Hustvedt: «Los hombres no aceptan la autoridad de las mujeres»
La pareja de Paul Auster reune en un volumen sus sus ensayos, donde reflexiona sobre arte, neurobiología, literatura y feminismo
La pareja de Paul Auster reune en un volumen sus sus ensayos, donde reflexiona sobre arte, neurobiología, literatura y feminismo
La escritora Siri Hustvedt ha ahondado en el arte, la literatura y la neurobiología, entre otras materias, en una serie de ensayos que reune ahora en «La mujer que mira a los hombres que miran a las mujeres» (Seix Barral); unas indagaciones y disquisiones alrededor de varios asuntos que aspiran a convertirse en una apuesta firme, en un puente entre esas dos orillas, las ciencias y las humanidades, que han quedado aisladas una de otra. Ella aspira a reconciliar el llamado mundo de los números y las letras a partir de unos trabajos interdisciplinarios asentados en ideas y principios procedentes de las ramas que componen ambos conocimientos. «Ahora mismo existe una especie de hambre para que se restablezca una conversación interdisciplinaria, un lugar donde la filosofía puede aportar puntos importantes a lo que llamamos ciencias puras y demostrar que existen algunos de sus paradigmas donde hay errores, y, al mismo tiempo, que la ciencia puede traer estudios empíricos a las llamadas humanidades para que las fortalezca», comentó ayer a este diario.
Goya y Almodóvar
Alta, delgada, de un inglés pausado, como meditado, Siri Hustvedt, pareja desde hace años del novelista Paul Auster, ha partido de esta idea universal de reconciliar los diferentes conocimientos humano y, con esa premisa bien clara y asentada, ha abordado temáticas muy diferentes, aparentemente desconectadas entre ellas, como es la sensibilidad artística en creadores como Mapplethorpe y Almodóvar, la memoria, la feminidad en el escritor escandinavo Karl Ove Knausgärd o la relación de los artistas con las mujeres, donde da pie a introducir su feminismo, que ya puede entreleerse desde el mismo título escogido para este libro. «La capacidad de un artista como Vermeer para retratar la vida interior y la subjetividad de las mujeres que pintaba es muy impresionante. Lo mismo sucede con un pintor como Francisco de Goya, pero, en cambio, Pablo Picasso, que siempre fue un gran innovador, a nivel de papeles sexuales no aportó nada; en ese terreno apenas se movió. Recurría casi siempre a temas convencionales, preexistentes, como es el desnudo, el retrato, y los descomponía y hacía cosas emocionantes con ellos, pero no altera la temática del arte».
La escritora, consciente de los vaivenes de la historia, del pulso eterno entre los avances y las pulsiones conservadoras que nos anclan al pasado, comenta cómo es la situación actual de las mujeres en el mundo contemporáneo: «Si observas un momento las grandes corporaciones enseguida se da cuenta de que no existe la igualdad entre los sexos. Cuando llega el momento de repasar las élites de nuestras sociedades, ves que ahí lo que encuentras siempre son hombres. En las reuniones de los grandes líderes políticos únicamente descubres a Angela Merkel. Uno de los grandes problemas es que a los hombres les cuesta tolerar la autoridad de las mujeres».
En esta conversación no tarda en asomar por el horizonte el nombre de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, que ha recurrido a un discurso misógino durante la campaña electoral. «Él está conectado con el populismo de derecha que ha resurgido en Europa, incluso se acerca a los postulados de Marine Le Pen. Pero debemos analizar un punto: la emoción es una fuerte conductora de emociones, y la emoción de la vergüenza masculina y blanca en los Estados Unidos es muy fuerte. Los blancos consideraban que había un mundo que les pertenecía y que se ha erosionado por la presencia de las mujeres, los inmigrantes y algunas minorías de personas de otras razas. Esto ha creado entre ellos un sentimiento de ira que se ha sumado al de vergüenza. Trump era la ruta perfecta para estas personas, el que les guiaba desde la vergüenza hasta el orgullo. Nunca debemos olvidar que la vergüenza es una emoción terrible y todos haríamos casi cualquier cosa con tal de quitárnosla de en medio y superarla. Y lo normal es que ese conducto sea la ira».
