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¿Puede ser neutral un historiador?

Publican en España «Introducción a la historia para gente inteligente». Alfonso Bullón de Mendoza prologa la traducción en castellano
larazon

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La historia es neutral, pero muchos historiadores, no. Y ahí comienza el problema. La historia parte de los documentos, que son los que fijan los hechos, lo que ha sucedido, que es el espacio común que comparten los historiadores y el punto del que surgen los debates historiográficos. Alfonso Bullón de Mendoza, catedrático de la Universidad San Pablo CEU, ha escrito el prólogo a un libro que fue rechazado en su momento por la Oxford University Press, que lo había encargado, por considerar que no estaba escrito en «lenguaje de género», que no había tenido en cuenta las aportaciones de las historiadoras feministas y que no daba suficiente importancia a la historia social. Ello dio lugar en su día a una intensa polémica en la prensa británica. En sus palabras previas a la «Introducción a la historia para gente inteligente» (Actas), de John Vincent, asoma su honda preocupación por el encasillamiento ideológico al que algunos historiadores tratan de reducir a quienes no piensan como ellos para así evitar tener que debatir sobre sus argumentos: «Se trata de una postura muy común entre los historiadores de izquierdas, y muy cómoda para ellos, pues les permite opinar sobre cualquier libro sin necesidad de leérselo. Eso sí, deberían molestarse en contrastar sus datos a la hora de encasillar a la gente», afirma Bullón, que se complace en dedicar parte del prólogo a recoger cómo algunos presuntamente respetables compañeros de profesión le han tratado de descalificar en base a adscripciones sin fundamento «o manipulaciones tan burdas que harían sonrojar a un censor de la Rusia de Stalin».
Bullón propuso la traducción de este libro donde, con un lenguaje desenfadado, que hace muy fácil y amena su lectura, Vincent, al tiempo que hace un recorrido por los planeamientos de algunos de los más relevantes historiadores, señala algunas cosas sabidas pero tal vez no suficientemente meditadas, como que el conocimiento de la historia viene marcado por los documentos que han llegado hasta hoy, y que ello da lugar a que conozcamos mejor la parte de los vencedores que la de los vencidos. Pero Vincent también hace otras aportaciones más originales, como su llamada de atención sobre lo ordinario de lo extraordinario: es decir, sobre lo absurdo que puede ser escribir sobre la vida cotidiana sin tener en cuenta que las guerras y las catástrofes forman también parte de esa vida cotidiana que se quiere describir. Sin embargo, lo más destacable de la obra de Vincent, al menos en opinión de Bullón de Mendoza, es el capítulo que dedica a la parcialidad de los historiadores: «Parcialidad que hace referencia a sus condicionantes sociológicos: hoy en día hay más historiadores de los que ha habido nunca, pero no viven de los ingresos derivados de sus publicaciones, sino de la nómina que les pasa el Estado. Y ello –según Vincent– tiene sus implicaciones, como el hecho de que suelan defender un modelo de Estado amplio, que es el que les da de comer; que tengan todos los vicios de los pequeños funcionarios. Vincent se atreve, incluso, a criticar la profesionalización del gremio, pues considera que no es sino poner un nombre positivo a un hecho negativo: la falta de experiencia de la vida de unos historiadores que nunca han salido del ámbito universitario, y que por lo tanto mal pueden entender el mundo. Un peligro contra el que ya advertía uno de los padres de la historia, Polibio, para quien las obras redactadas por eruditos sin experiencia eran completamente inútiles».

Artículos en vez de libros

A Bullón de Mendoza le gustan los ejemplos. Y recuerda cómo Toynbee ironizaba sobre el intento de los historiadores de su época de imitar a los trabajadores de las cadenas de montaje. Una tendencia que ha aumentado: «Parte del sueldo de los historiadores proviene del complemento de investigación, para el que hay que presentar cinco publicaciones cada seis años, conforme a unos parámetros absurdos».