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La verdadera historia de una geisha

Ihara Saikaku narró en «Vida de una mujer amorosa» la doble moral de la sociedad japonesa. LA RAZÓN publica un adelanto de este clásico del siglo XVII que ahora recupera en español la editorial Sexto Piso.
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Ihara Saikaku, seudónimo de Hirayama Togo, uno de los escritores fundamentales de la literatura japonesa del siglo XVII, narró la maldición y las virtudes de una belleza prematura en "Vida de una mujer amorosa". Una chica joven, capaz de enamorar a los hombres desde una edad precoz, descubrirá que el cuerpo es un vehículo para alcanzar una vida confortable. Pero en ese camino también conocerá el egoísmo del corazón humano. Un retrato descarnado de un Japón inédito a través de la biografía de una mujer que disfrutará de las comodidades de las cortesanas, pero que también padecerá las miserias de su profesión. La Razón adelanta un fragmento de esta novela, una de las más bellas de las letras niponas, que ahora publica Sexto Piso.

Capítulo 4

Una cinta de papel dorado en el tocado
El tocador femenino es singular, con sus pelucas negro azabache por el suelo, las cajas de cosméticos desordenadas, los espejos dobles en cualquier parte. En lo que respecta a las mujeres, el cuidado del cabello ocupa el primer lugar. En algún momento, no recuerdo exactamente cuándo, me dediqué a cuidar el aspecto de las mujeres. En la actualidad he adoptado un peinado estilo shimada. Acicalada de esta forma, até una pañoleta sobre mi cabeza y me contraté como empleada de una peluquería para señoras. Los peinados cambian como los tiempos. En nuestros días el estilo jiogo-mage se considera pasado de moda, como ya ocurrió antes con el godan-mage, que en la antigüedad fue considerado propio de las matronas. Las esposas modernas han perdido toda noción de la gracia. Se esfuerzan sólo por copiar el estilo de las cortesanas y de los actores de Kabuki. Caminan dando pataditas con los pies, moviendo las caderas y preocupadas únicamente por el tamaño de las mangas de su ropa, como hacen los hombres. ¿Me aceptarán? ¿Podré seguir siendo yo? ¿Cómo me verán los demás? Eso es lo único que les importa.
Si tiene manchas de nacimiento, hará todo lo posible por ocultarlas. Si sus tobillos son gruesos, los cubrirá con un kimono de faldas largas. Si tiene la boca grande, fruncirá los labios o preferirá guardar silencio. Los sufrimientos de las jóvenes en la actualidad van más allá de lo que imaginamos. Si los hombres tuvieran paciencia, lo torcido se enderezaría y las mujeres verían que vivir en el mundo flotante no es tan agradable como parece. Es raro que una sola mujer posea los nueve aspectos que comprenden la verdadera belleza. Para comprometerse en matrimonio, los hombres deberían determinar la dote de acuerdo con el aspecto físico de su futura esposa.
En cuanto me contraté, recibí mis ropas de las cuatro estaciones y un salario de ochenta momme de plata al año. Mis labores se iniciaron el segundo día del segundo mes, por lo que al amanecer de ese día me dirigí al negocio de mi señor. Cuando llegué, la esposa del señor estaba tomando su baño matutino. Después de un rato me llamó a una habitación, en la parte trasera de la casa, para entrevistarme. Era una joven de apenas veinte años que se enorgullecía de su elegancia. Aunque yo también soy mujer, me admiré de que existiera una persona tan perfecta en este mundo.
Mi ama me habló de varios asuntos. De pronto, me dijo: «Aunque pueda parecerle extraño, quiero que redacte un documento en el que, poniendo por testigo a todos los dioses de Japón, jure no revelar nunca a nadie los secretos de esta casa». Era mi patrona la que estaba pidiéndome algo y confiando en mí. Así que yo no tuve inconveniente para tomar el pincel y firmar, exactamente como me lo pedía. Mientras escribía pensaba, con convicción profunda, invocando a los budas: ahora, cuando ningún hombre me inquieta, sólo espero que respete mi dignidad. «Ahora que has escrito tu promesa, dijo mi patrona, ya puedo explicarte mi secreto. Aunque sé que soy una mujer de gran belleza, mi cabello, lamentablemente, es escaso, como puedes constatar». Mientras hablaba, deshizo su peinado y numerosos mechones de cabello falso cayeron al suelo. «¡Voy camino de quedarme calva! —dijo sollozando—. Hace cuatro años –prosiguió– rompí con mi señor. Cada noche, cuando regresa, sé que el tiempo no ha pasado en balde. Enojada, coloco mi almohada separada de la suya y finjo dormir. No discuto con él, porque si me viera sin mi tocado, sus sentimientos hacia mí podrían desaparecer. Es doloroso pensar en ello. ¡Qué difícil ha sido ocultárselo todos estos años! Le pido que por ningún motivo le revele a él lo que hemos hablado. Las mujeres debemos apoyarnos unas a otras».
«Vida de una mujer amorosa»
Ihara Saikaku
Sexto Piso,
244 páginas
19,00 euros

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