Cuando Macondo era una viñeta
«Gabo. Memorias de una vida mágica» lleva a la novela gráfica la vida del escritor. Cada hecho biográfico remite a la escritura de «Cien años de soledad»
Hay arranques literarios que valen casi una novela en sí mismos. «Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía habría de recordar aquella tarde en que su padre lo llevó por primera vez a ver el hielo». Apenas unas líneas que son historia ya de la literatura del siglo XX. Corría el año 1965 y un joven escritor colombiano, en lo más parecido a una epifanía en plena carretera junto a su mujer e hijos durante unas vacaciones, sentaba la piedra fundacional de su gran novela, la primera línea de «Cien años de soledad», y de paso, de lo que se llamaría con el tiempo realismo mágico y del movimiento literario, junto a un puñado de plumas brillantes, que marcó los años 60 y 70, el «boom» latinoamericano.
Pero Gabriel García Márquez por aquel entonces no era nadie. O casi nadie, tan sólo un periodista sin un peso, con más preocupaciones que lectores, un atasco creativo de primera y un trabajo más precario de lo que hoy llamaríamos precario como periodista. ¿Cómo surgió entonces esa catedral de las letras que es la historia de los Buendía, de la bella Remedios, del venal José Arcadio, de Úrsula y Amaranta, y, por supuesto, del saturnal y paradigmático patriarca de la saga condenada? García Márquez ya dejó todas las claves en sus memorias, «Vivir para contarla». Pero la nueva biografía del Nobel que llega a las tiendas tiene un hechizo particular: es una novela gráfica. «El cómic book es otra forma de contar historias. Desde luego que después de "Vivir para contarla", creo que ya se había agotado el tema. El mismo Gabo lo hizo de forma brillante, entonces no había nada más que agregar. Pero una novela gráfica contando su vida y su proceso de creación no había salido en el mundo. Y había que hacerlo», explica Óscar Pantoja, el guionista de «Gabo. Memorias de una vida mágica» (editorial Sins Entido).
También para no iniciados
El cómic es un medio novedoso, y más en su país: «En Colombia este es el primer libro de largo aliento de novela gráfica. Estamos estrenando el género con esta obra», subraya el autor, que no tuvo trato personal con el escritor ni con su familia, aunque sí estuvo en contacto a través del editor, John Naranjo, con la secretaria para Colombia del Nobel, Margarita Márquez, y con su hermano, Jaime Márquez. Hay aún otro punto particular: aunque el volumen recorre buena parte de la vida de García Márquez, en sus viñetas, como una red de caminos que llevaran todos al centro del laberinto, cada hecho, cada anécdota, remite a la escritura de «Cien años de soledad». Junto a cuatro dibujantes del país suramericano, Miguel Bustos, Felipe Camargo, Tatiana Córdoba y Julián Naranjo, Pantoja trenza las claves de la vida y la familia del escritor que éste reflejaría en su novela más conocida después. «Yo creo que "Cien años de soledad"es su obra maestra y es ahí donde él exorciza todo el universo que tal vez quería contar –cuenta Pantoja a LA RAZÓN–. El proceso de creación de ese libro es muy singular, es un proceso largo, detallado, metódico, casi como construir una casa inmensa. Algo que empezó con imágenes muy incipientes, con recuerdos, contrastes, luego se convirtió en un primer manuscrito, al que él llamó el mamotreto y que consiguió a los 18 años. Después, una etapa de maduración de 20 años, posteriormente la comprensión y la escritura explosiva en 18 meses». Así, el lector no familizarizado con otras biografías del novelista descubrirá que Macondo es en realidad la Aracataca donde nació el colombiano en 1927, apenas un poblado de casas de barro y piedras blancas en el lecho del río; que el coronel Aureliano Buendía, con sus pececitos de oro, no era sino el abuelo del niño Gabriel, el coronel Nicolás Márquez; que el matriarcado en la sombra de la casa ficticia nacía de la infancia de un niño criado por sus tías pues sus padres lo dejaron allí, al cuidado de la familia, para emprender otros proyectos; que la famosa matanza de los campesinos, cuyos cuerpos el coronel vio meter en trenes, fue real, una carnicería de trabajadores de la United Fruit Company; que el niño Gabito ya soñaba con una casa llena de fantasmas y mariposas; y, cómo no, que una tarde, el coronel Nicolás Márquez, llevó a aquel niño imaginativo a tocar el hielo. «Creo que la mayoría de la obra de Gabo guarda relación con su vida, es de ese tipo de escritores que su mundo alcanza su obra –prosigue Pantoja–. Desde luego que en la novela hay muchas anécdotas de su vida, pero una vez llevadas al libro ya son otra cosa. Eso es lo maravilloso de la ficción, que hace que se convierta en otra cosa lo que se narray así ha sucedido. Ya forma parte del libro, del universo del libro y de nada más».
Referencia en el género para Colombia
Para los aficionados al noveno arte, «Gabo» supone además una ventana al trabajo de cuatro dibujantes colombianos; o, lo que es lo mismo, un resumen comprimido del estado de la ilustración y el cómic en el país. «En Colombia hubo como una especie de Edad Media con respecto a la novela gráfica –resume Pantoja–. Los libros de este género desaparecieron o no se hicieron. La misma Ley estaba en contraposición al ponerle impuestos a estos trabajos literarios y culturales. Mientras en el mundo la novela gráfica era un soporte de historias maravillosas, en Colombia no se hacía nada, excepto trabajos de artista aislados y talentosos, pero nada más. Entonces, se podría decir que con este libro se empieza una nueva época de novelas para Colombia, y si se convierte con el paso del tiempo en una referencia representativa, eso sería maravilloso y un premio a un trabajo duro que hicimos».
Desencuentros y anécdotas
Como con todo personaje público, una vida como la de Gabo acumula luces y sombras. Sin embargo, en la novela no se menciona, por ejemplo, ni su conocido desencuentro con Vargas Llosa (en la imagen) ni su postura, hoy inaceptable para muchos, ante el régimen castrista. «Esta es una biografía literaria. Desencuentros o anécdotas como aquellas se las dejamos a las revistas del corazón y la farándula. Lo que me importaba presentar era el momento de la creación, el instante en que la chispa prendió la luz de Macondo. Nabokov plantea que lo más importante es la forma como llegó a concebir su estilo. Eso hice y en eso me fijé», defiende el guionista.