Los años en que los pobres cambiaron a Roma
Si existiera el premio Nobel para historiadores, tendría que ser para Peter Brown, a quien se debe haber sido el reinventor de la historia antigua en la modernidad, con su dedicación a la llamada «antigüedad tardía». El prolífico autor irlandés refundó esta área diferenciada de conocimiento entre la historia antigua y la temprana Edad Media con su libro de 1971 «The World of Late Antiquity», resucitando la vieja juntura conceptual, en siempre aparente y sugerente oxímoron, que acuñara el historiador del arte Alois Riegl. La novedad de Brown fue el énfasis en los aspectos sociales, religiosos y de historia de las mentalidades que convertían los siglos desde el Bajo Imperio Romano hasta llegar casi a la época de Mahoma en teselas antes descuidadas pero cuyo estudio unitario podría arrojar luz sobre el proceso histórico que conllevó una de las grandes transformaciones que han configurado el Occidente actual. Es esta una época en la que la cuenca del Mediterráneo experimentó unos cambios trepidantes que trasformaron para siempre el mundo antiguo con las características que ya marcarán el medievo. Y la posteridad: piénsese que la herencia grecorromana, la paideia griega, con su filosofía y su retórica, y el derecho y la política romanas, entraron entonces en simbiosis definitiva con el monoteísmo cris-tiano, como religión oficial del estado y, a la par y sucesivamente, contactaron con el elemento hebreo, germánico, eslavo, árabe, etc., hasta llegar a la emergencia del monoteísmo islámico en el siglo VII. Brown supo esbozar como pocos otros, a lo largo de su carrera y de su abundante bibliografía, el panorama de esta era marcada como ninguna otra por la revolución de la espiritualidad. Recuerdo bien su primera conferencia en España en 2009, en un congreso que tuve el honor de organizar en Segovia, donde le invité para hablar de la génesis de su interés por esta época.
Modelos políticos
«Por el ojo de una aguja», publicado en inglés en 2012, supone la última obra de Brown traducida al castellano de su producción, que no se encuentra toda disponible en nuestro idioma, y representa bien sus principales intereses de investigación. Brown dedicó su primer gran estudio a San Agustín, coincidiendo incluso, en el congreso internacional más importante dedicado a él con el que sería el futuro Papa Benedicto XVI, otro gran estudioso del santo de Hipona. A partir sobre todo de su innovador tratamiento de la Antigüedad Tardía con su obra citada de 1971, Brown se dedicó a estudiar la sociedad cambiante de la época tardoantigua, sobre todo en el Oc-cidente latino, con un especial hincapié en las figuras de los santos que se convirtieron en modelos para la sociedad y la política. Es la época en la que el prestigio social de la santidad había desplazado al de los grandes generales y también al de los oradores y filósofos. Este trabajo nos ilumina sobre la transformación de la mentalidad antigua en estos siglos cruciales de la emergencia de nuevos modelos éticos, sociales y políticos cristianos marcados por la idea de renuncia que recogían los Evangelios. El libro trata otro de sus temas predilectos, la renuncia al mundo por parte de la nueva ideología imperante en el mundo tardoantiguo: un cristianismo platonizado y universalizado y, por ello, separado del judaísmo. Si en una obra anterior, «El cuerpo y la sociedad», había tratado la revolución con respecto a la cosmovisión antigua que supuso la renuncia cristiana a la sexualidad, influenciado por sus lecturas de Foucault, al que conoció personalmente, aquí Brown se acerca a la renuncia clave a la riqueza.
Renuncia y santidad
El paradójico prestigio de la pobreza en la mentalidad tardoantigua es notable. Hay que decir que en el mundo antiguo los pobres contaban poco o nada y no existían la beneficencia o la caridad. Sin embargo, a raíz de la nueva ideología cristiana, el discurso del poder tendrá que adaptarse a la nueva mentalidad que preconizaba el Evangelio de unos pobres que «he-redarán el reino de los cielos». La ambivalencia de una Iglesia que, desde Constantino y con las continuas herencias y donaciones recibidas, se convierte en una potencia económica y la aparente contradicción con el ideal de pobreza son tratadas por Brown: su último libro en inglés «Treasure in Heaven: the Holy Poor in Early Christianity» (UP Virginia 2016) aborda este tema.
Esto es una revolución en el plano social, por cuanto el mundo tardoantiguo experimenta una huída del mundo y una renuncia a aspectos que se consideraban prestigiosos para obtener otro tipo de ventajas. Hay que recordar que esta es la época del comienzo del ascetismo cristiano, que nace entre los siglos III y IV, con los primeros cenobios o los eremitas, siguiendo las figuras de San Antonio, San Atanasio, San Pacomio y otros santos que hacen «del desierto una ciudad», protagonizando la huida de la ciudad grecorromana hacia el páramo y una nueva vida de renuncia conducente a la santidad.