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La golem doliente

larazon

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Las fábulas son cosas del pasado, pero a veces reaparecen revestidas con un envoltorio posmoderno que las hace revivir sin perder su halo mistérico. En particular, cuando se mezcla con un relato de ficción histórica y los seres sobrenaturales son tratados de forma cotidiana sin por ello perder su aura mágica. La reconstrucción de Nueva York en 1899, con sus barrios de emigrantes judíos y del Oriente Medio, es uno de los mayores aciertos de Helene Wecker en «Los viajeros de la noche». Un orbe poblado por emigrantes que tratan de integrarse en el Nuevo Mundo, y que, sin saberlo, ayudan a dos seres procedentes de su folclore ancestral, abandonado al trasladarse a América, a vagar perdidos sin dotar de sentido a su realidad. La vivaz creación de esa sociedad de emigrantes paupérrimos pero bondadosos convierte a Wecker en una extraordinaria escritora.
El segundo acierto, base de esta fascinante novela expresionista heredera de los viejos cuentos judíos y la tradición oriental de «Las mil y una noches», es el tratamiento realista que da a un genio y a una golem, creada por un rabino desquiciado para un hombre de negocios judío que desea una mujer obediente con quien iniciar una nueva vida en Nueva York. Su muerte repentina dejará en la orfandad y el desconcierto a la golem en un entorno hostil. El genio, surgido de una lámpara de aceite, procedente del folclore oriental, es el segundo personaje mágico que Wecker introduce en la acción, buscando su lugar en una sociedad que ha dado la espalda a su patria. Tratándose de una novela nada convencional pero con un trasfondo de relato fantástico, la narración se adapta al estilo realista con tal naturalidad que el lector la acepta sin reticencias.
Mujer de arcilla
Pero lo que hace original este cuento de almas en pena procedentes del folclore de un mundo ya extinto, es el equilibrio entre narración de ficción histórica realista o romance desplazado y la fábula sobrenatural. Ambas se entrecruzan hasta el punto de que Werker puede retorcer la narración para presentar tanto a la golem, mujer hecha de arcilla que ha cobrado vida para hacer realidad los deseos humanos, como al genio de la lámpara, como dos seres dolientes, incapaces de adaptarse al mundo de los emigrantes, al haber abandonado sus costumbres y leyendas por otras nuevas, que se configurarán como ficción con el nuevo siglo en el cine y las novelas de terror. Freud habló de lo «familiar vuelto extraño», pero no de su contrario: cuando lo extraño se vuelve cotidiano. Eso es lo que hace de ambos dos friquis posmodernos ajenos a la tragedia de Frankenstein. Además de una deslumbrante fábula sobre el otro como ser monstruoso, es una elegía de las antiguas leyendas del viejo mundo, inintegrables en la modernidad.