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cultura
Toda la sabiduría del mundo en la novela de este filósofo
Con «Una mujer educada» José Carlos Ruiz se adentra a lo grande en la narrativa siguiendo los pasos de su paisano Séneca

Si tuvieras una hija de año y medio y un cáncer terminal que te deparase unos seis meses de vida, ¿qué legado le dejarías por escrito a tu pequeña para que le sirviese como brújula vital?, ¿qué vivencias le contarías y cuáles no para que cuando creciese y lo leyese supiera realmente quién fue su madre? De esta específica premisa parte la primera novela del filósofo cordobés y exitoso ensayista José Carlos Ruiz, «Una mujer educada» (Destino). Para dar respuesta a la demanda de este punto de partida narrativo, el pensador andaluz sigue y homenajea a su paisano Séneca tomando prestada la estructura, y en cierto modo el fondo, de sus «Cartas a Lucilio», de ahí que cada uno de los trece conceptos vitales donde Eva, la protagonista –que es catedrática de Filosofía–, vuelca sus ideas y experiencias, tomen forma de epístolas encabezadas con un «Mi querida Lucía».
Para depurar cuarenta y tres años de vida en trece conceptos o ideas vitales –nos cuenta José Carlos Ruiz– «hablé con veintidós mujeres en distintas situaciones para comprender un poco qué jerarquía de ideas querían legarles a sus hijos; para entender qué parte biográfica les interesaría que sus hijos supieran si ellas no estaban, y cuáles dejarían fuera, y por qué harían eso».
El primero de estos conceptos es la sinceridad, y el capítulo se abre con una cita de Oscar Wilde: «Las personas sinceras mueren antes de tiempo». El autor explica que prima en la jerarquía la sinceridad por dos motivos: «primero, porque ella (Eva) se va a dar a conocer a lo largo de la novela y, además de la cara soleada de la vida, nos va a dejar elementos lóbregos del ser humano; entonces había que sentar las bases de que lo que vas a leer va a ser lo más sincero posible: marcar las líneas de trabajo. Y el segundo, es que si ponía la sinceridad como eje rector de lo que Eva va a transmitir, cuando cuente esa cara oscura del ser humano habrá interlocución con el lector: que se indignará y discutirá con el personaje, y abrazará incluso ese lado maligno que ya está justificado». En dicho capítulo incial maneja el filósofo dos conceptos curiosos, «parresía» y «sincericidio», que los explica y relaciona de la siguiente manera: «El ‘sincericidio’, que es el dilema que tiene ella, se opone a la mentira piadosa: que considera que es más importante evitar el daño que decir la verdad. La ‘parresía’, que los griegos dieron el significado de ‘decir todo’, es decir siempre lo que consideras oportuno decir, a corazón abierto, sin tener miedo a las repercusiones; ser honesto sabiendo que la honestidad tiene un precio a pagar».
¿Es moral la venganza?
Otro tópico que maneja el autor es el de la venganza, muy presente en la novela. A raíz de este polémico concepto le preguntamos a José Carlos Ruiz si él también es partidario de la misma y cuántos valores comparte con la protagonista: «Con Eva coincido en mucha de las visiones filósoficas que pone sobre el tapete, pero no tanto en la resolución de conflictos que ella toma». Y abunda: «No soy partidario de la venganza; sí del perdón, que es otro concepto que abordo en la novela: el perdón para restituir a la persona al momento antes de haberte hecho daño; por un hecho puntual no voy a echar abajo todos los procesos que han constituido nuestra amistad, nuestra relación; perdonar es mucho más fácil cuando no categorizas al sujeto».
Sí, ¿pero qué hay del lado vengativo de Eva? «Ella tiene una idea de venganza muy singular. No considera lo que hace una venganza sino un acto de justicia –aclara el escritor–. Eva plantea un dilema moral: si una persona ha hecho el mal sobre ti de una manera consciente y voluntaria, y tienes la posibilidad de devolvérselo: si dejas pasar la oportunidad, ¿en qué clase de persona te conviertes? Cuando tú tienes la oportunidad de devolver la venganza con un criterio pedagógico, ¿qué pasaría si miro para otro lado? La suya es una idea de justicia trufada de análisis filosófico».
Por otro lado, es el autor cordobés un acérrimo defensor de la rutina, por lo que no es casual que otro de los conceptos desarrollados por Eva sea la cotidianidad. «Para que la vida se disfrute uno tiene que entrar en el nivel del deleite. Para llegar al deleite o placer máximo tú necesitas tiempo y dedicación a una cosa para profundizar en ella y conocer el mayor número de matices que te aporta: ya sea una persona, una relación o un hobby. Y eso sólo te lo da la rutina», se explica este profesor de Filosofía. «Además –agrega–, cuando eres tú el que construye tu rutina, los momentos más dolorosos encuentran un refugio muy cálido en esa rutina: para mí es la forma de vehicular el dolor de manera más óptima». Sin embargo, en la actualidad no goza de buena fama lo rutinario, algo que el autor asegura que se debe «a que tenemos una sociedad de drogodependientes emocionales donde el consumo de emociones se ha convertido en el epicentro de la identidad y se vehicula a través de las llamadas ‘experiencias’».
Y hablando de las tendencias sociales, no podemos dejar escapar a un filósofo sin interrogarle por un tema que aborda tangencialmente en su último capítulo, el estoicismo, y por la ola de «neoestoicismo» o «pseudoestoicismo» en la que estamos sumergidos. Considera José Carlos Ruiz al respecto que el estoicismo contemporáneo, al que insiste en diferenciar del de los clásicos, «ha encontrado una veta de autoayuda mercantil muy fértil. Marco Aurelio o Epicteto fueron estoicos por necesidad, pero que en el siglo XXI una persona decida abrazar el estoicismo pensando que es la fuente que lo va a hacer más fuerte, me parece que está muy alejado del progreso humano, porque el estoicismo elimina todo atisbo de esperanza de que algo cambie, se rinde al ‘statu quo’ y abraza las cosas como son».
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