1177 a.C. El primer colapso de Grecia
Este polémico ensayo descubre un panorama que bien podría ser el de 2015: ruina económica en Grecia, disturbios en Próximo Oriente y actos de terror.
Este polémico ensayo descubre un panorama que bien podría ser el de 2015: ruina económica en Grecia, disturbios en Próximo Oriente y actos de terror.
Las imponentes piedras ciclópeas de la orgullosa ciudadela de Micenas eran el mudo testimonio, para los griegos de la época arcaica, de un pasado brillante y legendario cuyos ecos lejanos solo el genio de Homero sabría recrear: la cultura de los palacios micénicos que, como otras grandes civilizaciones de la Edad del Bronce, se había enseñoreado de la cuenca oriental del Mediterráneo en el segundo milenio antes de nuestra era, suponía aun en la edad antigua una referencia grabada a fuego en el imaginario colectivo. Los ecos de una gran catástrofe o de una guerra primordial que asoló el mundo del bronce en Grecia, Anatolia, Chipre, el Levante y Egipto perduraron largo tiempo. Ese mundo fastuoso, marcado por una globalización comercial «avant la lettre» (en busca de cobre y otras materias primas), grandes potencias internacionales, una elite guerrera sobre carros de combate y una diplomacia activa, se apagó súbita y –todavía hoy– en el tránsito del siglo XIII al XII a.C.
A todos nos fascina la idea del final de la civilización, pues fantaseamos en cierto modo con el colapso de nuestro propio mundo. De hecho, en la historiografía clásica europea puede decirse que el tópico o pregunta fundamental ha sido tradicionalmente el derrumbe de un imperio que nos es mucho más cercano, el de Roma. Ya desde el «Decline and Fall» de Edward Gibbon la investigación de las causas y consecuencias de longue dureé de la caída de Roma ha vertido ríos de tinta en el caudal de la historia y, sobre todo, de la filosofía de la historia: en un libro reciente, Bryan Ward-Perkins escribía un repaso crítico a las ideas de la moderna investigación acerca de la caída del Imperio Romano desde una perspectiva post 11S, cercana a nuestra sensibilidad. Esta aproximación sigue atrayendo a muchos investigadores de excelente formación académica pero que también se dedican a la divulgación desde una perspectiva cercana a las actuales preocupaciones, por si nuestro mundo tecnológico y globalizado pudiera caer también y derrumbarse como la antigua Roma. Pero es tarea del historiador sine ira et studio no dejarse arrebatar demasiado explícitamente por el legítimo interés de historia desde las inquietudes del presente. Así, el libro que nos ocupa comienza presentado un panorama que bien podría ser el de 2015: Grecia en ruina económica, disturbios en el Próximo Oriente, bandas organizadas que desestabilizan los gobiernos con actos de terror... Pero no, se refiere al siglo XII a.C., en un paralelismo algo simplificador. El historiador y arqueólogo Eric H. Cline, clasicista y catedrático en la Universidad George Washington, publicó en 2014 este libro en su versión original en Princeton University Press. Es el primero de una serie sobre «turning points» en la historia antigua que, supongo, van marcados por alguna fecha clave. En este caso es 1177 a.C., que viene, algo exageradamente, marcado como «el año en que la civilización se derrumbó» (cabría preguntarle, acaso, si también se sabe el día y la hora). Puede que se trate de una estrategia comercial –errada a nuestro ver–, aunque el propio autor matiza que es un año simbólico, escogido por la guerra de Ramsés III contra los invasores de Egipto, ya que los sucesos que se narran en este libro hacen alusión a un proceso largo y aun sin aclarar. Sigue en esta línea de comparación con el presente a la arqueóloga Susan Sherrat, aunque dudamos dónde está límite entre la «analogía útil» y el anacronismo.
Por supuesto, los sucesos de 1177 a.C. en Egipto son solo una parte de todo el panorama que habría que presentar para dar una idea cabal del colapso total de las estructuras de la edad del bronce y la interrupción del proceso histórico. Los hechos nos indican que en torno a esa fecha se constata una oleada de destrucciones de centros de poder de las culturas palaciales del oriente mediterráneo, como es el caso de Hattusa, la capital hitita, Ugarit, Alashiya, las fortalezas de Micenas, Tirinto, Pilos o Volos, Menfis y Tebas.
Dosis de cautela
Surgió en la historiografía la idea de atribuir estas destrucciones a una acción coordinada de pueblos que el informe de Ramsés III califica de «países extranjeros». Parece que esa coalición –que algunos historiadores han denominado «pueblos del mar»– había destruido una serie de ciudades y ahora se dirigía contra Egipto integrada, según el informe, por «los peleset, tjeker, shekelesh, denyen y weshesh» (de estos solo los peleset han sido identificados satisfactoriamente como los filisteos). Pero es éste un tema polémico y no resuelto. Por ello hace bien el autor en comenzar su exposición en un panorama del Bronce desde el siglo XV a.C. y en examinar pueblos, datos, hechos y teorías con cuidado.
El libro ha tenido una buena recepción en su versión inglesa y, pese a las concesiones al marketing y a la peligrosa comparación con nuestros días, su discurso se ve atenuado por una dosis de cautela y por la consideración de varias teorías más o menos antiguas y/o plausibles. En suma, es un intento válido de presentar los resultados más recientes de la investigación al público general. Aunque hay un cierto «confusionismo» en cuanto al público al que se dedica. Creo que el libro tiene el mérito de presentar un panorama de esta difícil cuestión. Son muchas las hipótesis acerca del final de la edad del bronce que se barajan y que el autor reúne: enfrentamientos entre centros de poder rivales, la hipótesis de corte marxista de un levantamiento de los sectores sociales sometidos, la presión pirática que hizo que el comercio global del que dependían los palacios colapsara, desastres naturales, hambrunas: son hipótesis por confirmar que el libro presenta, como una «tormenta perfecta», una aglomeración de causas que provocaron el colapso de aquella civilización del bronce que tantos ecos ha dejado en la historia.
Sobre el autor
Eric H. Cline es historiador y arqueólogo, clasicista y catedrático en la Universidad George Washington, especialista en arqueología de la edad del bronce en el Mediterráneo oriental. Y es autor de varios volúmenes.
Ideal para...
quienes deseen aproximarse al que es uno de los enigmas más fascinantes de la Historia: cómo en un momento concreto la civilización sucumbió: una buena manera de entablar una primera aproximación con este tema.
Un defecto
A veces incurre en simplificaciones y analogías con nuestro tiempo que pueden resultar anacrónicas. Asimismo, es apresurado en parte de su exposición y no queda claro a qué tipo de público se dirige.
Una virtud
Proporciona un buen panorama sobre una cuestión que sigue siendo uno de las grandes incógnitas de la historia antigua, con la concatenación de causas y teorías que pueden explicar el fin de cultura palacial de la edad del bronce.
Puntuación: 7
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«Historia de Oriente antiguo», VV. AA, Cátedra, 648 páginas, 24,90 euros
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