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M. Night Shyamalan: todo sobre el miedo

Un libro coral repasa la carrera del director desde los finales sorpresa que le hicieron famoso hasta el declive de su carrera a partir de “Airbender: el último guerrero”, así como sus influencias, obsesiones y la mitología que le rodea
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Un libro coral repasa la carrera del director desde los finales sorpresa que le hicieron famoso hasta el declive de su carrera a partir de “Airbender: el último guerrero”, así como sus influencias, obsesiones y la mitología que le rodea
En cuanto uno comienza a leer sobre la vida de M. Night Shyamalan se da cuenta de que el cineasta es el más auténtico de los personajes de sus filmes. O, más bien, una mezcla –un tanto sospechosa– de todos ellos. Obsesionado con los trastornos mentales, con la problemática familiar, con el agua y con el miedo, Shyamalan ha llegado a decir que, como Cole, el niño que "en ocasiones ve muertos"en “El sexto sentido”, él también tiene desde pequeño ciertas premoniciones. Igualmente, como el personaje de Bruce Willis en “El protegido”, ha confesado que en su infancia estuvo a punto de morir ahogado, de donde nace el pánico al agua que se convertiría después en la kriptonita de David Dunn y en la perdición de los alienígenas de “Señales”.
Por otra parte, quienes hayan seguido su carrera sabrán que a Shyamalan le encanta introducirse en sus películas, a veces en un pequeño cameo y, otras, como personajes que, si bien apenas acaparan la cámara unos pocos minutos, suelen ser clave para desencadenar la acción que hará avanzar la trama. Dicha tendencia la tenía desde la adolescencia, cuando Manoj Nelliyattu Shyamalan y sus padres se trasladaron desde Maneh, India, a Filadelfia, Estados Unidos, donde el joven descubrió a Spielberg, específicamente “En busca del arca perdida”, y se enamoró del cine. Meses después de ver a Indiana Jones luchando contra los nazis y armado con una recién comprada cámara de Súper 8, Manoj comenzó a grabar sus primeros cortos, en los que él era siempre el protagonista.
Conociendo estos datos, que comparte Jordi Ardid en un capítulo de “M. Night Shyamalan, el cineasta de cristal” (Berenice), un libro sobre la vida y obra del director que coordinan Raúl Cerezo y José Colmenajero, apenas se sorprende el lector cuando, avanzando en las páginas del tomo –dividido en 49 capítulos escritos por el mismo número de colaboradores cinéfilos– encuentra referencia a un documental de 2004, “The Buried Secret of M. Night Shyamalan”, en el que éste se compara abiertamente con sus personajes al contar el accidente de su niñez –que asegura le dejó muerto durante treinta minutos– y confesar sus capacidades paranormales.
A cargo del oscarizado Nathaniel Khan, el corto se rodó en el mismo lugar donde Shyamalan estaba filmando “El bosque” (2004) y, según explica en el libro la investigadora de cine Aída Romero, “lo que en principio iba a suponer un enaltecimiento del talento fílmico de M. Night Shyamalan se torna en una búsqueda de sucesos paranormales al más puro estilo de “Encuentros paranormales” o, estableciendo un paralelismo televisivo más carpetovetónico, cualquiera de los casos que aparecen en el programa de la cadena televisiva Cuatro, Cuarto Milenio”.
Pero el verdadero problema del documental, que fue encargado por SyFy, donde se emitió dos meses antes de que “El bosque” llegara a las salas de cine, es que hasta días después de su estreno el canal no explicó que se trataba de un "mockumentary” o falso documental. La idea era replicar el éxito de “The Blair Witch Project”, pero el resultado fue catastrófico, no solo porque no ayudó a impulsar la recaudación en taquilla de “El bosque” sino porque, como explica Cordero, propició una percepción del cineasta como una “persona egocéntrica, yoísta, extravagante, embaucadora y tenebrosa”.
