Javier Bellot: los «culpables» fueron la línea 5 y Marujita Díaz
Publica «Hijo, quiero que me ayudes a ser como tú», libro donde relata sus recuerdos a su difunto padre
Madrid Creada:
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En 1968 abrieron la línea 5 del metro de Madrid, y a Javier Bellot le conectaron con el mundo entero. Aquel joven inquieto del barrio de Arturo Soria, de gabardina y «¡Hola!» bajo el brazo, por entonces ya había soplado la primera década. Con toda la vida por delante, ya presumía de ingenio, de carácter y, por tanto, de una personalidad forjada en base a cierta actuación de Marujita Díaz en el circo que quedó grabada en su retina. Le faltaba una línea directa con el mundo del espectáculo para saciar tal ansia, y aquella vía de metro le conectaba con la Gran Vía. «Desde pequeño he tenido una fijación por vivir, triunfar y trabajar allí, y lo he conseguido. He sido jefe de Prensa de más de 65 películas estrenadas en la Gran Vía, como ‘‘La lengua de las mariposas’’ o ‘‘Los amantes del círculo polar’’, y he vivido momentos muy emotivos», recuerda a este diario Bellot. Durante su vida, se ha cruzado con artistas de la talla de Rocío Jurado o Almodóvar, y ha formado parte activa de la culturalmente anhelada Movida Madrileña, siendo digno testigo de esa época de esplendor creativo y vicios desatados. Actualmente trabaja como coach, y narra sus «batallitas», que no pasan desapercibidas, en «Hijo, quiero que me ayudes a ser como tú» (Libros de cine), obra que no es ni una autobiografía ni un manual de autoayuda, sino una sentimental y divertida carta dirigida a su difunto padre.
Para Bellot, «todos los hombres hemos tenido la carencia del padre. En mi caso, mi madre ocupaba ambos puestos, y mi padre era ese mueble más que había en el salón», recuerda. Pero fue al fallecer ella que hubo un gran cambio en su relación con él. «Surgió una amistad, un cariño, una vida compartida. Reconoces tus orígenes, lo que te pareces a él, fue un aprendizaje. Mi padre me contó muchas cosas de su vida en poco tiempo, y yo me sentí en dedua, por lo que quise escribir lo que nunca le había contado. Desde mi relación con los famosos o con el sexo a mis andaduras en la noche o con las drogas», ejemplifica. Una forma, añade, de «sentir más cerca a mi padre, de valorarlo y decirle lo que siento. Ese es el monumento que todo ser humano necesita para trascender».
Este libro no es exhibicionismo, sino aprendizaje. Es la sanación de una persona que toma la valentía de abrirse en canal, y que para ello se ha debido de enfrentar a lo establecido. Dice Bellot que «los seres humanos estamos en continuo conflicto, porque vivimos en contra de nosotros mismos, debido a las creencias y la educación que nos han dado o que hemos adquirido. Hay que quitarnos esa chapa y pintura, aceptarnos tal y como somos. Ahí es cuando verdaderamente comienza el romance contigo mismo, cuando aceptas lo prohibido. Porque lo que la sociedad considera prohibido muchas veces es tu sexualidad. Hay mucha gente joven hoy en día que aún tiene miedo a dar el paso de confesar su sexualidad, y ese miedo es el mayor enemigo del hombre. Hay que escuchar a nuestros corazones, a nuestras voces interiores, porque esa es la que no se equivoca».
Por tanto, Bellot se ha escuchado, se ha mirado al espejo, se ha aceptado, incluso se ha reído de sí mismo, y ello le ha servido para dar forma a este libro. Habiendo ya publicado su primera novela, «Llámame», este volumen es su primer ensayo, y forma parte de lo que será una trilogía: el segundo, ya en marcha, se lo dedicará a su madre, y el tercero a sí mismo. Un proyecto con el que, asegura, ha vuelto a nacer, y con el que se ha convencido de que «de mi pasado lo recuperaría todo, pero a la vez nada. Al publicarlo he abierto una puerta mágica, y para mí ahora todo es nuevo. Me he recuperado a mí mismo, porque yo escribo ante todo para mí. Pero, si esto le sirve a alguien, que según estoy viendo así está sucediendo, eso es un paso importantísimo en mi vida», confiesa. Un libro, en suma, que bien funciona como aquella línea 5 de metro: un lugar de tránsito entre la realidad del barrio y el seno familiar, y el sueño de su existencia en la Gran Vía, el cine y el teatro.