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Guillermo Arriaga: “A México todavía le duele la frontera del norte”

En la monumental «El Hombre», el novelista narra la brutalidad que fue el germen de la formación de México y Estados Unidos y el origen de las grandes fortunas

El escritor Guillermo Arriaga
El escritor Guillermo ArriagaLuis Diaz

Esta es una historia de la lucha por la tierra, de la sangre derramada por el territorio, de la brutalidad como cimientos en la fundación de dos países, Estados Unidos y México. También de la barbarie que se cobró miles de vidas –blancas, negras, apaches- de cómo se edificó el capitalismo moderno sobre la esclavitud y el exterminio, convertidas estas lacras en las más efectivas vías de la acumulación de riqueza. También de cómo, dos siglos después de aquello, podemos mirar al pasado y, quizás, comprendernos mejor sabiendo que duele. Guillermo Arriaga narra en la monumental “El Hombre” (Alfaguara), una historia de 679 páginas, seis voces narrativas y ni un solo punto y aparte, un "western" fronterizo y a la vez una crónica sobre el surgimiento de las grandes fortunas estadounidenses que llega hasta el presente. "Durante muchos años traté de hacer la película. Mis agentes me empujaron para hacerla, me reuní con presidentes de estudios y cuando se la platicaba, me decían: ''no entendemos. Escribe una sinopsis. Escribe un argumento''. Pero no me gusta hacerlo y no lo hice. Así que escribí la novela porque ya vi que no salía como película", dice el guionista de películas como "Amores perros" y "21 gramos".

Arriaga tiene, de hecho, varios arranques esbozados para hacer la película. "Pero no funcionaban –reconoce-, porque debía ser contada de diversos puntos de vista y necesita la interiorización. Es una novela muy interior, más que exterior", dice el escritor mexicano, que se apoya en diversos narradores (cada uno con su vocabulario, uno omnisciente, otro monólogo interior) para trasladar una historia que parece imposible adaptarse al cine: "Me he dado cuenta de que es difícil. Pero si hay un libro con el que me gustaría hacerlo, es este", dice sonriendo en la sede madrileña de su editorial. Y es que Arriaga concibió esta historia hace 44 años, cuando leyó "¡Absalón, Absalón!", de Faulkner. "Desde muy chico estoy obsesionado con varios temas: uno, la pérdida de México, del territorio, más de la mitad, que fue con un 56 o 57 por ciento. Luego, cómo se incorporaron los negros en este proceso, qué pasó con los apaches, que allí vivían, cómo se construyó los Estados Unidos y cómo se construyó México", relata el escritor de 68 años, nacido en el D. F., y a quien le duele la frontera norte. ¿Cuánto le duele colectivamente a México esa frontera, esa pérdida? "Mucho -dice mirando fijamente-. En México sigue doliendo el haber perdido el territorio. Es como una herida que no se logra superar. Es una marca fuerte". Esta entrevista tuvo lugar solo un día antes de los disturbios de Los Ángeles en torno a las políticas de inmigración del presidente americano, Donald Trump.

El asunto de la frontera y de los topónimos mexicanos (españoles, en realidad) al otro lado de la raya, incide en la percepción de la inmigración. "Incide, sí. Pero vergüenza no debe darnos que Trump quiera expulsar a los migrantes, vergüenza debe darnos que México no pueda darle trabajo a su gente. Eso sí es vergüenza. Es su país, pueden hacer lo que quieran. Pero la vergüenza es real. Tenemos que crear un país más equitativo y con más oportunidades. Yo vi el desplome del campo mexicano en tiempo real, porque solía cazar con unos compadres campesinos y cuando entró el tratado de libre comercio de México, no pudimos competir con el sorgo americano. Ellos tenían la mejor cosecha de su vida, pero cuando la vendieron no tenían dinero para comprar ni semillas, porque el sorgo americano entró cinco veces más barato que el mexicano. Entonces, quebraron, se les acabó el modo de vida y fue cuando el 80 por ciento de mis amigos tuvo que emigrar a Estados Unidos", dice Arriaga.

