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larazon

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«Estoy bien jodido», así comienza la bitácora de «El marciano», escrita por el autor novel Andy Weir. «Para que conste: yo no fallecí en sol 6 –escribe el astronauta Mark Witney–, desde luego, el resto de la tripulación así lo cree y no puedo culparlos». El protagonista sufrió un accidente en Marte, es dado por muerto por sus compañeros y abandonado en el planeta rojo. Mark Witney es el primer náufrago interestelar que ha de sobrevivir cuatro años sin comunicación con la Tierra hasta que una nueva misión Ares quizá vuelva y lo recoja.
Estilo Crusoe
Estamos ante una novedosa intriga de supervivencia, como su precedente más famoso, «Robinson Crusoe», escrita en 1719 por Daniel Defoe. La novela de Andy Weir parte de un idéntico manual del náufrago superviviente, pero se diferencia del clásico por el sentido del humor frente al rigor religioso del Robinson Crusoe y por la claustrofobia que impregna el relato de Weir, atrapado no sólo en un planeta desierto en el que ha de ingeniárselas para salir adelante, sino en un mundo sin atmósfera, con apenas los recursos de la nave y los vehículos que han quedado en la superficie marciana, con los que tendrá que improvisar la mejor manera de aguantar casi dos años hasta que logra comunicarse con la Tierra. En cierto sentido, «Apollo 13» (1994) sería su precedente realista más cercano y «Robinson Crusoe en Marte» (1964), de Byron Haskin, filme repleto de elementos fantásticos, el más lejano.
La creación del personaje Witney es el mayor logro de esta novela en la que la ciencia, en el sentido duro del término, es utilizada por el astronauta para lograr sobrevivir con un ingenio que algunos críticos maliciosos han calificado de MacGyver en «La isla misteriosa», de Julio Verne. Lo cual tiene algo de cierto, porque el personaje va relatando en su bitácora cómo se las ingenia para cultivar un campo de patatas en la nave, sucesivos inventos para fabricar agua y para conseguir un transmisor con el que contactar con la NASA. Pocos autores son capaces de mantener la tensión narrativa con tan escasos elementos y lograr con sencillez que el lector se identifique con el astronauta atrapado utilizando los conocimientos tecnológicos que le permitirán una tarea titánica: la lucha por la supervivencia en una de las novelas de conquista del espacio más verosímiles que se han escrito, siguiendo la línea dura de la especulación científica inaugurada por Julio Verne con su preferencia por las explicaciones científico-tecnológicas por encima del relato de fantasía.
Toda la obra está impregnada de realismo científico, rigor matemático y razonamientos algorítmicos, a veces un tanto abstrusos, pero con la autoridad suficiente para que el lector suspenda el juicio crítico y se abandone al placer desasosegante que transmite la lectura de esta excepcional obra donde la ciencia predomina por encima de lo maravilloso. Que «El marciano» vaya a ser dirigida por Ridley Scott e interpretada por Matt Damon se debe al interés que ha despertado esta emocionante intriga espacial especulativa que comenzó con una autoedición en internet y que dos años después se ha convertido en un «best-seller» mundial. Sin duda, la sorpresa del año.