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Dos es dos mil veces uno según Chesterton

larazon

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No encontraremos más oportuna la frase de Borges sobre el autor que nos ocupa –«La obra de Chesterton es vastísima y no encierra una sola página que no ofrezca una felicidad»– que en este libro delicioso, necesario, pues, con píldoras con las que automedicarse una buena dosis de inteligencia, sintetiza el pensamiento de un hombre de obra inmensa. Y es que, en efecto, en la vastísima obra del autor inglés, de sus poemas, ensayos, artículos y biografías, el lector no hace más que hallar ideas sorprendentes, a menudo con tono paradójico, que invitan a repensar lo sabido, a descubrir lo que se consideraba inamovible, dándole otra perspectiva.
Qué gran trabajo el de selección y ordenación alfabética por temas, desde «Amistad» hasta «Yo», de Enrique García-Máiquez y Luis Daniel González regalándonos este formidable libro, del todo coherente con la trayectoria de Chesterton, que no escribió aforismos pero que dejó un par de frases que a los editores les sirven para justificar este «Un buen puñado de ideas»: «Nunca he tomado en serio mis libros, pero muy en serio mis opiniones» y «Mi verdadero juicio sobre mi obra es que he echado a perder un buen puñado de ideas excelentes». El sentido del humor y la modestia tan característicos del creador del detective Padre Brown se ponen así de manifiesto y nos preparan para degustar un libro que se puede ir catando, dejándose iluminar desde lo paradójico y desde una erudición fabulosa disfrazada de simpleza.
Si ya en las biografías prodigiosas que Chesterton escribiera de Dickens o de Stevenson o en sus libros donde reunió sus numerosos artículos, uno mismo podría ir subrayando sin cesar frases memorables, qué decir de un volumen en que en cuatrocientas páginas se condensan «aforismos» extraídos de más de cincuenta libros. Imposible destacar aquí unos ejemplos para ilustrar tal maravilla, de modo que nos limitamos a citar algunos de los ciento cuarenta asuntos que aparecen (se aportan dos o tres páginas de aforismos de cada uno): el autor de «El hombre que fue Jueves» habla de la aristocracia, el arte, el ateísmo, la caballerosidad, el capitalismo, la crítica literaria, la democracia, la Edad Media, Europa, la fama, la guerra, la Iglesia, la justicia social, la locura, el matrimonio, la Navidad, el periodismo, la política, el sexo, el teatro, la valentía...
Un peculiar sabor
«La capacidad de ver lo mismo que todos de un modo único crea una mezcla de deslumbramiento y reconocimiento (o de originalidad y lugar común) que da su peculiar sabor a los mejores aforismos chestertonianos, o sea, a todos prácticamente», según los editores. Una impresión que resulta meridiana desde las primeras líneas, con estas frases: «No hay palabras para expresar el abismo entre estar aislado y tener un aliado. Se puede conceder a los matemáticos que cuatro es el doble de dos, pero dos no es el doble de uno, dos es dos mil veces uno», hasta las últimas, con esta preciosa ingeniosidad: «Cuando era niño y jugaba no estaba engañándome en absoluto; estaba simplemente escribiendo antes de que pudiese escribir».