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Los corderos balan en Baztán

Dolores Redondo presenta «El guardián invisible», un exitazo ya con ecos del filme protagonizado por Hannibal Lecter. «El guardián invisible». Dolores Redondo. Destino. 440 págs., 18,50 euros. (e-book, 12,35)
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Una lluvia gruesa y pertinaz cubre Elizondo (Navarra) y el río Baztán ruge entre sus márgenes, sembrados de casas señoriales, justo el día en el que se presenta «El guardián invisible» (Destino), el asombroso debut de Dolores Redondo (Donostia, San Sebastián, 1969) en el género policíaco. Parece que la naturaleza haya querido poner de su parte tiñendo de nostalgia esta localidad que en la ficción se ha convertido en el bucólico escenario de crímenes atroces. «Tenía claro que quería escribir una novela policíaca y tratar el tema del matriarcado, pero me faltaba el escenario. Cuando descubrí este lugar empecé a documentarme y me gustó tanto que me dio el resto de los ingredientes de la novela: el bosque, la fuerza del río Baztán, de los que viven en un clima tan hostil», comenta Dolores Redondo. La capital del valle de Baztán es el centro neurálgico de esta trilogía policiaca a la que seguirán «Legado en los huesos» y «Ofrenda a la tormenta», que ahondan en los asesinatos cometidos en la zona y en las raíces familiares de la protagonista, la inspectora Amaia Salazar, cuyos derechos cinematográficos han sido adquiridos por los productores de «Millennium».

Fenómeno editorial

Esta novela, que liga la sórdida esencia del género negro al costumbrismo y a la tradición mitológica vasco-navarra, se ha convertido en un fenómeno incluso antes de su publicación. La avalan grandes editoriales internacionales: Éditions Stock se encarga de la adaptación francesa, Bastei Lübbe de la alemana, Feltrinelli de la italiana, De Bezige Bij, de la holandesa, y Record Editora la distribuirá en Portugal y Brasil. Además, el libro también llegará a la República Checa, Reino Unido, Noruega y Turquía, entre otros. ¿El secreto? «El guardián invisible» se mueve entre el empirismo y la fábula hilvanando los racionales códigos de la investigación policiaca y el misticismo. La aparición de dos adolescentes asesinadas a orillas del río reaviva la creencia en seres mitológicos y leyendas que añadirán mayor intriga a las misteriosas muertes. Instruida en el FBI, la inspectora de la Policía Foral de Navarra Amaia Salazar será la encargada de resolver el caso y, sin quererlo, deberá enfrentarse a las heridas familiares que todavía supuran desde el pasado en su Elizondo natal.
Como la propia autora confiesa, la inspectora puede recordar en ciertos aspectos a Clarice Sterling, la protagonista de «El silencio de los corderos», por «la capacidad que tiene para, en medio de una tormenta que se desencadena a su alrededor, ser capaz de tener claridad para discernir lo que está ocurriendo». Sin embargo, tiene su propio carácter. Dolores Redondo se ha propuesto derribar varios tópicos sobre los inspectores en la novela. El primero, vencer las limitaciones con las que se describen a las mujeres. «Amaia mezcla fortaleza y sensibilidad. Creo que cualquier mujer puede ser muy profesional y terriblemente sensible respecto a temas como la maternidad o la vida familiar», comenta. Otro es presentarla como alguien felizmente casada: «Los inspectores de Policía son personas normales y corrientes y que llevan a sus hijos al colegio».
Abuela narradora
Mucho antes de que seres mitológicos vasco-navarros como Mari (una diosa local), el basajaun (una suerte de guardián del bosque), o las belagile (brujas) apareciesen en el libro de Dolores Redondo (en la imagen), circularon y se perpetuaron con la ayuda de grandes narradores orales como su abuela, que relataba a su nieta historias de la Santa Compaña, de los trasgos y las meigas.

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