Construye, que algo queda

La premisa de este quinto libro de Kerangal no puede pasar inadvertida a un lector con ansia de literatura de calidad. Por ello no es de extrañar que lograra el Premio Médicis de novela francesa. En él no sólo se nos cuenta la historia de la construcción de un puente colgante en la californiana ciudad imaginaria de Coca, sino el destino de una decena de personajes venidos de diversos puntos del planeta para trabajar en tamaña empresa, que, a modo de vidas cruzadas, se nos muestran en un escenario tan poco común. Sueños, ambiciones, miedos, orígenes, tradiciones, clases sociales se mezclan con el paisaje imaginario de una ficticia California que engloba de China a Bobigny o de Kentucky a Rusia. Sus protagonistas convergen, interactúan, evidencian y silencian su soledad para trabajar en la construcción de un puente que conformará la autopista en la ciudad de Coca, con la intención de convertirse en punto de expansión. Es un libro sensible a las desviaciones que se hacen de la justicia, las imperfecciones de cualquier estado, a los damnificados por la gracia del anonimato. Una panorámica a vista de pájaro sin casco ni protección del alma humana. La única salvación de este relato será el lirismo y el idioma construido a ritmo de dos por cuatro: musicalidad y palabras. Ritmo y temor. Do sostenido de hormigón y temblor. Por naturaleza: ¿somos hobbesianos o roussonianos? Estas páginas resultan una reflexión sobre todo ello.