Historia de una pérdida
Perder mujeres, amores, a veces, es una cuestión de método. Sobre todo si lo que se pierde es algo más que una simple relación afectiva o amorosa. Eso es lo que le ocurre a Yunior, el personaje principal de la mayoría de estos nueve cuentos de Junot Díaz, quien diecisiete años después de la publicación de «Los boys», un libro que deslumbró a la crítica latino y americana, regresa al formato breve con unas historias centradas, básicamente, en las complejas y tensas relaciones entre hombres y mujeres, pero también en su propia peripecia familiar.
Desde los barrios de su Santo Domingo natal hasta las duras calles de Nueva Jersey, el viaje emprendido por Yunior se asemeja bastante al recorrido hecho por el propio Junot Díaz: la autobiografía fragmentada y sentimental de un niño que, a los seis años, debe dejar su país y sus cosas y mudarse con su familia a Estados Unidos, donde le espera un padre que ha cambiado demasiado y el inicio de una vida que lo llevará a recorrer, con el paso del tiempo, un territorio y una lengua ajenas y los cuerpos de unas cuantas mujeres (y todas, a su manera, tan diferentes), que pueden llamarse Magda, Alma o Nilda. Una, por ejemplo, sueña con vivir en Nueva York. Otra, en cambio, trabaja en la lavandería de un hospital de New Jersey. Otra, por el contrario, está dispuesta a hacer lo que sea para cambiar su condición de inmigrante: incluso piensa casarse casarse con un hombre al que no ama.
Guantes y bates de béisbol
Mujeres, sí, pero no sólo ellas. Porque en estos nueve cuentos, escritos con una prosa enérgica y colorida, también hay toda clase de hombres que viven el amor a su manera: hombres que le compran a su único hijo su primer bate de béisbol y sus primeros guantes, que han incorporado en sus vidas el hábito del adulterio y deben convivir con la pena de ver cómo la vejez y la enfermedad se lleva por delante la salud de sus familiares más queridos. Díaz, en ese sentido, en «Así es como la pierdes», no sólo despliega el mapa sentimental de un hombre como Yunior, que se acerca a todas esas mujeres a la que adora pero a las que, paradójicamente, no puede dejar de perder. Así, en estos relatos que se hunden sin anestesia en la condición humana, el amor funciona como algo más que el motor de unas historias que parecen encaminadas hacia su propia disolución. Es, de alguna manera, la metáfora de un deseo hecho a la medida del tiempo: un deseo real e infinito que sólo puede atesorar una cosa: lo que se ha perdido irremediablemente.