Susan Sontag, lo suyo no es el cuento
Hay que decirlo: si solo fuera cuentista, Susan Sontag no ocuparía un lugar destacado dentro de una tradición en la que brillaron Chéjov, Katherine Mansfield, Flannery O’ Connor, Hemingway, Eudora Welty, Carver y tantos otros que, en las distancias cortas del relato, supieron escribir auténticas obras maestraas en miniatura. Pero como se trata de Susan Sontag, una de las ensayistas más importantes de Estados Unidos, sus cuentos, a pesar de que no transmiten mucha emoción y son, en algunos casos, pretenciosamente innovadores, adquieren una relevancia especial. Aunque, eso sí, únicamente si se los lee en paralelo con el resto de su obra.
Escritos a lo largo de treinta años, y dispersos entre libros y publicaciones varias, los cuentos reunidos en «Declaración» constituyen la totalidad de la narrativa breve de Susan Sontag. A los ocho relatos de «Yo, etcétera», publicado en 1978, se añaden tres textos («Peregrinación», «La escena de la carta», «Así vivimos ahora», que aparecen en la edición inglesa de este mismo libro, preparada por Benjamin Taylor) y cuatro relatos («Descripción (de una descripción)», «El cómico lamento de Píramo y Lisbe», «Diálogo entre un descendiente de Noé y un pájaro» y «Un Parsifal») que se agregan a esta edición en español y que nunca habían sido recogidos en un libro.
Del brillo al tedio
Según señala el propio Benjamin Taylor en el prólogo, Sontag «fue una escritora de cuentos esporádica, más que empedernida, y recurrió al género en la medida en que surgían determinadas necesidades expresivas que de otro modo no podían satisfacerse». Así, en cada una de las cuentos, afirma Taylor, la autora libró una batalla campal por la sabiduría: una batalla en la que, en un bando, se encuentra la experiencia, y en el otro, la declaración, o lo que es lo mismo: una incómoda confesión. Diversos en su estilo (aquí hay lugar para el diario íntimo, la alegoría, la autobiografía, el montaje documental y la escena teatral) y en su calidad (hay algunos textos brillantes, como «Peregrinación», donde se narra el encuentro de la escritora con Thomas Mann, y otros bastante tediosos, como «Repaso de antiguas quejas», que parece interminable), los cuentos de Susan Sontag, sin embargo, no representan lo mejor que se ha escrito dentro del género ni están entre lo más sobresaliente de su consistente producción.
Acostumbrada, quizá, al rigor y a la seriedad del ensayo, Sontag utiliza el género como un vehículo para transmitir su pensamiento desde el lugar de la experiencia y, a partir de allí, narrar historias donde las ideas, generalmente, están por encima de la imaginación. El resultado, en cualquier caso, es desparejo, aunque en conjunto estos relatos permiten adentrarse en la intimidad de una autora que, como ensayista, e incluso como novelista, ha escrito libros memorables.