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El primo de Pepe Carvalho

larazon

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Asentado ya el subgénero de la novela negra mediterránea debe reconocerse a Manuel Vázquez Montalbán como el inspirador de esa pléyade de escritores españoles, italianos y griegos que tomaron a Pepe Carvalho como referente de una nueva tipología de detective, entre la extravagancia del comunista desengañado y el apasionado de la cocina local. Reconocido su mérito y su influjo ideológico izquierdista, deben apuntarse las debilidades estructurales de este tipo de novela que se quiere negra pero apenas llega a policiaca. Hay que recordar que por encima de su intriga priman la ambientación costumbrista, el marco geográfico, político y familiar, y el desplazamiento hacia lo local para encubrir la simplicidad del enigma y la carencia de un ingenioso plan para resolver el «whodunit»: quién lo hizo y cómo lo hizo. La típica novela enigma de Agatha Christie, escasamente elaborada, pero, eso sí, repleta de crítica social de todo a cien.
Para Montalbán, la indagación detectivesca era una excusa para mostrar el contexto social y moral de una burguesía corrupta y un socialismo cada vez más embarrado en la cleptocracia y el aburguesamiento de los 80.
Cierto que la recuperación de la novela negra de Hammett y Chandler se debió a estos viejos comunistas, nostálgicos de un tiempo perdido en los años 30, cuando las certezas ideológicas dividían a la sociedad entre buenos y malos españoles, resumido en el antidemocrático aforismo de Montalbán «contra Franco vivíamos mejor». Lo mejor de Montalbán han sido sus émulos, especialmente autores como Camilleri, Márkarais y De Giovanni, a los que habría que añadir Brunetti, de Dona Leon, y Rocco Schiavone, de Antonio Manzini. El caso de Marco Vichi y la saga del comisario Bordelli es paradigmático. Entronca con los detectives mediterráneos, se distancia de la actualidad para remitirse a los años 60 de una Florencia que bascula entre una rancia burguesía en decadencia y el «boom» económico. Lo que le permite colocar a su comisario Bordelli en la encrucijada sentimental de la nostalgia de la infancia, los partisanos y la Italia del pelotazo.

Costumbrismo

En «El comisario Bordelli», la trama criminal es mero pretexto para escribir una novela costumbrista con toques nostálgicos de la Italia de Celentano y Gino Paoli. Frente al personaje obsesivo, malhumorado y contestatario que representa Montalbano, Bordelli es un comisario comprensivo con los ladronzuelos pero implacable con los criminales. Un sentimental aquejado de nostalgia, temeroso del paso del tiempo y angustiado por la edad y la ausencia del amor romántico: «Un oso melancólico sin ganas ya de soñar».
El trasfondo social está implícito y la trama detectivesca es tan simple que gran parte de la novela la dedica a la recreación nostálgica de su sexualidad infantil más que a urdir una trama compleja y resolverla con giros sorprendentes e ingenio. Que se lea con agrado y su redacción sea literariamente elegante son valores a tener en cuenta, pero no en este tipo de narración donde la intriga policiaca y el suspense son esenciales.