La virtud del exceso
No puede haber un más allá de la posmodernidad porque los estilos y géneros populares no pueden volver a una posición previa a la ruptura que supuso la modernidad. Todo se conjuga para que las variaciones canónicas que se establecían en los géneros hayan saltado por los aires y se combinen con la fluidez y descaro que lo hacen los mitos populares en las culturas primitivas: mediante el bricolaje: ensamblando materiales diversos que acaban configurando un relato heterogéneo. Algo usual en la novela policiaca, un género que se expande hasta convertirse en omnímodo, especialmente asociado al «thriller» o novela de misterio y suspense. A estas alturas, resulta difícil deslindar estos subgéneros, particularmente cuando se trata de novelas que parten de un crimen. Que lo resuelva un investigador o derive hacia la novela de intriga, con adición de géneros tan dispares como la novela histórica, la social y de denuncia política e ideológica, marca la frontera entre una novela negra en donde el crimen, el detective y su resolución son esenciales, y el «thriller» de misterio y suspense, cuyo cometido es estremecer, crear tensión y angustia mediante los métodos más espurios o refinados.
Recientemente, estas ficciones de suspense, misterio y crimen, y tomo como punto de partida «Un millón de gotas», de Víctor del Árbol, incluyen en el peritexto –portada, nota de prensa y solapas– el marbete de «thriller literario». Una nueva etiqueta que trata de añadir un elemento extragenérico, que puede o no estar en el resto de novelas populares: la calidad literaria. Un ejemplo reciente de «thriller» literario «midcult» es el «best-seller» del suizo Joël Dicker «La verdad sobre el caso Harry Quebert». Dejando a un lado la siempre discutible etiqueta de calidad literaria, lo cierto es que Dicker condensa en sus páginas los elementos de «ese más allá» que deben conjugarse para escribir un «thriller» literario: la circularidad de la intriga, la composición en forma de puzzle, el juego de coincidencias entre personajes, un villano, giros imprevistos, referencias históricas y el contexto profesional en donde se desarrolla la investigación, en este caso la universidad y los escritores universitarios de éxito, comprendido dentro del «thriller profesional», que se ramifica en «thriller legal», «thriller médico» o «thriller técnico».
Sangre y dolor
El libro experimenta este formato caleidoscópico, un entramado con numerosos personajes, investigación de un asesinato que es mero pretexto para adentrarse en una arboleda de misterios, horribles a veces, que afectan a los protagonistas como una herencia imborrable de muerte, sangre y dolor. Para redondear la monumental y desaforada historia, su relato se desborda hacia el folletín, tal es la enormidad de los hechos que en un contexto melodramático extremo pueden llegar a aceptarse tantos desafueros seguidos. Ésa es su maestría, hacer del exceso literatura.