La Nueva York nostálgica de Stephanie Danler
La autora narra en “Dulceagrio”, su exitosa primera novela, la historia de una joven que, mientras trabaja como camarera en un icónico restaurante de Manhattan, aprende sobre la comida, el vino, las drogas y el amor
La autora narra en “Dulceagrio”, su exitosa primera novela, la historia de una joven que, mientras trabaja como camarera en un icónico restaurante de Manhattan, aprende sobre la comida, el vino, las drogas y el amor
“He pasado casi toda mi vida adulta tratando de lograr que la gente le agarre el gusto al Jerez”, dice Stephanie Danler en una cafetería de Malasaña, en Madrid. Muy cerca de allí, en la calle Velarde, hay un tienda de ropa “vintage” llamada Williamsburg. Cuando lo escucha, Danler se ríe, casi avergonzada. Es el nombre del barrio de Brooklyn donde vive el personaje principal de su primera novela, “Dulceagrio” (Malpaso). Tess tiene 22 años y acaba de llegar a Nueva York desde un pueblo mínimo “que ni siquiera está en el mapa”; sin planes ni aspiraciones claras, se instala en Brooklyn -en 2007, antes de que se convirtiera en la zona “hipster” y “cool” que es ahora- porque no puede pagar un piso en Manhattan y busca trabajo en un restaurante.
Aunque Danler insiste en que su libro es una novela y no una memoria, la verdad es que tiene mucho en común con Tess, como la escapada a Nueva York y su experiencia como camarera. Y, también, su gusto por el Jerez: “¿Cuál es tu favorito?, ¿Cuál de la lista te entusiasma?”, le pregunta Howard, gerente general del restaurante donde trabaja, a Tess: “El Manzallina, creo. La Gitana”, contesta ella. Y Danler lo confirma: “Me encantan los de Sanlúcar de Barrameda y Jerez de la Frontera. La gente cree que es un vino dulce, pero no, tiene un toque de nueces y sal”.
Danler, de 30 años, se mudó a Nueva York hace 11 años para ser escritora, pero pasó una larga temporada trabajando en la industria de la restauración, e hizo un máster en The New School, antes de terminar su primera novela. El “New York Times” publicó su historia como la de una camarera que muestra su manuscrito a un editor, cliente del restaurante donde trabaja, y casi por azar consigue un contrato millonario. La esperanza de todas las jóvenes que van a la Gran Manzana a encontrar fama y fortuna. Danler entiende el encanto del relato, pero niega que sea real: “En ese momento, yo seguía trabajando en un restaurante y tenía 400 dólares en mi cuenta. De pronto, comenzaron a llegarme cientos de notas y mensajes sobre el contrato con la editorial y entendí que esto no se trataba de mí, sino del precioso mito de que tu vida puede cambiar en cualquier momento. El problema con ese mito es que resta importancia a los años de esfuerzo que hay detrás”, afirma.
De hecho, aquel cliente -Peter Gethers, de Penguin Random House- fue uno de la docena de editores que le ofrecieron publicar “Dulceagrio”. La autora tiene programada su traducción a 11 idiomas y un segundo libro, que no es una continuación del primero, pautado para 2018: “Aunque me parece una fecha demasiado optimista. No soy el tipo de persona que puede estar aquí, dando una entrevista, y luego puede sentarse a escribir”, asegura. En “Dulceagrio” sí es capaz de combinar varias pasiones que tienen mucho en común: la comida y el vino, la sexualidad y el lenguaje. “Cuando escribes sobre comida, o sobre sexo, es fácil caer en el uso de adjetivos o alargar demasiado las metáforas, pero traté siempre de volver a la voz de Tess y a la inmediatez de su cuerpo”, explica Danler. Tess, que al principio de la novela tiene un paladar simple y sin educación, va aprendiendo a apreciar el sabor de un Chenin blanc y a disfrutar del toque salado de las ostras a la vez que avanza por un túnel confuso de cocaína, alcohol y sexo, al final del cual, según cree, se encuentra la adultez.
El otro protagonista de la novela es evidentemente Nueva York, que no es sólo un paisaje sino el espacio que hace posible todo lo que Tess está viviendo. En ninguna otra ciudad podría tener las mismas experiencias.
Danler ya no vive allí, ha cambiado Manhattan por Los Ángeles, y dice que cuando estaba escribiendo ya intuía su partida: “Comencé a notar cierta nostalgia. Sabía que iba a irme. De todos modos, algo esencial de esta ciudad es que, cuando comienzas a amarla, cambia”, afirma la autora, tratando de explicar la “saudade” que impregna su novela que, aunque transcurre en 2007, parece que hablara de una Nueva York remota.
“La ciudad siempre va a ser para ti lo que fue la primera vez que la visitaste. Yo, cuando llegué, estaba triste y entusiasmada a la vez”, recuerda. Un detalle más que comparte Danler con su protagonista.