poder inaugurar a tiempo. Por eso se metieron los huesos en un saco de abono y se enterraron dentro del parque, en un lugar indicado». El lugar indicado, según este testigo, es el interior de la fuente que hay en el parque de Alfacar. Para hacer más fácil la hipotética posible localización futura de estos restos se dejó una marca que me fue señalada en su momento por Rodríguez Salas. Igualmente sabemos que alguien vinculado con la obra de 1986 confirmó a un medio de comunicación andaluz en 2009 estos hechos y que, en efecto, los restos fueron inhumados ilegalmente en el interior de la fuente dejando un distintivo.
¿La ciencia puede dar respuesta a todo esto? Sí, desde luego que puede darla, y, de hecho, nos la ha dado. Eso es lo que indica el georradar de Luis Avial, uno de los principales responsables en España de la localización de fosas de la Guerra Civil y, más recientemente, de los restos de Miguel de Cervantes en el convento de las Trinitarias Descalzas de Madrid, además de colaborar con la Policía y otros cuerpos de seguridad del Estado. Avial, responsable de la empresa internacional Falcon High Tech, estuvo en la fuente y pudo determinar que en la zona donde se dejó el distintivo hay, en efecto, algo. Se da una señal que no parece corresponder con ninguna tubería ni ningún elemento vinculado con el funcionamiento de la fuente. Es, en palabras de este especialista, el indicativo de un saco con material osteológico. El georradar nos da más información y afirma que se encuentra enterrado a unos escasos 20 centímentros de la superficie de cemento. Incluso podemos saber que el saco podría tener unos 150 centímetros de largo.
Reconstrucción en Toledo
Esto puede parecer pura especulación, una hipótesis más dentro de un terreno fértil para todo tipo de teorías como es el destino final de Lorca y sus compañeros. Sean ellos o no, lo que parece claro es que en este punto de la fuente, según el georradar, hay algo. Para salir de dudas, Avial ha reconstruido lo que podría ser el interior de la fuente en un terreno de Toledo con un saco de proporciones parecidas al que podría albergar los huesos encontrados en 1986. Hemos incorporado al saco material osteológico resultando que el georradar da la misma señal, como si se tratara de una fotocopia de la fuente de Alfacar.
En 2009 la Junta de Andalucía aprobó la apertura de la fosa de Alfacar a petición de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica de Granada, se apoyó en un informe del historiador Rafael Gil Bracero en el que se realiza un estudio de lo sucedido en esta zona, donde hoy se encuentra el parque. El documento, sorprendentemente nunca hecho público –pese a que así lo prometió Begoña Álvarez, quien entonces era la consejera de Justicia– y del que hemos podido consultar una copia, revela que no fueron tomadas en consideración las declaraciones de Molina Linares y Rodríguez Salas al «Ideal» un año antes. La exhumación llevada a cabo en 2009 acabó sin encontrar nada, ni una sola pista.
Exhumación muy dudosa
Cuando en 2012 publicamos los datos relacionados con la locación de restos humanos junto al olivo y su inhumación en el interior de la fuente, el investigador Miguel Caballero llevó el tema a la Fiscalía de Granada. Caballero, pese a restar credibilidad a las declaraciones de los testigos, pidió a la fiscal jefe de Granada, Ana Tárrago, que «se investiguen y aclaren estos hechos», y que «bien pudieran ser irregulares», puesto que ni la exhumación ni la posterior inhumación se habrían comunicado a la autoridad judicial como es preceptivo. Unos días más tarde, la Fiscalía daba carpetazo al tema al considerar que, aunque los hechos fueran ciertos, habrían prescrito dado el tiempo transcurrido, y «aunque los hechos fueran ciertos». Mientras investigábamos sobre este tema, pudimos hablar con Quico Chirino, autor junto con Rafa López del citado reportaje en «Ideal». El periodista nos confirmó que habían podido localizar a algunos de los responsables de la construcción del parque y que estos, todavía con miedo por si habían cometido un delito en 1986, se limitaron a apuntar que no había ninguna falsedad en las declaraciones de Molina y Rodríguez.
Hay un epílogo curioso a toda la historia, una constatación de que probablemente en el parque y sus alrededores esté la respuesta a uno de los grandes enigmas de la Guerra Civil. Junto al Parque Federico García Lorca hoy se erige una fea urbanización llamada El Caracolar. Fue allí donde en marzo de 2014 un jardinero encontró un cráneo y restos óseos tras retirar un árbol de la zona que había sido derribado por el temporal de unos días antes. Cuando llamamos a la Guardia Civil de la zona para preguntar por los restos, un portavoz nos remitió a la Fiscalía añadiendo que «¿no creerá usted que es García Lorca?»
Los fallidos y costosos intentos por localizar la tumba del poeta granadino
En 2009 se invirtieron 70.000 euros en la búsqueda de la fosa en la que estarían enterrados Lorca (a la izquierda, en la imagen), Galindo González, Galadí y Arcollas. La investigación previa y que partía de un informe de Gil Bracero, nunca ha visto la luz. Tomaba como una de sus principales vías de trabajo las declaraciones de Manuel Castilla Blanco, quien había sido uno de los enterradores de Lorca en Alfacar (arriba), según declaraciones realizadas a los investigadores Agustín Penón e Ian Gibson. Castilla Blanco hablaba de una zona junto a un olivo. Posteriormente han exisitido otros intentos, uno de ellos promovido por el investigador Miguel Caballero que tuvo lugar en el que había sido un campo de instrucción. Aparecieron unos casquillos de balas y lo que Caballero sostuvo que era la fosa vacía del autor de «La casa de Bernarda Alba».
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