Crítica de libros

Dejar de ser niña

Dejar de ser niña
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«No sé en qué momento se me ocurrió dejar de ser niña», dice Nieves Guerra, narradora de «Todos se van», la novela de la cubana Wendy Guerra que en 2006 resultó ganadora del Primer Premio Bruguera (cuyo único jurado fue el escritor Eduardo Mendoza) y que Anagrama acaba de reeditar con motivo de su inminente estreno en la gran pantalla, de la mano del colombiano Sergio Cabrera. Nieves, nacida en Cienfuegos en 1970, es hija de un padre alcohólico y una madre que está un poco chalada. Como tantos jóvenes que han nacido después de la Revolución, tiene que crecer en un ambiente cerrado, bajo un gobierno que, a medida que comienza a controlar los movimientos de los ciudadanos, también les va coartando sus deseos, sus afectos y sus relaciones personales, hasta el punto de que a muchos de ellos no les quedará más opción que poner tienra de por medio e irse de la isla.

Ante semejante panorama íntimo, social y familiar, Nieves, sin embargo, encuentra su refugio particular en la escritura cotidiana. En un diario que empieza a escribir a los ocho años, que concluye doce años después y en el que vuelca sus sentimientos más profundos: la desazón de vivir en un país en el que prácticamente ya no le quedan lazos, en el que debe dejar de ser una niña para convertirse en una mujer mientras ve cómo todos, casi todos, se van.