Gustavo Martín Garzo: «Los hombres soñamos poder soportar la realidad»
El novelista evoca el mundo de «Las mil y una noches» con su nueva novela, «El árbol de los sueños»
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Una madre le cuenta a sus dos hijos cada noche historias que ha ido escuchando a lo largo de sus viajes por gran parte del mundo. Historias donde las cosas soñadas conviven con naturalidad con las reales, hasta el punto de que no es fácil distinguirlas entre sí. Con “El árbol de los sueños” (Galaxia Gutenberg), el vallisoletano Gustavo Martín Garzo nos lleva al mundo de los sueños, un libro que recupera esa vieja magia del arte de contar y cuya estructura nos remite al libro de los libros que es “Las mil y una noches”. “Era un proyecto antiguo con el que soñé desde que sentí que podía escribir libros, acercarme al mundo de esa obra total no deja de ser la aspiración de todo narrador, un libro que quizá resume toda mi obra, escrito con el sentimiento de querer hacer algo lo más abarcador posible”.
-¿Su título tiene que ver con el mito del árbol del Paraíso?
-Claro, es una relectura. Pensamos que ese árbol prohibido es el del conocimiento del bien y del mal, pero si lees atentamente la Biblia, no se dice qué árbol es, resulta misterioso por qué Yahvé les impide probar sus frutos. Mi libro dice que es el árbol de los sueños. ¿Por qué lo prohíbe? Porque les da el poder de soñar, es decir, de crear, de hacer existir lo que no existe, los transforma en algo parecido al propio Dios y Yahvé no puede admitir esto bajo ningún concepto, que sus criaturas se transformen en algo que es él mismo.
-¿Cómo definiría “El árbol de los sueños”?
-El modelo es “Las mil y una noches”, por lo tanto es entrar en ese mundo donde contar es vivir, la vida como el cuento de nunca acabar, ese mundo sin explicaciones porque todos los enigmas que plantean las historias no tienen respuesta, o las respuestas son otra historia desde donde se llega a otra y así sucesivamente en una progresión sin fin, dando cuerpo a esa frase de “Las mil y una noches”, de que “la verdad no cabe en un solo sueño”, es decir, ninguna vida, por insignificante que sea, cabe en una sola historia.
-Estamos olvidando el maravilloso mundo del relato.
-Creo que sí, nuestro mundo, como decía Benjamín, es muy rico en información, pero muy pobre en historias memorables y necesitamos esas historias porque la información llega hasta donde llega y ahí se detiene, pero ahí hay historias latentes que nos están diciendo lo que está pasando de verdad, esa es la magia del relato, la que tiene el poder de llegar donde la mera información no llega.
-La literatura comenzó con la oralidad. ¿Se está perdiendo?
-Claramente, incluso en pueblos que hasta ahora lo han conservado, como los beduinos, acostumbrados a contar historias cada noche, está desapareciendo. La última vez que los vi ya tenían móviles y todo aquello estaba cambiando.
-¿En el fondo es un libro sobre el amor?
-Sí, creo que toda la literatura y el arte tienen muchísimo que ver con el mundo de lo amoroso, el amor aun a costa de la verdad, como se dice en la que para mí es la historia clave del libro, cuando una mujer rica le pide a una anciana que le dé a su nieta. Ésta se niega y la mujer le reprocha enfurecida que la está engañando con fantasías. Sólo le cuentas cosas que no son verdad, le dice. ¿Y qué si no son verdad? -contesta la anciana-. ¿Sabe acaso la verdad lo que quiere el amor? Esa es mi frase favorita del libro porque es cierto, el amor quiere cosas que la verdad no le puede dar.
-Pero el dolor y la muerte también están presentes.
-Completamente, porque son las experiencias límites y esenciales de la vida. Hay historias muy oscuras y terribles en este libro, pero buscando siempre su belleza, porque también hay una belleza en la fealdad, en lo imperfecto, e incluso me atrevería a decir que la hay hasta en el mal. La belleza, que tiene mucho que ver con la imperfección, es una cualidad de lo que tiene que morir. Lo bello te parece amenazado, frágil, en peligro, y cuanto más bello, más vulnerable resulta y más temor a perderlo.
-¿En qué radica la universalidad de “Las mil y una noches”?
-Es una recopilación de relatos que se han ido contando desde la noche de los tiempos y transmitiendo de generación en generación por nómadas, mercaderes, marinos…en ellos está el ser humano en toda su dimensión. Si no se han olvidado es porque deben contar algo verdadero y esencial a cerca de la condición humana. En casi todas las culturas del mundo aparecen afinidades esenciales, hablan del corazón y de lo que hay en él, al margen de la cultura y del tiempo en el que vive, porque la persona siempre es la misma.
-¿El mundo de lo real y el del sueño, son compatibles?
-Se completan, el sueño vivifica lo real y lo real da consistencia al sueño, se necesitan mutuamente. Una realidad sin sueños es un horror. Si se piensa bien, estamos viajando constantemente al mundo del sueño para soportar la realidad. Todas las fantasías y locuras que se nos ocurren, las traemos del mundo de los sueños.
-¿Qué es para usted narrar?
-Es tal vez la necesidad humana más esencial. Narrar es tratar de dar sentido a la vida, el relato trata de poner un orden en el caos, en la locura y el sinsentido del mundo. Cuando contamos un cuento al niño lo estamos salvando de la noche, de la oscuridad del mundo, del miedo a ser abandonado, y le entregamos un espacio de libertad y aventura.
-¿Están los niños más capacitados para entender la fantasía?
-Ellos viven en ese mundo sin necesidad de planteárselo, el niño es un ser asombroso que vive permanentemente en esa fantasía, en un mundo todavía sin terminar de crear, como en el Génesis. No distinguen entre lo real y el sueño, por eso viven la fantasía de los cuentos como si formaran parte de ella, lo fantástico y lo real es lo mismo porque viven el mundo como posibilidad.
-Dice que “Sus historias son un resumen de ese vagar interminable por vidas y libros ajenos”.
-Porque no pretendo que sean originales, nacen de otras historias que me han contado o he leído, una especie de popurrí donde me dejo llevar, mi libertad al contarlas ha sido absoluta, al iniciarlas no sabía a dónde me iban a llevar, iba de una historia a otra en una sucesión interminable. He estado tres años metido en este mundo sin saber cuándo terminaría, pero como encontraba cosas nuevas estaba encantado y me doy cuenta de que en todas ellas hay ecos de otras historias.
-¿Por qué necesitamos la literatura?
-¿Por qué necesitamos conectar con este mundo de locuras, de ficción y fantasía?, esa es la pregunta. Porque es la mejor manera de conocernos, el viaje más rotundo al fondo de nosotros mismos. Leer y escribir, es vagar, el lector o el escritor es un vagabundo, un viajero, alguien que va a lo desconocido, el buen lector tiene que abrir un libro sin saber a dónde lo va a llevar, sabe dónde empieza el viaje, pero nunca dónde termina. La literatura no nos aleja de la razón, la transforma en una casa encantada, hace que en ella quepan más cosas de las que nos imaginamos, esa es la magia de la literatura. Lo que decía Goya es: “La fantasía, o sea, el sueño, desasistido de la razón, produce monstruos imposibles, pero unida a ella es la madre de todas las maravillas”, por lo tanto, esa alianza entre fantasía y razón es la alianza deseable por completo.