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El dilema moral de Shostakóvich

larazon

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He aquí un libro modélico, del autor de «El loro de Flaubert», si se quiere conocer la biografía del compositor Dmitri Shostakóvich –la vida íntima, psicológica y amorosa; la obra musical vigilada por un régimen que enviaba a los artistas a Siberia si no obedecían los cánones nacionalistas–, con la impecable traducción de Jaime Zulaika. Es la época que tan brillantemente abordó Karl Schlögel en «Terror y utopía. Moscú en 1937»: en un año se arrestó a dos millones de personas, se asesinó a setecientas mil y se metió a 1,3 millones en campos de concentración. Barnes se adentra en los temores y ambiciones de su protagonista (tan enamoradizo y vanidoso como atormentado), lo que se agudiza tras un artículo de «Pravda» que comenta el estreno de su ópera «Lady Macbeth de Mtsensk», que contó con la asistencia de Stalin, y que «podía suponer la diferencia entre la vida y la muerte».
Shostakóvich se sentirá castigado por el Poder por haber compuesto esa obra burguesa, apolítica, confusa, pervertida, y que lo convierte en «enemigo del pueblo». La novela recrea el contraste entre el rechazo institucional ruso y su éxito internacional, sobre todo en EE UU, y sigue los pasos de Shostakóvich, que tiene que rebajarse a pedir disculpas y leer discursos que le preparan para «seguir en adelante las directrices del Partido y escribir música melódica para el pueblo». El problema es si el estilo del texto, al ser explicativo e informativo, evitando los diálogos y por tanto no dando voz a los personajes, provoca que la historia carezca de garra novelesca y, al margen de conocer las vicisitudes del compositor, consiga que éste cobre forma de personaje de ficción que resulte literariamente verdadero.