Atrás quedaban el éxito abrumador de “El sexto sentido” y su inesperado –¿ o no?– giro final que haría tan famoso a Shyamalan y que, a la vez, sería su gran enemigo. También la hasta entonces perfecta comunión entre el éxito taquillero y las críticas positivas con la que soñó desde sus años universitarios. Como explica Ardid, “Shyamalan siempre ha pretendido ser un director comercial y (como Spielberg) llegar a conjugar el éxito en taquilla con una especial forma de filmar”. Y lo había logrado con la historia del psicólogo infantil Malcolm Crowe, así como con “El protegido” y “Señales”.
Sin embargo, a estas películas les seguirían la incomprendida “La joven del agua” (2006) y, más adelante, las desastrosas “Airbender: el último guerrero” (2010) y “After Earth” (2013), con Will Smith y su hijo Jaden encarnando la distorsionada dinámica familiar que tanto le interesa al director.
El libro de Cerezo y Colmenarejo abarca todo ello, desde la infancia de Shyamalan y sus primeras películas caseras (llegó a rodar más de 40) hasta su último trabajo, “Glass”. Los coordinadores hacen hincapié no solo en las anécdotas y aspectos técnicos de cada filme, sino también en las obsesiones del director, sus influencias –Hitchcock y Spielberg, claro–, sus cameos, las escenas eliminadas de sus películas y su tortuosa relación con la crítica.
Posiblemente uno de los capítulos más divertidos de los 49 que componen el libro sea “Breves notas sobre la Escuela para Jóvenes Talentos Mr. Night Shyamalan”, firmado por José Manuel Sala. Quienes hayan visto “El bosque” encontrarán una cantidad de divertidas referencias en esta crónica sobre una supuesta visita a una escuela “shyamalánica” instalada en una casona antigua en Chadds Ford, Pennsylvania, donde se rodó “El bosque”. La casa en sí, deja caer el autor, recuerda a la de la millonaria familia Dupont, sobre la cual se han contado decenas de leyendas de terror.
Así narra Sala su visita: “Aquí seguimos. Llevamos tres días viviendo en la mansión y ni siquiera ahora Murray ni yo estamos seguros de cómo describir La Escuela. Podría decir que se trata de un grupo de artistas enfermizos que rozan la secta okupa, pero también podría definir este lugar como un punto de encuentro de jóvenes francotiradores”.
En otro apartado, firmado por el guionista y crítico Ángel Sala, a los famosos giros finales del director indio. Además de diferenciar entre los tipos de “twist” presentes en sus películas –comparando los de “El sexto sentido” y “El protegido”, filme que describe como “una de las grandes obras de género de las últimas décadas”–, Sala señala un detalle interesante, el de cómo los ataques terroristas del 11 de septiembre impactaron el cine de Shyamalan. Pone los ejemplos de “Señales”, “El incidente” y “El bosque”, y describe esta última como “una elegía sobre la superación del dolor y el miedo mediante el aislamiento moral y físico”.
El miedo –a la muerte, a la soledad, a un acontecimiento irracional como la caída de las Torres Gemelas–, más que los finales sorpresa o los cameos, es la verdadera constante de M. Night Shyamalan, que en una entrevista al final del libro explica que carga desde pequeño con el terror que sintió una tarde en que volvía de hacer la compra con sus padres y encontraron la puerta de casa abierta, como si se hubieran metido los ladrones (aunque, al final, había sido simplemente un descuido suyo).
En la misma conversación con Rubén Pajarón, el director explica: “Lo que yo hago, en relación al cine, es algo así como soñar despierto. Puedo gestionar mis ansiedades desde una posición sana y segura, y hablar del miedo a ciertos peligros que no puedo prometer a mi hija que no le vayan a hacer daño el día menos pensado".
"M. Night Shyamalan, el cineasta de cristal", Varios autores. BERENICE
432 páginas
21,85 euros