McDonalds quiere que leas
La famosa cadena de comida rápida tendrá un stand en el Salón del Libro de Montreuil dedicado al género infantil y juvenil, el cual se inaugurará el día 28
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La famosa cadena de comida rápida tendrá un stand en el Salón del Libro de Montreuil dedicado al género infantil y juvenil, el cual se inaugurará el día 28.
Es el eterno debate entre calidad y cantidad. Respondan ustedes mismos: ¿Qué es preferible, que cinco millones de niños reciban un libro o que medio millón de ellos lo abra, lo lea? ¿Garantiza el simple suministro de libros la lectura de los mismos? ¿Vale todo para que los niños lean? Este debate, que no es ajeno a los profesores, no ya de enseñanza infantil y media sino incluso universitarios (hace unos días un catedrático de Urugay escribió una tribuna renunciando a su puesto por la incapacidad de luchar contra el smartphone en sus propias clases), ha eclosionado de manera curiosa en Francia estos días a cuenta de un extraño benefactor del libro: McDonalds. Sí, esa cadena vivamente desaconsejada por las madres del mundo. La noticia es que McDonalds tendrá un stand en el Salón del Libro de Montreuil, dedicado al género infantil y juvenil, que se inaugura el día 28.
La cadena de comida rápida entra en el evento de la mano del prestigioso grupo editorial Hachette, con quien tiene un acuerdo. Y eso es algo que no ha gustado nada bien a varios autores, entre ellos los conocidos Claude Ponti y Marie Desplechin, quienes han firmado una carta abierta denunciando la inclusión de «la multinacional emblemática de la comida chatarra, la evasión fiscal y la explotación de sus empleados». Para estos, el objetivo de McDonalds (como por otra parte sucede con la mayoría de iniciativas promocionales de este tipo) es «vender hamburguesas, el libro solo es un medio publicitario».
«Es una estrategia de comunicación de oro para tratar de olvidar los escándalos sucesivos» asociados a esta empresa, aseguran. A la Feria acuden de media 175.000 visitantes, incluidos 30.000 estudiantes. Desde la organización consideran que si McDonalds solo pretendiese vender Happy Meals a mansalva, hay canales publicitarios mucho más masivos que este modesto evento. Además, asegura Sylvie Vassallo, directora de la Feria, «su espacio es una milésima parte de la superficie de la misma».
Es decir, que no hay tanto por lo que rasgarse las vestiduras, máxime cuando McDonalds ya ha colaborado anteriormente con el propio Centro Nacional del Libro en una iniciativa de promoción del libro entre los niños. Pero, «no se equivoquen: McDonalds no es un actor cultural», claman los autores. En principio, la simple asociación de ideas entre libros y «bigmacs» chirría a cualquier persona con un sentido medianamente refinado de la cultura y la gastronomía. Pero no es la primera vez que para vender chorizos, lavadoras o pinzas para el pelo se busca el patrocinio de empresas dispares, inusuales y hasta quiméricas.
Las cosas no se venden solas, hace falta dinero, taparse la nariz de vez en cuando. Entonces, ¿no se estarán pasando de frenada los Ponti, los Desplechin en su defensa de la pureza a ultranza del libro, en un exceso de celo tan propio de esa «intelligenzia» cultural francesa que mea (o pretende mear) colonia? Quién sabe... El eterno debate entre cantidad y calidad, inclusión o pureza, Big Mac o jamón ibérico.