Contra la tiranía del mundo tecnológico
Desde hace ya algunos años se ha instalado en la narrativa española un modelo de relato que acoge ya a más de una generación. Isaac Rosa, Benjamín Prado o Pablo Gutiérrez representan una escritura de la reivindicación civil, la denuncia social y la protesta contestataria. En este grupo literario, deudor de la maestría inigualable del malogrado Rafael Chirbes, sobresale la obra ya plenamente consolidada de Belén Gopegui (Madrid, 1963). La autora de importantes novelas como «La conquista del aire» (1998), donde se cruzan dramáticamente el dinero y la amistad; «El lado frío de la almohada» (2004), una hábil combinación de espionaje, amor y política; «Deseo de ser punk» (2009), crónica de desnortadas rebeldías juveniles; «Acceso no autorizado» (2011), una enigmática intriga informática; o «El comité de la noche» (2014), incisiva fábula centrada en combativas clandestinidades sociales, publica ahora «Quédate este día y esta noche conmigo», una historia que critica sin paliativos la deshumanizadora tiranía internáutica, el imperio de los datos estadísticos, la soberanía de la inteligencia artificial y la amenazante presencia de una robótica descontrolada. Se pone en evidencia, en suma, la creciente preponderancia de un mundo tecnológico y programado, al tiempo que se defienden la libre iniciativa personal, el protagonismo de los sentimientos y la imprevisible función del azar.
Náufragos solitarios
Mateo, un joven veinteañero apasionado por la cibernética, y Olga, una matemática sesentona ya jubilada, se conocen casualmente en una biblioteca pública; establecen entre ellos una curiosa complicidad intelectual y emotiva, solitarios náufragos en un universo cada vez más inhóspito y deshumanizado. A partir de la ayuda que Olga presta a Mateo en el redactado de una solicitud de trabajo a Google, ambos se adentran en un dialogado juego de opiniones y vivencias con el que cuestionan un conocimiento científico tecnológicamente insensible. Aparece aquí una defensa a ultranza de la galaxia Gutenberg frente al enciclopedismo wikipédico, de la reflexiva meditación de conceptos frente a la acrítica consulta de datos y referencias. En el curso de sus conversaciones Mateo le pregunta a Olga: «¿Puedes contemplar?», dando a este verbo el profundo significado de la observación minuciosa de la realidad, considerando sus matices y contra-dicciones, lejos de las procesadas certezas que aparecen en la pantalla del ordenador. Mostrando la espontánea naturalidad de sencillos personajes libres de una internáutica existencia, aparece episódicamente Roberta, cocinera del bar en el que coinciden los protagonistas y claro contraste, en su desparpajo, con los atribulados seres tecnificados que le rodean. Samuel, el hijo de Olga que trabaja en Bangladesh, ve a su madre, desde hace años, a través de Skype; ambos son ya, el uno para el otro, una imagen flotante en la nube internáutica de las actuales relaciones humanas. Como también se recoge aquí, en 1997 la computadora Deep Blue vencía a Gary Kasparov, entonces campeón del mundo de ajedrez. A partir de entonces nada será igual; la inteligencia artificial frente al conocimiento humano; este último protagoniza, con entera dignidad, esta conseguida novela.