¿Para qué sirve un filósofo?
No todo lo que es útil debe servir para algo o debe esperarse, de ello, un beneficio, especialmente uno económico. Hay cosas, como por ejemplo el conocimiento o el saber, o las artes en general, o el cultivo de la amistad y el amor, que más allá de su supuesta inutilidad mercantil ofrecen a la humanidad un refugio ante la lenta conversión de la sociedad, y de sí mismos, en una gran mercancía. Eso es lo que plantea Ordine en este excelente manifiesto, donde el autor pone a prueba la utilidad de lo inútil y la poca importancia que tiene toda ganancia a lo largo de la historia. Y lo hace a través de varias reflexiones prestadas por grandes filósofos como Aristóteles, Montaigne, Heidegger, Ciorán o Platón, y por escritores como Boccaccio, Foster Wallace, Baudelaire, Shakespeare o Lorca, por nombrar algunos. «Aristóteles ha escrito páginas importantes sobre el valor intrínseco del saber en su Metafísica», dice Ordine. «Es mérito suyo haber formulado con claridad la idea de que el conocimiento en los grados más altos no constituye una ciencia productiva». Una manera de entender el ejercicio de la filosofía y el pensamiento que también compartía Montaigne. El creador del ensayo, por ejemplo, escribía en el lugar más inútil de su casa, un armario.
Levantar la voz
Directo, implacable, Nuccio Ordine no sólo examina la supuesta inutilidad de los filósofos o de los poetas como Baudelaire, quien consideraba que el comercio era algo satánico, o de García Lorca, que procuraba que la poesía nutriera «ese grano de locura que todos llevamos dentro, que muchos matan para colocarse el odioso monóculo de la pedantería libresca y sin el cual es imprudente vivir». También no duda en hacer una crítica certera a las universidades que se han convertido en empresas, que hacen de sus estudiantes unos clientes a los que les ofrecen cursos y especializaciones «con la promesa de obtener trabajos inmediatos y atractivos ingresos.» Ante este panorama, Nuccio Ordine levanta la voz y sueña con un futuro distinto. Un futuro en el que el beneficio y la medida no hagan tambalear, en nombre del utilitarismo, el delicado equilibrio que producen las cosas que, aparentemente, no sirven.