Aquella película mexicana maldita
El libro se inspira en la figura del guionista español Miguel Morayta. Teresa Viejo publica la novela histórica «Que el tiempo nos encuentre»
La ficción, siempre obstinada, tiene la facultad de desprender las alas del ingenio incluso en el momento en el que las musas yacen adormecidas en el subconsciente. Son historias que gritan ser contadas, capaces de abatir con el rayo de la inspiración al autor que haya tenido el olfato de haber llegado hasta su escondite. Algo similar le ocurrió a Teresa Viejo con la novela histórica «Que el tiempo nos encuentre» (MR), un canto a la reinvención y a las mil vidas posibles que uno puede trazar dentro de su propia biografía al que la periodista llegó atraída por la figura de Miguel Morayta, guionista y director español referente en la edad de oro del cine mexicano. «Me presenté en su casa con la intención de elaborar un documental sobre su vida, pero los hechos son tan tozudos que, al final, me dije ''ponte a escribir ficción''. Él tenía ya 103 años –falleció el pasado verano– y no quería recibir a nadie, era un hombre encerrado en sí mismo, que guardaba a la vez un gran amor y rencor hacia España. Me entrevisté con sus nietos y me pusieron en contacto con otros familiares y así fui descubriendo aquella época llena de glamour y la leyenda negra que se había creado alrededor de la película ''Carne de fieras'', y lo vi claro. Lo digo en la dedicatoria: nunca un silencio cundió tanto», recuerda la autora.
Ambientada en el México de principios de los años 40, además de Morayta, la historia se teje alrededor de personajes de ficción, un grupo de emigrantes que desembarcan en esa Veracruz que se mantenía efervescente pese a la decadencia con la que la guerra había ensombrecido al mundo. Pero, como en toda buena historia, a medida que la narración socava el alma de los personajes el conflicto bélico es susceptible de convertirse en una excusa para emprender la huida de un pasado atronador. Lo sabe Aurora, la bella protagonista de la novela, que llegó a México para cuidar a los hijos de la familia Vigil de Quiñones y, a pesar de que el estrellato llamará a su puerta, no podrá evitar mantener su propia y particular guerra con el ayer, en la que nunca hay trincheras donde guarecerse. «Me planteé, por un lado, que hubo españoles que ya hace años tuvieron que reinventarse, y por otro, la gran cuestión: qué hacer con los secretos, creo que ése el verdadero leitmotiv de la novela», comenta Viejo. De hecho, la autora no rechaza los paralelismos que pueden surgir con la nueva generación de emigrantes que la crisis está generando: «Vivimos un momento de oscurantismo en el que el pesimismo nos impide materializar nuestros sueños. En parte, lo que la novela describe es que eso de la reinvención que nos repiten desde tantos altavoces ya lo hicieron antes otros, nuestros abuelos, y puede que sea casi una necesidad del ser humano: vivir varias vidas», comenta. Asimismo, la autora destaca los puentes que han creado estas generaciones: «No hay otro país de América que esté tan cerca de nosotros como México. España está en cada costura de este país», asegura.
Al margen del exotismo de una época, esta historia de huidas y secretos supone la consolidación de la periodista en el intrincado mundo novelesco, en el que debutó con «La memoria del agua» en 2009, un exitoso libro que incluso llegó a adaptarse por TVE en una miniserie. Viejo asegura que en «Que el tiempo nos encuentre» –título extraído de una cita de García Lorca– desnuda su espíritu cuentista y narrador. «Me transparento. Nada habla tanto de mí como mis novelas», asegura la periodista que, al menos de momento, da por cerrada su etapa televisiva, medio en el que triunfó con diferentes formatos y que ahora supone un prejuicio para muchos a la hora de afrontar la lectura de sus ficciones. «Entiendo que es parte del peaje. La popularidad es un concepto abstracto, una entelequia difícil de explicar, y la primera tarjeta de presentación que tienes para muchos. He llegado a pedir incluso que reduzcan el tamaño de mi nombre en la portada», comenta Viejo, que también reconoce haber sorprendido a más de uno con sus cualidades narrativas. «Escribía cuentos desde que tenía 6 años. Mi profesora le dijo a mi madre que me matriculase en Filología y no en Periodismo, pero la vocación y la vida te llevan por otros derroteros», asegura. Ella comparte con su protagonista una cualidad esencial: «No he dejado de reinventarme desde el minuto uno». Y volver a nacer es siempre una forma de esperanza.
Talento versátil
Tiene el talento narrativo necesario para escribir una novela y el arraigo periodístico indispensable para disparar sus respuestas sin titubeos. La autora de los ensayos «Cómo ser mujer y trabajar con hombres» y «Hombres. Modo de empleo» reconoce que éste un género que «caduca rápido» y «no se pueden distanciar del momento social en el que uno los escribe», pero asegura que desde esos comienzos literarios está presente una ideal crucial: «Busco eufemismos para escribir sobre lo que yo quiero, el amor, los sentimientos. Sigo sin entender por qué nos enamoramos y por qué no funciona eternamente y nos resquebraja». Viejo sostiene que es bastante escéptica con eso de «el príncipe azul», pero reconoce que existen «excepciones casi milagrosas» a las que, al final, todos aspiramos.