La cara B del «terror rojo»
Es evidente que la dimensión criminal del «terror rojo» es propia del conjunto del sistema comunista. Los aproximadamente 20 millones de muertos sólo en la URSS es un hecho irrefutable. Lenin comenzó con su «guerra de clases», un genocidio programado contra los enemigos políticos e ideológicos de la revolución bolchevique, llegando a considerar a cualquiera «enemigo del pueblo» o persona socialmente peligrosa. En la época de «el gran terror», de 1936 a 1938, la represión adquirió dimensiones pavorosas, deteniendo desde dirigentes a ciudadanos para que cumplieran las cuotas de elementos contrarrevolucionarios a reprimir. En 1953 murió Stalin y se atemperaron sus excesos sin que remitieran las purgas ni se eliminara el gulag.
Un infierno de vida
La acción de «El niño 44» se sitúa en esta época de tránsito. Su autor, el inglés Tom Rob Smith, ha escrito una deslumbrante novela protagonizada por un agente del servicio de seguridad de la checa soviética, en donde nadie está a salvo de ser sospechoso de contrarrevolucionario. Al caer en desgracia y ser degradado a policía en un remoto pueblo ruso, Leo Demidov sufre en su propia carne el terror estalinista: pasar de vigilante a vigilado. Al investigar el asesinato de un niño, salvajemente acuchillado y eviscerado, se asombra de que ni este tipo de crímenes ni los criminales existan en el paraíso comunista.
El comunismo es incapaz de producir tales monstruos, algo propio de la propaganda occidental. Él, que torturaba para que gente inocente confesara crímenes imaginarios, se enfrenta a la paradoja de que, como policía, debe inventar criminales para ocultar los crímenes reales. A partir de esta epifanía, su vida se convierte en un infierno, atrapado en un sistema de silencio y delaciones del que es imposible escapar. Investigar los crímenes de un asesino en serie de niños cuestiona además la lógica criminal de la KGB, pues cualquier asesino podía encontrar cauce legal a su instinto criminal a sueldo del Estado comunista. «El niño 44» es una fabulación de los años del tránsito del terror estalinista al deshielo político por Kruschev, tomando como modelo al peor asesino en serie de la Unión Soviética, Andréi Chikatilo, que mató a más de cincuenta niños en los 70. La novela tiene ciertas similitudes con «Gorky Park», de Martin Cruz Smith, pero al centrar la acción en 1953, Tom Rob Smith puede mostrar en toda su crudeza el clima de terror, miedo y delación del comunismo y la imposibilidad del disidente por buscar la verdad, brutalmente reprimida por el aparato socialista. Que Leo Demidov y su mujer se empeñen en descubrir al asesino en un acto de rebelión moral es uno de los muchos aciertos de esta compleja y turbadora novela histórica de misterio e intriga criminal.