El secreto mejor guardado
Las relaciones de pareja, en las novelas y en los cuentos de Ian McEwan, siempre son complicadas. Emociones reprimidas, terceros imaginarios o reales que están allí, entre las sábanas, capaces de desencadenar un amor que sólo puede infundir miedo y que sobrevive, sobre todo, gracias al engaño. Sin secretos no hay amor, parece ser el «leimotiv» de esta duodécima novela de Ian McEwan, que transita por Inglaterra en 1972, cuando Serena Frome deja su pueblo y su familia y se va a estudiar Matemáticas a Cambridge. Allí conoce y se hace amante de Tom, un viejo profesor de Historia, casado, que acaba revelándole un secreto: él la ha recomendado para entrar en el MI5.
La relación no acaba bien y Tom se marcha a una isla en el Báltico. Serena, a Londres, donde los hombres del MI5 le ofrecen participar de la Operación Dulce: una fundación ficticia, financiada por el servicio secreto, que apoya a jóvenes novelistas con ganas de exaltar valores anticomunistas.
Y sin secretos, parece decir McEwan, no sólo no hay amor, sino que tampoco hay historia. Porque el autor de «Amor perdurable», en «Operación dulce» sostiene el tempo de la trama sobre un secreto muy bien escondido entre las capas narrativas de la novela. Un secreto que está hecho de invención e inteligencia y que reluce, sospechoso, como el engaño. O como el amor.