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Esta gran bretaña disgusta a McEwan

En «Máquinas como yo» plantea una realidad en la que su país perdió las Malvinas
larazon
  • La Razón es un diario español de información general y de tirada nacional fundado en 1998

  • Diego Gándara

    Diego Gándara

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Qué hubiese ocurrido si los ingleses, en lugar de ganar la Guerra de las Islas Malvinas, la hubieran perdido. Ésa es la premisa básica de la que parte Ian McEwan para componer «Máquinas como yo», una novela perturbadora que, si bien transcurre en ese momento histórico, gracias a los mecanismos de la ficción hace que nada sea como realmente ha sido. Porque en esta Gran Bretaña ficticia de comienzos de los años ochenta no solo los ingleses han perdido la guerra del Atlántico Sur, sino que, además, el científico Alan Turing, en lugar de haberse suicidado después de ser perseguido por su homosexualidad, se encuentra vivo y al frente de un experimento pionero en la inteligencia artificial: la creación de los primeros robots con apariencia humana y que, previsiblemente y según el sexo, reciben los nombres de Adán y de Eva.
Quien narra todo esto y con todo lujo de detalles es Charlie, un hombre soltero de treinta y dos años que se dedica al mercado de valores desde su pequeño piso en Clapham, al sur de Londres, y que tras cobrar la herencia de su madre lo primero que hace es comprarse uno de estos Adanes que, según cree, será su mejor compañía. Pero nada será como se lo imagine, pues Adán, poco a poco, empezará a tener un protagonismo tan incómodo como ensencial en su vida, hasta el punto de entrometerse en la relación que Charlie mantiene con Miranda, una vecina diez años menor que él y que esconde un inconfesable secreto.
En esta novela distópica o, como la llamó un crítico inglés, de ficción especulativa, el centro de gravedad no se encuentra, sin embargo, en la imaginación de un pasado posible y en sus consecuencias históricas (la derrota de Malvinas, por ejemplo, obliga a Margaret Thatcher a abandonar el cargo y hace que el país deje de pertenecer a la Unión Europea), sino que, de alguna manera, plantea una cuestión relacionada con la muerte de la novela y el futuro de la ficción, dado que la función de ésta, en cierto sentido, consiste en describir toda clase de fallas humanas.
Esclavos de un tiempo vacío
«Nosotros los humanos tal vez nos convertiríamos en esclavos de un tiempo vacío, sin meta alguna», señala Charlie en un momento de «Máquinas como yo». ¿Y entonces?, se pregunta. ¿Qué ocurriría? «Se daría un renacimiento general, una liberación en el amor, la amistad y la filosofía, el arte y la ciencia, la adoración de la naturaleza, los deportes y los hobbies, la invención y la búsqueda de sentido. No tendríamos», dice, «el control de nuestras opciones». Y él, de algún modo, es «una buena prueba de ello».
De todas maneras, más allá de la cuestión ética y moral que plantea la novela, como toda obra distópica, no puede dejar de leerse en tanto una crítica velada hacia el presente de Gran Bretaña. Un presente cuyas raíces provienen de un pasado remoto, de un conflicto político y social que, aunque hubiese ocurrido de otra manera, seguiría siendo igual de problemático e inquietante para la coyuntura actual y tan incierto y enigmático para el porvenir.
Sobre el autor
McEwan (Aldershot, Reindo Unido, 1948) es uno de los escritores más importantes de esa generación conocida como el Dream Team británico
Ideal para...
analizar la coyuntura actual desde una perspectiva diferente de la historia, una ficción en la que los hechos no ocurrieron tal cual han sido contados
Un defecto
Ninguno que llame la atención
Una virtud
El tono. McEwan es capaz de crear atmósferas inquietantes, que le dan a la novela una sensación de amenaza constante
Puntuación
8

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