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Literatura

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Libros de la semana: del ruido de las cicatrices de Iria Fariñas al monumental retrato de la figura paterna de Amélie Nothomb

Las novedades editoriales también incluyen “Limpia”, de Alicia Trabucco Zerán o el último y esperado trabajo de Fernando Aramburu, "Hijos de la fábula"

Amélie Nothomb firma con "Primera sangre" una de sus obras más rotundas
Amélie Nothomb firma con "Primera sangre" una de sus obras más rotundas Anagrama

"El visionario"

★★★★★: En las redes de la cancelación

Abel Quentin traba una gran novela sobre las contradicciones de la cultura woke a través de un militante de los años sesenta

Por DIEGO GÁNDARA

Suele decirse que lo difícil no es escribir el primer libro. Lo difícil siempre es escribir el segundo. Pero a Abel Quentin, joven escritor y abogado penalista nacido en Lyon, Francia, en 1985, debido a los premios que lo acompañan, no le resultó complicado escribir ninguno de los dos. Su primera novela, «Soeur», fue candidata al Goncourt y finalista del Goncourt des Lycéens. La segunda, «El visionario», no solo recibió el Prix de Flore y el Maison Rouge, sino que además fue seleccionada para los premios Goncourt, Femina y Renaudot. Un gran respaldo para la obra de un escritor al que, todo parece indicarlo, habrá que seguirle el rastro a partir de este momento. «El visionario», recién publicado en España por la editorial Libros del Asteroide, muestra la vida más o menos apacible y más o menos ociosa de Jean Roscoff, un viejo profesor de historia que después de treinta y cinco años impartiendo clases en la universidad y después de su divorcio con su esposa no sabe en qué ocupar el tiempo de ocio del que disfruta a partir de ese momento.

La nostalgia de una época, en la que él mismo creyó que era posible vencer al racismo al frente de una plataforma como SOS Racisme, lo devuelve al activismo, de algún modo, escribiendo una biografía reivindicativa: la de un desconocido poeta negro estadounidense que llegó a Francia en la década de 1950. La biografía, cuando es publicada, es leída sin pena ni gloria, hasta que un bloguero hace una lectura despiadada en la que le reclama haber evitado remarcar la identidad negra del poeta, con lo cual, además, lo está acusando de racista.

Una acusación absurda

El efecto dominó no se hace esperar y Jean, que tanto luchó contra el racismo, se ve envuelto de pleno en una acusación que resulta absurda desde el principio, injusta, pero, sobre todo, feroz, de la que le resultará muy difícil escapar indemne. Abel Quentin, sin embargo, lejos de hacer una crítica ácida o despiada o, mucho peor, de mostrar una imagen idealizada de una época concluida, ofrece un retrato portentoso y ácido del choque generacional que existe entre un hombre como Jean Roscoff que, al final de su vida, en una cultura de la cancelación, no es más que un antihéroe. Alguien que debe enfrentarse a un tiempo del que, es cierto, entiende realmente poco, especialmente en la manera de comprender de qué se habla hoy en día cuando se está hablando de humanismo y de humanidad.

«El visionario», en ese sentido, es una novela que esconde, detrás del claro tono humorístico y satírico que impregna la narración desde el principio, un análisis preciso no únicamente sobre nuestro tiempo, sino de un tiempo que, en su vertiginoso cambio, lleva a los conflictos, a los inevitables conflictos que se transmiten de una generación a otra.

▲Lo mejor

Una trama perfectamente ensamblada y un humor que ofrece una crítica certera

▼Lo peor

La novela no tiene desperdicio, posee todos los ingredientes para que resulte muy amena

"El visionario", de Abel Quentin
"El visionario", de Abel QuentinLibros del Asteroide

"Ruido de cicatriz"

★★★★: Anorexia, suicidios, abusos... cuentos que duelen como heridas

Iria Fariñas compone un volumen de relatos contundentes que muestran las heridas que dejan la anorexia, la violencia y los abusos

