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Fran Rodríguez Criado: «Hay que concienciar de que tener un hijo down es hermoso»

Fran Rodríguez Criado / Escritor y corrector de estilo. Repasa en su libro «Diario Down» cómo vivió el nacimiento de «Chico» y está seguro de que su salón será el lugar más apasionante los próximos años

Fran Rodríguez Criado
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El día más feliz de su vida dice que aprendió en un primer momento a sufrir. Nada salió como estaba previsto. «Chico», su pequeño ángel de ojos azul océano y pelo dorado, le ha enseñado una de las mayores lecciones de vida, porque ya no se puede rendir, por qué él no le deja. Con ocho libros escritos, reconoce que el «Diario Down» (Tolstoievski, 2016) es una de las que más éxito ha tenido. Tal vez porque la historia le buscó a él y no tuvo más remedio que transcribir las palabras que le dictó el alma. Cuando se miró en el retrovisor, ahogado por la pena recordó el consejo de su padre, recientemente fallecido: «¡Cuando te caigas, levántate!»

–Dicen que la vida no va de cromosomas. ¿A usted le costó mucho enfrentarse a uno más?

–Sí, no es la mejor forma de empezar la vida. Pero no debemos dramatizar. Mi hijo Francisco «Chico», que nació con una trisomía del 21 y una cardiopatía severa, no ha cesado de hacer felices a sus padres, probablemente porque él también lo es. Que tenga un cromosoma de más es algo que en estos momentos no me preocupa.

–¿Qué ha aprendido en este tiempo?

–En un primer momento, a sufrir. Saber que «Chico» tenía el síndrome de Down me supuso una gran conmoción. Luego he aprendido que no hay nada más hermoso que criar a un hijo. En este caso a dos, porque Mario (señor Mario, como le llamamos) ya tiene un año. Cuando estoy en casa y veo a mis dos hijos jugando, tirándose del pelo, riendo, llego a la conclusión de que en los próximos años ningún lugar del planeta me va a resultar tan apasionante como el suelo de mi salón. Aprendí a ver el mundo con sus ojos.

–¿Le parecía menos niño por tener Down?

–¡Ni mucho menos! Suelen ser más felices, más empáticos, más risueños, más cariñosos. No podrán hacer muchas cosas que sí hacen otros niños cromosómicamente normales, pero menospreciar a un niño con el síndrome de Down nunca ha tenido sentido, y, menos aún en el siglo XXI. Están logrando cuotas de autosuficiencia dignas de admiración.

–¿Cómo valora los que se plantean abortar a estos niños?

–Si nos hubieran dicho durante el embarazo que el niño tenía el síndrome de Down, lo hubiéramos tenido igualmente. Yo me hubiera enfrentado a mis miedos durante esos meses. Entiendo el miedo que afecta a tantos padres, porque yo lo experimenté. Pero habría que trabajar para combatir el estigma que tiene la discapacidad. Si se consigue hacer bien, el índice de abortos sería menor.

–¿Qué es peor, el miedo o la ignorancia?

–En este caso, miedo e ignorancia van unidos. Hay que apoyar mucho a estos padres, hacerles saber que tener un hijo con Down es algo hermoso. Siento mucha empatía hacia estos padres: he pasado por ello y sé que es doloroso. Dicho esto, no conozco a ningún padre que esté triste porque su hijo tenga el síndrome de Down. Si alguien no me cree, que se pase por la Fundación Down Madrid. Todos los padres estamos muy orgullosos de ellos. Da gusto ver a los chavales jugando al baloncesto o echando carreras. Son más lentos que otros chicos, pero ¿desde cuándo la velocidad y la felicidad son conceptos sinónimos?

–Dice Vargas Llosa que escribe porque es una manera de combatir la desdicha. ¿Usted también?

–Le pasa a la inmensa mayoría de los escritores. Escribimos para combatir (me atrevo incluso a eliminar el complemento directo).

–En su libro dice que su hijo le ha enseñado a amar...

–Este niño es un manantial de amor. A veces duermo con él, acurrucado. Estar con él es como escribir; es otra forma de combatir la desdicha.

–¿Qué quería conseguir con este «Diario Down»?

–Cuando comencé a escribir el diario estaba deprimido. Solía escribir los textos de madrugada, tras el biberón. A continuación, los publicaba en mi blog. Poco a poco noté que salía del agujero. Todo ello gracias a la escritura, y gracias a mi hijo, que ha sido siempre un ser delicioso.

–¿Esperaba la acogida de su libro?

–Mientras escribía no pensaba ni en publicaciones ni en entrevistas. Pensaba en sanarme interiormente. Ni siquiera busqué un editor para esos textos. Se da la paradoja de que de todos los libros que he escrito (siete u ocho), éste es el que más repercusión ha tenido, y sin embargo no me planteé publicarlo. Lo cual demuestra que los designios de literatura son más inasibles de lo que piensan algunos.

–¿Y ha sanado?

–Completamente.

–¿Ha pensado a qué se dedicará «Chico» cuando sea mayor?

–Me gustaría que fuera feliz y haga algo de provecho. Aunque, bien mirado, ya lo está haciendo desplegando su encanto y vitalidad. «Chico», sin saberlo, está normalizando lo que a priori no es normal. Veo en él a un pequeño arquitecto dispuesto a levantar un muro indestructible contra la adversidad, el miedo o la desazón.

–¿Qué es lo que más le preocupa de lo que está por venir?

–Estoy expectante, no preocupado.

–¿Qué le falta por escribir?

–No se me da bien hacer planes. Prefiero que la propia vida me ponga los temas en bandeja.

–¿La ley de Dependencia acoge lo suficiente a los niños Down?

–¡No me hable de la Ley de Dependencia! El niño tiene 29 meses y aún no hemos cobrado un euro, pese a que la ayuda está aceptada desde hace tiempo. Espero que el nuevo Gobierno, sea el que sea, se tome este asunto en serio.

–Cuénteme algo de «Chico»...

–Ha descubierto el jamón y se vuelve loco por él. Le encanta aporrear el piano y ver vídeos de Miliki. Le gusta tirarle de las orejas a nuestros dos perros y junto a su hermano está todo el día haciendo travesuras.

El lector

«LA RAZÓN es un campeón de la supervivencia. Apostaron por crear un periódico de tirada nacional cuando se pensaba que estaba cerrado el cupo. Además nos ha dado a conocer a grandes articulistas que entonces no eran tan conocidos para el gran público».