Para Siri Hustvedt, Hollywood, la factoria de sueños cinematográficos, está marcando hoy en día cuál es el modelo de mujer a las propias mujeres. Y lo cierto es que no está muy de acuerdo con los estereotipos que se están aireando. «Desde hace tiempo, las películas que se hacen en los estudios son para niños. Las mujeres que pueden verse en ellas cintas son lo que se llaman “chicas que están buenas”. Eso es lo que triunfa. Y también están presentes dichos modelos en los programas y las series de televisión, porque aumentan las audiencias. Pero tampoco debemos ser muy negativos. Se han producido cambios sustanciales en las últimas décadas. Cuando yo nací, la idea esencial es que un padre tenía que ser esencialmente fuerte. Aunque en esa época, nunca veías a un hombre llevando el carrito de un bebé. Era casi impensable. Ahora, sin embargo, la imagen es bastante corriente. De hecho, Trump existe por el miedo que tienen muchos a los cambios en la cultura. Este es el retroceso de ahora. Debemos tener presentes que la mayoría de los hombres que le han votado son blancos y sin educación formal, pero, también, mujeres sin formación, aparte de protestantes evangelistas blancos; los negros no le han apoyado».
Cambios generacionales
Siri Hustvedt aborda varias disciplinas en estos ensayos, pero no evitó algunas palabras sobre la cultura popular y los riesgos que conlleva: «La idea de las novelas es que sus historias tienen un significado particular y dentro de ellos puedes encontrar la inmensidad de la experiencia humana. Cuando hablo de algunos fenómenos que suceden con los libros, pienso que hay algo que está más allá del contenido y es el deseo de compartir esa experiencia. Parte del encanto de las aventuras de Harry Potter es que todo el mundo lo ha leído. Esto mismo sucede con el “blockbuster”. Ves una película sabiendo que ya todo el mundo la está viendo y puedes hablar con ellos. Hubo una época antes de la Segunda Guerra Mundial en que las personas tenían una idea de conocimiento compartido, como, por ejemplo, por el latín o el griego. Ahora la cultura de masas juega ese papel, está sustituyendo este modelo. La cultura de masa es, de alguna manera, la experiencia compartida de nuestro tiempo». La escritora, no obstante, advierte de un peligro latente: «Si lo único que te gusta es esta cultura pop; si estas convenciones sociales es lo único que consumes, lo que te ocurrirá es que dejarás de estar preparado para disfrutar del suspense de, por ejemplo, Henry James o para leer a Dickens o el propio Cervantes. Si no posees ciertas coordenadas mentales, las que desarrollas con lecturas y a lo largo del tiempo, acabas perdiéndote muchas cosas».
UNA PLAGA INTERNACIONAL
Uno de los asuntos más espinosos que Hustvedt aborda en su libro es el suicidio: «Antes, la mayor parte de los estudiosos los consideraban un tema ético. Yo creo que es la plaga internacional. A través de mis clases, he podido constatar que varios estudiantes de escritura procuraron quitarse la vida. Todos se han alegrado de no haberlo logrado. El suicidio es una manera de intentar hacerte con el control de tu propia existencia. Pero también es cierto que siempre existe un mensaje dirigido a otro; en este punto hay que añadir que en él subyace un afán de diálogo con alguien más». La escritora también matiza que «es una cuestión muy amplia. No tiene nada que ver el hombre que salta desde una ventana durante el 11-S que el japonés que se mata. Hay matices culturales. Por ejemplo, en Occidente, la persona que se quitaba la vida no se la enterraba en un cementerio. Y un dato: decididamente, hay más hombres que lo logran que mujeres».
«La mujer que mira a los hombres...»
Siri Hustvedt
Seix barral
448 págs,21,50 eur.