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Carl Jung, la mujer detrás del infiel

larazon

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Es posible que el psicoanálisis nunca hubiese llegado a ser lo que es sin aquellos primeros aportes de Carl Jung, pero es cierto, también, que él jamás habría llegado a ser la importante figura que fue sin la inestimable compañía, la entrega y el sacrificio (a veces revestido de una servicial esclavitud) de Emma Jung, su esposa, que además de encargarse de la casa, de la crianza de los cinco hijos y de aceptar las infidelidades de su marido, aportó una considerable fortuna para que el matrimonio no pasase ninguna clase de apuros económicos y él pudiese dedicarse, completamente, a sus asuntos.
Esto es lo que se cuenta en «Laberintos», donde Catrine Clay, que trabajó como directora de documentales de la BBC durante más de veinte años, traza una encendida semblanza de lo que fue la vida de Emma, pero, en especial, de lo que fue su matrimonio junto a Carl Jung. Una unión que comenzó el día de los enamorados de 1903, cuando Emma, por entonces una joven suiza que pertenecía a una familia adinerada, se casó con Carl, un inteligente estudiante de Medicina, tan trabajador como ambicioso, que deseaba forjarse un camino en el campo de la psiquiatría y del incipiente psicoanálisis.
Donjuanismo indomable
Sin caer en morbosidades innecesarias, Clay describe los inicios del matrimonio, los primeros pasos de Carl como asistente en una clínica psiquiátrica, la llegada de los cinco hijos, el encuentro de Jung con Freud y otros momentos importantes de la historia familiar. También recrea, de manera fiel, el clima que se respiraba en los ambientes psicoanalíticos de la época: los debates acalorados, las primeras publicaciones, los descubrimientos, la práctica clínica, los pacientes.
Esos ambientes, a pesar de su apartado lugar en el matrimonio, también los frecuentó Emma, una mujer inteligente a la que, no obstante, como señala Clay, no le resultaba nada fácil vivir con un marido de efervescencia neurótica y donjuanismo indomable. Emma, sostiene Clay, llegó incluso a recurrir varias veces a Freud para hacerle consultas sobre la personalidad de su esposo. «De vez en cuando me atormenta el conflicto sobre cómo sostenerme ante Carl», le escribió en 1911 al padre del psicoanálisis.
Notable psicóloga, aunque sus intereses no estuvieron ligados al desarrollo del psicoanálisis, sino al estudio de la psicología analítica y de fenómenos como la leyenda del Santo Grial, Emma no tuvo reparos, sin embargo, en mostrarse como una firme defensora de su marido, como cuando intervino en la polémica entre Jung y Freud, y de su propio lugar en la estructura familiar, hasta el punto de haber aceptado, como sugiere Clay, que su marido tuviera un par de amantes con la condición de seguir siendo su esposa. Entre la verdad histórica, real, de los hechos que narra y el tono detallista con el que va envolviendo el relato, el autor se interna en la intimidad de la pareja y ofrece un retrato complejo de su vida. «Laberintos», de todos modos, es algo más que eso: el reconocimiento a una mujer sin la cual Jung, y toda su teoría, no hubiesen, tal vez, existido.