Cultura

Crítica de libros

Libres, cultas y ocultas

Libres, cultas y ocultas
Libres, cultas y ocultaslarazon

El premio Nadal de 1976 recaía en «Lectura insólita de “El Capital”», de Raúl Guerra Garrido (Madrid, 1935), una novela que descubría a un escritor de independiente expresión literaria, crítica mirada realista y rigurosa intención estilística. Aquella historia del empresario secuestrado por ETA que disponía como única lectura del emblemático libro de Karl Marx aunaba la crudeza de un conflictivo entorno social con una demorada reflexión sobre la violencia, el miedo y la soledad. Libros de muy variado registro narrativo como «El año del wolfram» (Premio Planeta, 1984), «Viaje a una provincia de interior», «El otoño siempre hiere» y «La Gran Via es New York» demuestran la solidez de un autor de densa deriva conceptual, indagante carácter meditativo e introspectiva mirada autorreferencial. Su más reciente novela reviste la forma de la apócrifa autobiografía novelada de un artista plástico, Jesús Expósito, a cuya exposición de idéntico título ha sido invitado el narrador. En esta evocada trayectoria vital se mezcla todo un anecdótico mundo de marchantes, creadores y galeristas, con la intimidad de un protagonista atormentado por la imaginería visionaria de un arte conceptual, ilógico y vanguardista.

Anhelos y fracasos

Un conjunto de manuales escaleras de madera, en imposible equilibrio, metáfora acaso de ascendentes anhelos y estrepitosos fracasos, forman un espacio expositivo que lleva a una cosmogónica atmósfera surreal: «La ciudad es un mar de fuego que sigue ardiendo mientras queda algo por consumir, las calles ríos de lava fundente, el hogar en pocos minutos se transforma en el rescoldo de un brasero apocalíptico». Se barajan aquí, con una sintaxis de irreverente configuración hipotáctica y torrencial ritmo narrativo varios referentes: una parodización de las convencionales relaciones sociales, la mordaz visión científica de cotidianos episodios, una perspicaz mirada sobre las argucias del arte moderno, la denuncia de la pretenciosa crítica cultural, la intrascendencia del universo informático, una creciente deshumanización generalizada y la ausencia de cualquier sentida espiritualidad.

Todo lleva así a un alucinado paisaje de dudosa moralidad, mixtificadas supercherías estéticas y absurdos argumentarios teóricos. Con la lograda ambición de recrear un relato de transgresora expresión irreal, se obtiene aquí una fábula sobre la soledad inherente al forzado intelectualismo, las emociones provocadas por la conseguida belleza, el ambivalente juego entre verdad y ficción, y la inquietante caracterización de unos espectrales personajes.