Por Ángeles López

En estas páginas encontramos sillas que sirven para mirar a una pared, mujeres que se bañan en cartas o espaldas que son la puerta a un cementerio de elefantes. Cuentos que tienen la virtud de lo preciso narrado a través de instantáneas que consiguen retorcerse por sumideros desconocidos hasta desprender el aroma de lo inquietante que nos llevará a lo oscuro por lo más oscuro y a lo desconocido desde lo desconocido. Un ramillete de relatos cuyo cordón umbilical es la maternidad, la sexualidad, la agresividad... y están habitados por personajes siempre a un cuarto de hora de la violencia. Hallaremos anorexia, abusos, suicidio, pérdida, muerte, huesos rotos, brazos que no aparecen, casas que no se desean. Fariñas emplea el arte de la reparación de las heridas exponiendo las fracturas en lugar de ocultarlas.

El dolor se ha explicado de muchas maneras, pero esta autora lo ha acumulado en una suerte de capitalismo onírico contra el que es imposible luchar. La rendición ante unas fábulas sobre la existencia humana, la desolación sin paliativos; una poética sobre la vida elevada contra el ineludible horizonte de la muerte, el único tema de cada una de estas «cicatrices». Fábulas afinadas con el diapasón de la herida cuya consecuencia ineludible es la cicatriz, el costurón, la señal, el chirlo...

Podría decirse, sin embargo, que no son narraciones sino poemas mistéricos apoyados en una sintaxis deliberadamente quebrada para explicar (se) todos los agujeros negros de la existencia: dismorfismo, suicidio, infancia, ausencias... Así, el lector se adentra en la sucesión de poemas en prosa pasando las páginas. No se puede avanzar con prisa, hay que regresar al último párrafo leído, porque, tal vez, una frase nos ha espoleado o porque un deslumbramiento cegó el camino. Cada página contiene la posibilidad de un alojamiento. Una invitación al desasosiego de la belleza. Un libro cargado de licencias poéticas y obligatorio en medio de tanto relato banal.

▲ Lo mejor

Que nos habla de todo aquello que se ha transformado en nuestros fantasmas cotidianos

▼ Lo peor

O no: el desasosiego que produce enfrentarnos con nuestras heridas interiores

"Ruido de cicatrices"
"Ruido de cicatrices"Archivo

"Limpia"

★★★★: El difícil equilibrio entre afectividad y servidumbre

Alicia Trabucco retrata una ácida crítica social sobre la violencia, el despotismo y la condición humana a través de la vida de una asistenta

Por Jesús Ferrer

En 2018 la película de Cuarón «Roma» mostraba las vicisitudes de una sirvienta de una acomodada familia mexicana. Sus dichas y penalidades servían para trazar una crítica social y un desolado panorama de las relaciones humanas. En parecida línea argumental Alicia Trabucco publica «Limpia», protagonizada por Estela, que trabaja como asistenta y niñera en casa de un adinerado matrimonio. Narrada en primera persona con forma de atestado judicial, la historia avanza hacia el trágico desenlace que se atisba desde su inicio.

Esa familia, integrada por una niña malcriada y sus engreídos padres, a quienes se sumarán Yani, una cariñosa y maltratada perra, así como la criada, acabará conformando un grupo fatal donde se manifiestan desigualdades sociales, desnortados comportamientos, frustraciones sentimentales y el imprevisto azar. Estela irá aprendiendo a golpe de decepciones el equilibrio entre afectividad y servidumbre: «No hay que querer a los que mandan. Ellos solo se quieren entre sí». La novela apunta hacia la violencia familiar, el despotismo del patriarcado, el menosprecio de la condición femenina, la penosa situación laboral del empleo doméstico y el egoísmo innato a la naturaleza humana. Lo mejor, la creciente tensión que va adquiriendo la historia, recreando una atmósfera angustiosa en un ámbito de cotidiana familiaridad y emotivo desarrollo. Crítica social y suspense eficazmente combinados.

