Manuel Vilas: "La clase media va camino de la desaparición"
El escritor quedó finalista del galardón con «Alegría», novela que sigue a un hombre y su lucha contra la tristeza y la melancolía.
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El escritor quedó finalista del galardón con «Alegría», novela que sigue a un hombre y su lucha contra la tristeza y la melancolía.
En una época traumática como la nuestra, en la que parece que hasta sonreír es solo una burla que resulta frívola ante la gravedad de los tiempos, Manuel Vilas lo tiene claro: hay que volver a creer en la alegría. De esta convicción nace la novela finalista del Premio Planeta, en la que se nos presenta a un hombre de mediana edad, que podía ser él mismo como podría ser cualquiera de nosotros, que decide combatir todos los males de esta era del desconsuelo. «La sociedad parece creer que la única forma de escapar de este caos es el éxito, pero mi narrador lo tiene claro: el éxito solo te lo da el amor de tus seres queridos. No se necesita nada más», señala. La novela sigue el mismo camino abierto por su exitoso «Ordesa».
–¿Quién es este hombre maduro y en qué se diferencia de usted?
–Le he cedido mis experiencias, vitales pero la ecuación de que este señor soy yo sería falsa. Es un hombre de mi edad que decide que la alegría va a ser la base de su vida y luchará con un personaje llamado Arnold Schöenberg, el rey del ruido y la melancolía, que le atacará con el mal, la enfermedad, la vejez, la desigualdad, el odio, pero a quien él le recordará el amor de los hijos. Para él su mayor éxito es que sus hijos le quieren. No le alegra comprarse un choce, vamos.
–¿Qué tiene contra Schöenberg?
– Bueno, nada, si me gusta. Soy muy melómano y con él está claro que ocurrió una inflexión musical más grande de la historia con el dodecadentismo, que para muchos rompió los ejes de la música clásica e introdujo el ruido.
–¿Es una novela simbólica entonces?
– No, ni mucho menos, es muy realista, con bastante crítica social y con una clara reflexión sobre la clase media con la familia como centro vital.
–La clase media no vive su mejor momento
–Soy un gran defensor de la clase media y parece que nos dirigimos hacia su desaparición. Para mí el concepto modernidad es aquel que defiende, proteje y estimula a la clase media. Y va mucho más allá de ideoligías. Todos los partidos deberían defenderla porque es la que genera progreso social.
–Como en «Ordesa», vuelve a indagar en la relaciones paterno-filiales
–Es una obsesión mía. Los hechos biológicos son bastante más relevantes que los sociales. Ser hijo o padre es más importante en tu vida que todos los movimientos sociales que puedas liderar. Allí reside la grandeza de la existencia y por eso me interesa ese tránsito de ser hijo a ser padre.
–¿También hay una reflexión en torno a la belleza?
–Sí, porque necesitamos la belleza para vivir. El otro día estuve en París y fui al Louvre. Había unas colas extraordinarias. No tenía sentido, qué hacía allí tanta gente. Y es que los hombres necesitan belleza, no ver solo autopistas y edificios grises. La belleza te reencuentra con la esencia del ser humano.
–¿Iguala belleza con cultura?
–Sí, este es otro tema de la novela. La cultura es capaz de sanar heridas abiertas, morales y físicas. El misterio de la vida sigue intacto, la ciencia todavía es incapaz de desentrañar todos sus secretos, y ahí reside la belleza. Estoy convencido que si ahora dijesen que han descubierto el secreto de la vida sería un enigma, un poema.
–En la novela hay muchos viajes, ¿por qué?
–Vivimos un momento en que se habla de identidad y se defiende como algo fijo y determinante. El narrador de la novela es lo contrario. Viaja mucho y siente esa ingravidez de no saber dónde se encuentra ni quién es. Esto le otorga una enorme libertad.