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Diario de un curioso lector

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  • Diego Gándara

    Diego Gándara

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Política y literatura son los dos pilares sobre la que se ha asentado la obra del escritor serbio Danilo Kiš, uno de los autores fundamentales de la literatura de la ex-Yugoslavia y de la narrativa europea del siglo XX. Heredero de una tradición en la que sobresalen los nombres de Sartre, de Baudelaire, pero también el de Borges y el de Nabokov, Kiš debió sortear la oposición en su país, además de la de los círculos de izquierda de Occidente, que vieron con malos ojos sus críticas al sistema soviético y sus libros, que se proponen como una salida al realismo uniforme, y su compromiso, casi religioso, con la literatura.
Aparecidos originalmente en la edición de «Poetika» de los años 1972 y 1974, los textos que se han reunido ahora en «Homo poeticus» se dividen en dos secciones: en la primera se incluyen diversos ensayos referidos a cuestiones que tiene que ver más con la política y su intromisión en la literatura y, en la segunda, conversaciones en las que Kiš despliega todo su ingenio y su inteligencia para dar rienda suelta a sus opiniones sobre la poesía, sobre el oficio de escribir, sobre el compromiso del escritor, sobre la novela moderna o el «nouveau roman» francés. Opiniones contundentes en las que un desocupado lector puede ver, como señala el propio Kiš en el prólogo, «los intereses, las pasiones o conclusiones erróneas del autor». Él mismo dice que hay que leer estos textos como si fueran «el diario de un lector curioso, las lecturas de un escritor».
Así, tanto en los ensayos como en las conversaciones, Kiš despliega una mirada aviesa y personal sobre su propia vida y su lugar en el mundo como escritor. Recuerda, por ejemplo, haber sobrevivido como de milagro a la matanza de judíos y serbios en Novi Sad, en enero de 1942, y a su padre, que desapareció en Auschwitz junto con casi toda su familia, como así también su infancia y buena parte de su juventud, que pasó, dice, «en contacto directo con el Mal».
Una búsqueda inútil
Pero en este libro no sólo aparecen referencias a su vida, sino que, también, Kiš ofrece pinceladas certeras sobre su concepción de la literatura y su destino de escritor. «Uno se convierte en escritor –afirma– cuando comprende que escribir significa decir las cosas de cierta manera, que escribir representa una búsqueda en pos de la propia identidad, porque ya somos conscientes de que con la literatura y mediante ella no se puede conseguir nada».
Inteligente, lúcido y sagaz, en este libro, sin embargo, la política no ocupa un lugar central, sino que está matizada por una contradicción inherente que atraviesa la vida y la obra de Kiš, un dilema irresoluto que existe entre el hombre político y el hombre poético que constituyen, en esencia, al autor de «El reloj de arena»: son los dos polos de un único eje intelectual que, sin embargo, se repelen, como afirma Kiš en estas páginas, «como dos fuerzas magnéticas iguales».

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