Qué bien mentía Malraux
En 1934, tras la reciente gloria de haber recibido el premio Goncourt por su novela «La condición humana», André Malraux se embarca en una aventura de tintes poéticos: descubrir las ruinas de la legendaria ciudad de Saba, cuya reina viajó desde su país hasta Judea para comprobar la sabiduría del rey Salomón. La historia, muy hermosa, aparece tanto en la Biblia como en el Corán con diferente nombres para la reina, Makeba para los cristianos y Belkis para los musulmanes. Con su amigo y piloto Édouard Corniglion-Molinier decidió hacer una exploración aérea en Yemen a bordo de un pequeño avión de cuatro plazas con la financiación y el compromiso del diario «L’Intransigeant» de publicar una serie de reportajes sobre la búsqueda. En El Cairo fue advertido de que la idea era descabellada, no existían rastros de la reina y tendrían que sobrevolar un país hostil con un avión precario. Pero esa era precisamente la clase de aventuras que apasionaban a Malraux y muy poco después de la partida manda un entusiasta telegrama dese Yibuti al diario afirmando que ha descubierto la ciudad de Saba y que tomó fotos. Como explica Ignacio Echeverría en el esclarecedor prólogo, apenas habían vislumbrado más que confusos montones de piedra sobre la arena, las imágenes estaban trucadas y los artículos manipulados, pero como añade, en Malraux se ajusta bien el «optimismo de la voluntad» del que habló Gramsci.
Pasión retórica
Era un escritor en plena celebridad que arriesgaba su vida para descubrir un reino legendario que se presumía lleno de riquezas sin fin. Y todo esto en una época en que las «aventuras geográficas» ejercían una enorme fascinación en la vieja Europa amenazada por el fascismo. La finalidad de las aventuras es poder contarlas y eso lo sabía hacer muy bien. Tenía que dar a los lectores lo que esperaban de él y se entregó a ello con una pasión retórica que seguramente gustó entonces aunque ahora haga sonreír. El piloto y él otean las nubes y el cielo «con alma de astrólogos caldeos» y afirma exaltado que «acabada la geología y agotado lo fantástico, a partir de ahora la montaña es algo hecho para ser vencido». Retórica provocada por el entusiasmo de un escritor que había recorrido el mundo y participado en contiendas porque necesitaba la aventura y el riesgo para sentirse vivo tanto como situarse del lado de los más débiles. Esta expedición, o epopeya, como le hubiera gustado al autor, aportó muy poco a la arqueología pero es un acercamiento a Malraux que hace disfrutar mucho al lector y le abre las puertas al conocimiento de dos seres legendarios, Salomón y la reina de Saba.
Sobre el autor
Malraux (1901-1976) participó en la guerra de Indochina y de ello surgió su gran obra, «La condición humana»
Ideal para...
mantener viva su gran obra, algo desconocida
Un defecto
Cierto retoricismo del texto
Una virtud
Los datos que aporta el autor de la edición, Philippe Delpuech, y el prólogo de Ignacio Echeverría
Puntuación
8