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Don fuego encuentra a su Lolita

larazon

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Las novelas de Mohammed Moulessehoul (ex militar argelino que usa el seudónimo femenino de Yasmina Khadra) suelen ser una suerte de viajes por el infierno, singladuras de personajes que van mostrando al lector cómo, entre llamas y destrucción, van encontrándose a sí mismos y a su destino que creían perdido. Khadra posee un talento especial y único para construir una humanidad verosímil en sus personajes y en los ambientes que recrea. En la página 250 de esta nueva e interesante novela leemos la frase: «Dios no vive en ninguna parte de esta isla», porque el autor de la «Trilogía de Argel» encuentra ahora un escenario alejado de sus ambientes árabes como es la Cuba de Fidel Castro.
Un cantante cubano de casi sesenta años que ha envejecido en un cabaret de La Habana de toda la vida, el Buena Vista, se entera de repente de que el local lo ha vendido el Gobierno a inversores privados y que están todos los empleados despedidos.
Y ahí empieza el particular infierno y calvario de Don Fuego, nombre artístico del cantante, que vive en una casa hacinada de parientes y que tiene un gran amigo que fue alguien pero que ahora vive emborranchándose y cuidando a un perro enfermo, casi tanto como él. Si en «La última noche del Rais» Khadra nos mostraba una escena del final de otro infierno: Gadafi, en plena locura, se sube sobre el borde del parapeto de una terraza y abre los brazos al cielo y grita frente a sus enemigos y les desafía, y en «A qué esperan los monos...» veremos un Argel destruido por la pobreza, con sus edificios en ruinas y sus calles totalmente desesperanzadas, en cierto modo metáfora de esas sociedades y esas personas que destruyeron sus ideales y no supieron cómo construir otros, ahora el lector paseará también por una Habana poblada por los fantasmas de ilusiones que se convirtieron en mujeres de Lot, y donde Don Fuego conocerá a una jovencita (un poco su Lolita de Nabokov) que le llevará a vivir en otro infierno. Pero, por último, reconocerá que la vida es precisamente eso, aquello que empezamos a vivir cuando ya dejamos de soñar.