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El asesino del gulag comunista

larazon

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El cuarteto de Öland llega a su fin con «El último verano en la isla», de Johan Theorin. Cada una de las novelas ha cubierto una estación y recorrido la historia de las islas, singular y particular metáfora de Suecia y espacio mítico de la infancia del autor preñado de resonancias mágicas. Para él nada hay menos contradictorio que la tristeza de un ayer irrecuperable con el realismo trágico con el que describe los numerosos crímenes y perversiones que contienen la historia de un lugar tan aislado como reducido. Partió del otoño como la estación nostálgica de sus recuerdos de la isla y, tras recorrer el invierno y la primavera en la que reaparecen las hadas y los elfos, finaliza con el verano como recuento histórico de la saga.
Suecia, país de emigrantes
El protagonista, el viejo marinero Gerlof, se ha trasladado a una residencia de ancianos acechado por el melancólico recuerdo de la juventud, cuando Suecia era un país de emigrantes. El presente, sin embargo, no puede ser más pletórico y rico. Las isla de Öland se ha convertido en el Benidorm báltico, pero los rencores del pasado vuelven envueltos en un siniestro relato de venganza y muerte. Como en «La isla del tesoro» de Stevenson, el coprotagonista es un niño fascinado por los misterios que esconde la isla. Vive su aventura iniciática con el temor de quien descubre, a la vez, la complejidad de la vida, la maldición familiar y la iniquidad del ser humano. De nuevo, Johan Theorin mezcla con pulso firme las historias de fantasmas con la novela de misterio y crímenes oscuros.
Más que novela policiaca, se decanta por la intriga y aventuras, descubriendo desde el comienzo al criminal, cuyo pasado es digno del mayor asesino de masas. Un resentido que ha participado en el «Gran Terror Rojo» y que vuelve a la isla buscando redención y descanso antes de morir. Se agradece que Theorin abandone la tópicas implicaciones nazis de los suecos y descubra la fascinación de intelectuales y proletarios por la dictadura bolchevique y su desastrosa vivencia revolucionaria que se saldó con tragedia y olvido colectivo. Diegéticamente le sirve para precisar la psicología del criminal, atrapado en el gulag comunista, y, posteriormente, convertido en un asesino desalmado durante el terror rojo.
Es importante resaltar la similitud de las vicisitudes de este frío personaje con el de uno de los protagonistas de «Consummatum est», del español Pérez Gellida, muy influido por los novelistas polares. Sin duda, este final del cuarteto de Ölland es el mejor y más logrado de la tetralogía de Theorin. Hay aventura, misterio y suspense dosificados con la precisión de un verdadero maestro del género. Se ha diluido el componente mágico, y la narración fluye, resaltando con naturalidad la psicología y caracteres de los personajes. Una gran novela narrada con una prosa de una precisión envidiable.

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