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El Nadal en la era 2.0

Carmen Amoraga obtiene el prestigioso galardón. «La vida era eso», novela ganadora, se centra en una historia de amor y superación con las redes sociales como protagonistas
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  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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Carmen Amoraga (Picaña, 1969) ya forma parte de la nómina de autores galardonados con el Premio Nadal. La tradicional velada literaria, que desde hace setenta años se celebra en Barcelona, organizada por la Editoral Destino, fue anoche el escenario en el que la autora nacida en Valencia recibió de manos de Ana María Matute uno de los más prestigiosos premios de las letras españolas. Es la segunda vez que concurre al Nadal, del que fue finalista en 2007 con «Algo tan parecido al amor», año en el que el premio recayó en Felipe Benítez Reyes, ganador con «Mercado de espejismos».
«La vida era eso», título definitivo de la novela presentada bajo el nombre de «Senza fine» y con el seudónimo de Gino Paoli –un popular músico y cantautor italiano de los años setenta–, es un relato narrado desde un punto de vista íntimo, centrado en la figura de Giuliana, una mujer que contempla cómo de repente lo que parecía un mundo perfecto empieza a resquebrajarse con dramáticos resultados. La inesperada muerte de su marido deja a la protagonista sola y con dos hijas pequeñas ante lo que parece una situación incierta. Sin embargo, ese vacío lo tratará de llenar refugiándose en un mundo virtual, el de las redes sociales.
Pese a lo que pueda parecer «La vida era eso» no trata de ser un melodrama sin más sino que pretende reflexionar sobre el valor de lo vivido y, sobre todo, sobre lo que queda por vivir, todo ello desde una perspectiva muy contemporánea a la vez que comprometida con su tiempo. Las pinceladas de humor se cuelan en los renglones de la historia y hacen brillar a Giuliana, ejemplo de todas esas mujeres que dan un paso al frente y deciden definir su vida y no que sea la vida la que las defina a ellas. Amoraga recupera uno de los grandes temas que aparecen en sus novelas, el de la mujer, como ya demostró en títulos como «El rayo dormido» o «El tiempo mientras tanto», e incluso en un ensayo titulado «Todo lo que no te contarán sobre la maternidad». Las féminas para Amoraga no son una foto fija, son personajes tridimensionales, llenos de contrastes, siempre envueltas por las dudas, pero determinadas a buscar una forma con la que hacerse dueñas de su propio destino, aunque fracasen en el objetivo.Aunque la mujer sea, hasta ahora, el eje central de su bibliografía, la escritora no deja de lado nunca todo lo que sea contemporáneo, los temas que nos afectan y preocupan hoy. En esta ocasión, reflexiona sobre las relaciones mantenidas a través de internet. En este sentido, la autora explicaba tiempo atrás que «vivimos relacionándonos con gente a la que ni siquiera saludaríamos por la calle. Twitter, por ejemplo, es como una agencia de comunicación, mientras que con Facebook podemos meternos en debates. Esto es lo que pasa ahora, pero hace diez años ya se enviaban correos electrónicos, aunque hace veinte se escribían cartas».
Larga nómina de premios
La ya ganadora del Nadal siempre ha admitido su pasión por las redes sociales, y aquí indaga en los vicios y virtudes de una herramienta que, en manos irresponsables, siempre puede ir contra uno mismo, pero que con un tratamiento responsable no deja de abrir las posibilidades comunicativas al individuo. En la novela, existe también una gran implicación emocional de la escritora en el proceso creativo de la historia, como sucedía en el resto de sus obras, hasta el punto de que en ocasiones ha explorado terrenos que le son muy cercanos en lo personal, pese a que hasta ahora siempre ha huido de lo autobiográfico. No es la primera vez que uno de sus libros es premiado. Su primer trabajo literario, «Para que nada se pierda», obtuvo el II Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla, mientras que «La larga noche» se alzó con el Premio de la Crítica Valenciana. El hecho de que Ana María Matute fuera anoche la encargada de entregarle el galardón decano de las letras españolas tuvo un significado especial para Amoraga, al tratarse de una de sus autoras más admiradas, por no decir la que más, y de la que resalta «esa manera de estar en el mundo, de reivindicar la literatura como pasión, el cuento como creación y la escritura como salvación».
El Hotel Palace, antiguo Ritz, volvió a acoger una ceremonia que reunió a importantes nombres del universo literario español. Junto a José Manuel Lara, presidente del Grupo Planeta, estuvieron Artur Mas, presidente de la Generalitat, el alcalde de Barcelona, Xavier Trías, el secretario de Estado de Cultura, José María Lassalle, la delegada del Gobierno en Cataluña, María de los Llanos de Luna, y el conseller de Cultura, Ferrán Mascarell. Nombres como los de Eduardo Mendoza, Carme Riera, Pere Gimferrer, Alicia Giménez Bartlett o Núria Amat compartieron velada con otros de la cultura y el espectáculo como Josep Maria Pou, Oriol Bohigas, Ventura Pons y Benedetta Tagliabue. El jurado, formado por Germán Gullón, Lorenzo Silva, Andrés Trapiello, Ángela Vallvey y Emili Rosales anunció al filo de la medianoche el nombre de la ganadora, que recibió el premio de manos de la veterana Ana María Matute.

Setenta años en femenino plural

Hace 70 años, en el último día antes de cerrar el plazo para aceptar originales para la primera edición del Premio Nadal, llegó a la sede de la editorial Destino un sobre con cuatro palabras: «Nada», de Carmen Laforet. El jurado ya tenía sus favoritos dentro de las veintiséis novelas que se habían recibido, pero todas las grandes historias están marcadas por elementos insospechados y ese texto llegado «in extremis» consiguió subyugar a todo aquel que lo leyó. Se iniciaba así la larga tradición de escritoras ganadoras del Nadal, con nombres que van de Carmen Martín Gaite (a la dcha.) a Ana María Matute, de Maruja Torres a Clara Sánchez, de Lucía Etxebarria a Rosa Regás. La última en recibir el galardón fue Alicia Giménez-Bartlett en 2011, y con Carmen Amoraga la cifra ya llega a las catorce escritoras con premio, además de media docena de finalistas. La entrega del galardón por parte de Ana María Matute es un símbolo de este relevo generacional.

El detalle

LOS FINALISTAS TAMBIÉN PUEDEN TRIUNFAR
El caso de Carmen Amoraga es muy similar al de otro escritor que fue finalista del Nadal y posteriormente ganador del mismo. Se trata de Lorenzo Silva, quien sorprendió en 1997 con «La flaqueza del bolchevique», aunque no logró el Nadal hasta 2000 con la excelente «El alquimista impaciente». Posteriormente el escritor se hizo con el Planeta, premio del que ha sido finalista Amoraga. También existen casos curiosos, como el de Gabriel García-Badell, que hasta en cuatro ocasiones fue finalista del Nadal, aunque nunca logró obtener el galardón.