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Las cartas secretas de Sánchez Albornoz al monje del Valle de los Caídos

La correspondencia entre el abad Justo Pérez Santiago y el historiador demuestra que se respetaban a pesar de sus ideologías contrarias
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En plena «resurrección» de Franco, tras la enconada decisión del Gobierno socialista de Pedro Sánchez de exhumar a toda costa sus restos mortales del Valle de los Caídos, no deja de ser una paradoja histórica el siguiente relato que vamos a desbrozar.
En plena «resurrección» de Franco, tras la enconada decisión del Gobierno socialista de Pedro Sánchez de exhumar a toda costa sus restos mortales del Valle de los Caídos, no deja de ser una paradoja histórica el siguiente relato que vamos a desbrozar. Presentemos, antes de nada, a uno de sus protagonistas: el monje benedictino Justo Pérez Santiago (de Urbel por el lugar de origen: Pedrosa de Río Urbel, en la provincia de Burgos, donde había nacido el 8 de agosto de 1895), cuyo papel resultaría decisivo en la formación religiosa de la Sección Femenina de Falange Española. Que la caridad cristiana de fray Justo jamás reparó en ideologías ni partidismos constituye una prueba fehaciente la colaboración del monje en el homenaje dispensado al célebre historiador Claudio Sánchez Albornoz por sus discípulos argentinos. He aquí, así, al segundo protagonista de esta reveladora historia. Al ver entre los participantes en el acto al ya entonces Abad del Valle de los Caídos, Sánchez Albornoz le envió agradecido una carta el 25 de enero de 1965, desde París. Redactada en papel timbrado con el escudo de la Segunda República y el título de presidente del Consejo de Ministros en el exilio, dice así: «Mi querido amigo: el 29 del pasado me entregaron en Buenos Aires el homenaje que han preparado mis discípulos argentinos. Gran honor para mí recibir un tan importante volumen con juicios de grandes historiadores. Me emocionaron y me han abrumado la cantidad y el número de los participantes. Figura usted entre ellos. Deseo agradecerle sus palabras amistosas y sus elogios. Hemos discutido mucho, pero estimamos recíprocamente nuestra labor histórica. Si yo no apreciara la suya no discutiría algunas de sus conclusiones. Y usted ha hecho pública la suya –su opinión– sobre mis cosas. Dios se lo pague. Que los españoles se reconcilien es mi mayor anhelo: que se reconcilien en un clima de respeto recíproco y de libertad humana. Ojalá que presenciemos esa hora. Nuestro caso puede servir de ejemplo. La diversidad de pareceres no debe dar motivo a la batalla y al odio. Crea, Fray Justo, en mi estimación personal y en la verdadera y vieja amistad, Claudio Sánchez Albornoz».
Devolver el gesto
Diez años después, fray Justo se convirtió en homenajeado, e igual que hiciera él con Sánchez Albornoz, hizo ahora éste. El político e historiador republicano le escribió desde Buenos Aires esta otra cariñosa carta de respuesta, el 10 de noviembre de 1975: «Querido amigo: me ha llegado su carta, sin fecha, convaleciendo de una grave enfermedad. Afortunadamente y desgraciadamente Dios no me ha llamado todavía a juicio. Soy de la quinta de Franco y aunque no tengo su resistencia voy defendiéndome. No tiene nada que agradecerme. He colaborado con mucho gusto en su homenaje. Es usted un formidable investigador y merece ese reconocimiento de su trabajo. Me he honrado yo al enviar unas pobres cuartillas. Estoy viejo y cansado. No abandono empero mi trabajo por completo, pero me van faltando las fuerzas. Siempre es divertido atacar a los maestros. Algunos serretazos he dado y he de dar a los muchachos que me critican. Un fuerte abrazo de su amigo, Claudio Sánchez Albornoz». A juzgar por esta correspondencia, unida a otras cartas entre fray Justo y el célebre poeta Rafael Alberti que ya desvelamos en otro artículo en LA RAZÓN, la noble izquierda política no dio siempre la espalda al catolicismo. Pilar Primo de Rivera, hermana de José Antonio, conservaba en su archivo una carta de Victoria Kent, diputada por Jaén en las listas de Izquierda Republicana en las elecciones de febrero de 1936, que dieron el triunfo al Frente Popular. Kent había sido directora general de Prisiones hasta 1934, y era abogada, como José Antonio. El motivo de su carta, fechada en Nueva York el 12 de febrero de 1979, era agradecer a Pilar sus palabras de felicitación por unas declaraciones sobre su hermano emitidas en Televisión Española, el 28 de enero de aquel año, en el programa «A fondo», dirigido por Joaquín Soler Serrano. Pilar le había escrito previamente: «Muchas gracias por su equitativo y sereno juicio sobre la personalidad de José Antonio, mi hermano; no todos tienen ahora la honradez de reconocer sus cualidades como Vd. lo ha hecho». Victoria Kent había declarado sin complejos, ante las cámaras: «En dos ocasiones he tenido frente a mí a José Antonio Primo de Rivera de contrincante. Un perfecto caballero, un perfecto hombre, con toda la cortesía. Y debo decirlo porque eso es lo justo».

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