El hombre que puso siete obuses en París
Poco antes de que París empezara a sufrir la tragedia de ser atacada por terroristas, el reconocido autor de novela negra Pierre Lamaitre publicaba –fue en el año 2013– esta novela corta en la que las amenazas por bomba forman la base de un intenso argumento, de esos que no dan tregua hasta la página final. En una nota al final de «Rosy & John» (traducción de Juan Carlos Durán Romero), el narrador parisino habla de que la génesis del libro estuvo en un encargo para que escribiera un folletín para smartphone: tres páginas por capítulo, leídas en una pantalla normal, como para un lector que viajara en metro. El ejercicio cundió, porque obligó a Lamaitre a condensar la trama y que cada elemento fuera esencial, lo que a la hora de ampliar la extensión para su edición en libro acabaría dando un texto redondo, magníficamente estructurado, que transmite suspense y que será del agrado del lector del género policiaco como del mero espectador de thrillers.
No en balde, la historia tiene todas las virtudes y facilidades para que perfectamente pudiera trasladarse al cine o la televisión, como ocurre ahora mismo con la adaptación que se está haciendo de su novela «Alex», publicada en España el año pasado –de la que él mismo es guionista– y de «Vestido de novia», que presentaba la inquietante historia de una mujer amnésica rodeada de cadáveres.
Sangre fría
En este caso, «Rosy & John» estaría ubicada dentro de la serie protagonizada por el comandante Camille Verhoeven, cronológicamente entre la citada «Alex» –sobre una joven desaparecida a la que hay que salvar antes de que agonice en un almacén abandonado– y «Camille», aún no traducida al español. Plantea el caso de un joven, Jean Garnier, que, obsesionado con su madre, encarcelada por asesinato, confiesa a la policía con absoluta calma, tras haberse entregado voluntariamente, haber puesto siete obuses en distintos lugares de la ciudad que se activarán a diario si no cumplen con sus condiciones de dinero y libertad. A lo largo de tres días, con episodios marcados por horas concretas –el tiempo es oro para los policías, el presidente del Gobierno francés y sus ministros en pos de desenmascarar al hombre que ha puesto en jaque a todo un país–, el astuto Verhoeven, interrumpiendo una noche con su pareja que se prometía excitante, tendrá que investigar los antecedentes laborales y sentimentales de Jean –un chico discreto que se gana un dinero haciendo chapuzas–, más el pasado homicida de su madre, desequilibrada, para encontrar los puntos flacos del chico y evitar que, por ejemplo, una escuela infantil estalle un día a las nueve de la mañana. El dinamismo narrativo que imprime Lamaitre, con un gran número de personajes pese a la brevedad del texto –algunos repetidos de otras obras, como su ayudante Louis–, resulta absorbente y logra su propósito con creces: que el lector ansíe querer saber lo que trama Jean, y se asombre junto al protagonista ante el imprevisible desenlace.