Y ahí es donde el pasado se trenza con el presente. Mexicanos que cruzan para volver a una tierra que hace no tanto fue su casa. "Creo que el parto de Estados Unidos y México como países independientes fue complejo, violento y duro. ¿Sabes qué fue para un mexicano despertar y descubrir que donde estás ya no es México? Debió de ser terrible. Imagina que te despiertas en Madrid y de repente estás en Francia y tu casa ya no es tuya. Esa confusión creo que no se había narrado a ras de suelo en la novela mexicana. Muy pocas novelas hablan de la guerra entre mexicanos y apaches, y muy pocas de los esclavos, de su relación con México". Arriaga se enfrenta a un ejercicio literario mayúsculo: enhebrar muchos puntos de vista diversos en tiempo y territorio. Y todo, asegura, sin mapa, sin brújula. "No planeo la novela, la voy inventando sobre la marcha, la voz, los personajes, todo. No se pueden escribir seis historias y mezclarlas, porque cuando vas escribiendo, tienes que sentir la novela. Para mí es divertido porque la escribo como lector. Todo está descubierto en el momento. Hay personajes que no tenía ni idea de que existían y la mayor parte resultó diferente de como lo había concebido".

La novela habla de la construcción del capitalismo y la moral moderna de las grandes fortunas. ¿Es posible levantar un imperio sin mancharse las manos de sangre? "Es posible... pero no sin la explotación laboral, por ejemplo, incluso hoy en día. Hay fortunas muy salpicadas de sangre. En Europa, por ejemplo, se habla poco". Hoy en día, las grandes compañías tratan de redimirse con una imagen impecable. "Pero lo dicen cínicamente, porque les interesa el mercado hispano o el gay... No es inclusión por bondad, sino apariencia por el mercado", dice Arriaga. "Ahora mismo estamos viendo dos formas de entender el capitalismo: una que aprovechó la globalización y que empujó por ella y una nativista que cree que somos capaces con nuestro mercado interno a crear la riqueza suficiente", dice en referencia a las políticas arancelarias y proteccionistas de Trump. "Pero es que ellos empujaron la globalización. Primero colonizaron, luego llevaron las fábricas... es el modelo de Thatcher y Reagan, que solo hablaban de las virtudes de la globalización, la concentración del capital y el corporativismo. Estados Unidos ''walmartizó'' su economía. Si vas por allí, te das cuenta de que desaparecieron lo que llamen ellos los ''pop and mom'', es decir, la empresa de mama o papá. Todos los restoranes son franquicias. Ya no hay farmacia del pueblo, sino CVS. Está el Walmart en vez del mercado. Eso pauperizó a la clase media americana. Pasaron de ser dueños de empresas a ser empleados y desempleados. Y se enojaron por ello. Y eso es lo que ha provocado el regreso del nativismo". Un proceso difícil de revertir. "Yo diría que imposible. Pero no fue México quien lo provocó...", se encoge de hombros Arriaga.

El libro habla de las heridas del pasado y de la historia. ¿Qué se puede hacer con ellas? ¿tiene sentido pedir perdón? ¿qué hacemos con el peso de la historia? “Lo primero, estudiarla para saber qué nos hiere y por qué. Y segundo: saber que la barbarie es como un tiburón que da vueltas y vueltas esperando su momento. Alemania fue el país que generó la más alta cultura y fueron quienes hicieron la mayor barbaridad de la historia. El país de Kant, de Nietzsche, de Mozart, todo esos... ¿si Alemania se convirtió en un país tan bárbaro, eso es que la barbarie es solo cruzar la línea. Ustedes tienen a Goya, Cervantes, Picasso, Miró, y ¿ven? Siguen sin superar la Guerra Civil y la mitad de sus películas y novelas tratan de eso", ríe el escritor. "La barbarie aparece tantito le empujas a alguien. Te lo digo yo, que estoy viviendo la barbarie con el narcotráfico en México. Asesinatos, tratas de mujeres... Cuando yo crecí en México no éramos ese país, ni remotamente. Mi papá nos dejaba dos noches en un campamento y nunca se preocupó de nada. La barbarie está ahí. Y de eso trata la novela”.

Queda por hablar, claro, de los personajes trágicos, los que solo perdieron en esta historia. Los apaches fueron masacrados y habitualmente se les presenta como las verdaderas víctimas de esta guerra. "Pero eran... terribles –dice Arriaga-. Y los mexicanos eran iguales o peores. Los apaches al menos tenían palabra, los mexicanos no. Les dijeron que se quedaban más allá de una línea pero luego necesitaron más tierras y salieron a matarlos. Es una historia muy triste. Fueron los últimos en ser derrotados". Como cuenta la novela de su compatriota y amigo Álvaro Enrigue ("Ahora me rindo y eso es todo", Anagrama), en México solo hubo exterminio. "En Estados Unidos, sí, al menos, una reserva. Gerónimo prefirió rendirse con los americanos que con los mexicanos porque sabían que le traicionarían. Dije: ''Me llevaron a un circo, pero los mexicanos me habrían quemado vivo''. Pues la historia parte de cómo podemos mejorar es eso. `De conocerla y saber que somos un pueblo cabrón. No todos, claro. Pero muchos".