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La vida es puro narcisismo

larazon

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Un completo ensayo reflexiona sobre su auge en la sociedad actual desde un punto de vista antropológico y muestra las estrategias que siguen las marcas
La idea clásica de vivir por el lujo o el placer se remonta, más allá de los epicúreos –que erróneamente tuvieron la mala fama de un hedonismo desmesurado– al filósofo Aristipo de Cirene, discípulo extravagante de Platón que, en el siglo IV a.C. teorizó sobre los dos afectos que mueven al hombre, el sufrimiento y el placer. Desde entonces, la idea de buscar el placer de los sentidos en la vida ha tenido una reputación ambivalente en la historia de las ideas y un reproche al exceso que siempre se dirigía hacia oriente (o «los otros») pasando por alto el lujo propio: los griegos acusaban de excesiva indulgencia y lujo («tryphe») a los persas y orientales a los que contraponían su filosofía de vida más sencilla. Los romanos más austeros de la época republicana, a su vez, censuraban la luxuria filohelena de las grandes villas suditálicas de los miembros de la nobleza que cultivaban la buena vida y la filosofía griega (notorio es el caso de Verres o de Lúculo, cuya mesa, de opulencia proverbial, encarnaba ese lujo excesivo). Pero el lujo, como se encarga de recordarnos este libro de Yves Michaud, es una constante antropológica que se remonta a los primeros estadios de la humanidad y a los fundamentos de su propia conducta social.
Un mercado en alza
Pero ¿qué es lo que ha cambiado en nuestros días en la idea de lujo? El libro parte de un hecho que sirve de premisa y que da pie a la reflexión sobre el tema. Incluso en las crisis más tremendas de comienzos del siglo XXI –pienso no sólo en los recientes estallidos de la llamada burbuja inmobiliaria o hipotecaria y en la debacle financiera de la zona euro, sino también en el escenario económico que rodeó al 11 de septiembre– la pasión por el lujo no descendió un ápice. Antes al contrario, se ha disparado el consumo de objetos de lujo y, desde mediados de los noventa a hoy, el mercado del lujo casi ha triplicado su facturación, mientras los países emergentes (sobre todo China o Rusia) aportan una potente clase alta enriquecida amante del lujo. El gusto por el lujo es una constante humana en todas las épocas, desde los túmulos escitas, ricos en oro, a las modas del siglo XVIII, bien como marca de distinción social o de ostentación atractiva.
Pero ahora Michaud identifica como típico de nuestro tiempo un lujo más vaporoso pero no por ello menos vigorizante para el narcisismo y el elitismo del usuario, el llamado «lujo de experiencia»: una experiencia distinta, poco frecuente, especialmente intensa aunque difusa –Michaud ha estudiado el arte vaporoso y la industrialización del placer en libros anteriores– como comer en un restaurante como El Bulli, realizar un viaje inaudito a las capas superiores de la atmósfera, o las diversas experiencias de los viajes y cruceros de alta gama (por no hablar de la vertiente menos «respetable», pero parte de la industria, como la droga o la prostitución de altísimo estanding). En efecto, según la monumental «Histoire du luxe», de H. Baudrillart (1880), existían cuatro dimensiones explicativas del gusto por el lujo: la sensual, la ostentosa, la de ornamentación y la pasión por el cambio.
Para Michaud, en lo moderno falta la perspectiva experiencial, pues hay que dar cuenta del divorcio entre objetos y lujo, en la experiencia de la desconexión de la realidad y lo cotidiano. En un primer momento, su propuesta examina el significado básico, funciones y manifestaciones constantes del lujo (capítulos 1-2); luego pasa a analizar el lujo contemporáneo (cap. 3-6) y acaba con la crítica de este nuevo enfoque experiencial del lujo (7-8). Todo el nuevo lujo, frente al tradicional, tiene una nueva dimensión filosófica –a la par que reproduce viejos esquemas de mercadotecnia y política económica– que tiene que ver con las experiencias del usuario, no tanto con su uso de objetos significados como lujosos. Lo efímero y fugaz de las emociones que procura este gusto por lo inusual y costoso transforma también el lujo habitual y hace que los argumentos publicitarios de coches de lujo y demás objetos lujosos se dirijan sobre todo a la dimensión experiencial. Lo que se compra y se paga a precio exorbitante –para distinguirse de los demás– es la llave para un mundo maravilloso de experiencias más allá de lo común. El nuevo lujo de Michaud sigue los pasos teóricos de su libro acerca del «arte en estado gaseoso» sobre una estética difusa y refugiada en la experiencia. De hecho, el lujo tiene, desde siempre, cierta comunidad conceptual –y también etimológica, como comenta el autor al principio– con el arte y su estudio ha de ser una combinación de estética y socioeconomía. Pero este nuevo hedonismo es mucho más banal que el antiguo de Aristipo, que oscilaba entre las dos pulsiones o afectos básicos, pues se basa en la confusión de la conciencia con experiencias frágiles, en la frontera entre lo real y lo irreal.
El placer de lo momentáneo
Este lujo es más bien un aura en la que triunfa también la estética dispersa y la búsqueda de un nuevo yo: en la crisis de las identidades, el lujo experiencial proporciona nuevos «yoes» que nos permiten ser alguien especial y distinto, aunque banal, marcado por el placer de lo momentáneo. El lujo queda así espléndidamente estudiado y actualizado en un ensayo escrito en un lenguaje asequible, pero no carente de todas las referencias teóricas y bibliográficas precisas, desde el punto de vista de las estructuras socioeconómicas, la posición social y de la distinción que procuran estas experiencia en nuestro mundo globalizado, pero también muy compartimentalizado. Un espléndido repaso crítico, en definitiva, de las nuevas manifestaciones del lujo que supone un nuevo punto de referencia para la estética y la psicología social.