Lo mejor

La inquietante atmósfera que se va creando en un enrarecido ambiente familiar

▼ Lo peor

Nada realmente destacable sobre una bien conformada novela como esta

"Limpia"
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"Hijos de la fábula"

★★★★: Aramburu, una ácida crítica a ETA desde la sátira

El novelista recurre a cierto tipo de humor en «Hijos de la fábula» para describir la psicología de dos militantes de la banda terrorista

Por Jesús Ferrer

¿Es válido o ético reírse de todo? El Holocausto, la discriminación racial, los abusos sexuales, ¿tienen cabida en el registro humorístico? En este debate se cruzan cuestiones como el respeto a los derechos humanos, lo políticamente correcto o la libertad de expresión. La violencia terrorista, y la de ETA concretamente, es uno de esos temas de polémica consideración en el ámbito de la comicidad, y Fernando Aramburu lo aborda en su reciente novela.

Partiendo del momento en que esa organización terrorista anuncia el cese de su actividad armada encontramos a dos bisoños militantes, Asier y Joseba, desconcertados ante esa nueva coyuntura. No tardarán en resituarse, fieles a sus disparatados y sangrientos ideales, creando una nueva entidad revolucionaria de descabellada configuración. Escondidos en una granja del sur de Francia, abandonados a su suerte, dialogan sobre sus aspiraciones «patrióticas», la efectividad de la violencia o el sentido de su militancia; y todo en un tono sarcástico, aunque sin olvidar el sentido trágico de dicha comicidad. Entre bromas y veras, y algún otro chiste de vascos, el relato transmite la ácida crítica hacia la desquiciada violencia terrorista de tantas décadas.

Los protagonistas, así, resultan más patéticos en su anhelo de una intuida vida acomodada ya que un compinche bien organizado les puede acoger mejor: «Txalupa era toda su esperanza. Esperanza de ropa seca y de poner la propia a secar. Eso lo primero. Esperanza también de un techo para una noche o dos o tres». Se salva el peligro de banalizar tan dramático tema, porque en todo momento mantiene una distancia autoral de clara mordacidad crítica. El título de la novela revela su sentido moral, como ficción denunciante de una inútil fabulación de muerte y dolor. La obra prueba que la más terrible realidad puede ser dignamente abordada con el mejor humor posible.

Lo mejor

Sobre todo, el conseguido tono satírico que desprende toda la historia

▼ Lo peor

No existe nada que sea realmente necesario subrayar en esta novela

"Hijos de la fábula"
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"Primera sangre"

★★★★★: Amélie Nothomb, en el nombre, a lo grande, del padre

La escritora firma una de sus obras más rotundas y redondas al evocar la figura paterna y la dura historia que acompaña su biografía

Por Ángeles López

Vaya por delante la pasión de quien esto escribe por cada entrega anual de Nothomb. Confesada mi rendición absoluta, me atrevería a decir que esta es su «nouvelle» más pura, honesta y hermosa que ha escrito hasta ahora, y aquella en la que ha logrado reinterpretarse a sí misma a partir de la piedra roseta que nos faltaba: la figura de su padre. En este corto aliento narrativo al que nos tiene acostumbrados, cede la voz a su progenitor para edificar un luto de trampantojo. Conoceremos la vida de este diplomático criado en un entorno de aristócratas venidos a menos hasta el nacimiento de su hija, deteniéndose en su dura infancia marcada por la indiferencia de su madre, los mimos de unos abuelos y la tiranía del padre de su padre, o su fobia a la sangre, hasta la toma de rehenes en el Congo, donde casi pierde la vida delante de un pelotón de fusilamiento.

Armada de una sensibilidad mágica y un humor lleno del tacto que la distingue de otros narradores, Nothomb siempre es fiel a su estilo en esa búsqueda de la sencillez y, sobre todo, de la claridad que no resulta nada fácil, en tanto que es inseparable de una elevada exigencia moral. No nos miente cuando destila tanta elegancia como travesura en una historia de aprendizaje (se burlaría del término «bildungsroman») en la que nos sumerge en las contradicciones que rigen su propio clan. Con el humor por montera, hace las paces con su propia sangre cuando el círculo vital se cierra en una frase final donde anuncia el nacimiento de la propia Amélie. Maravillosa.

Lo mejor

No hay tregua desde el inicio, con Patrick Nothomb frente a un pelotón de fusilamiento

▼ Lo peor

La brevedad, la autora hace gala de su prosa corta dejándonos siempre con ganas de más

"Primera sangre"
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