Morante de la Puebla: «La pureza suele ser incomprendida, del loco al genio va nada»
El sevillano descubre su faceta más íntima y cultural. Ya tiene escrito el prólogo para una reedición de «El arte del birlibirloque», con la que dará a conocer la obra taurina de Bergamín
El sevillano descubre su faceta más íntima y cultural. Ya tiene escrito el prólogo para una reedición de «El arte del birlibirloque», con la que dará a conocer la obra taurina de Bergamín
El genio mantiene amarrado a puerto sus duendes y sus demonios. Ha estrenado 2016 «reventando» la México con una faena histórica a un toro de Teófilo Gómez en Distrito Federal. En el aeropuerto le esperaba una legión de partidarios que lo sacaron a hombros por la puerta de «arrivals» como si fuera la del Príncipe de Sevilla. Rafael «El Gallo» guardaba la tradición de volver de América con un loro y un diamante que solía perder o en el mejor de los casos, regalar. Morante llegó con sonrisa ancha, paso corto y sombrero azteca. Bordea las veinte temporadas como matador de toros y algo le susurra en su interior que este año va a ser especial. «Es especial porque voy a empezar el Domingo de Resurrección en Sevilla y porque tengo muchas cosas dentro que todavía no han salido». No volverá a pisar el acelerador. «He toreado cincuenta corridas porque pensaba que iba a ser la última temporada a ese ritmo. Cuando se torea mucho uno no se concentra tanto en uno mismo. Tampoco quiero decir que veinte sea un número ideal, pero cincuenta es demasiado y eso no lo voy a hacer. Ahora pienso en una temporada más especial». A Belmonte le gustaba dejar al público con el apetito inquieto: «Quien quiera más que venga mañana». Morante se despidió de Sevilla en abril de 2013 con media verónica a un toro de Cuvillo que no fue tanto cuestión de parar el tiempo como de retrasarlo. El público le espera. «He sufrido en estos dos años fuera porque no sólo de pan vive el hombre. Sevilla es algo muy espiritual, que te da una plenitud en el alma distinta a cualquier otra plaza».
De la avenida de Insurgentes que hoy se rinde a José Tomás, Morante se fue directo a la Puebla del Río, su ecosistema natural y su toma de tierra, cerca de Doñana y donde quizás criara toros el rey Gerión. «Me gusta seguir viviendo en mi pueblo y tener los mismos amigos que tenía cuando era un niño. Las raíces son muy importantes porque alimentan mi espíritu y también despiertan mi duende». Con resaca de «jet lag» se acercó al día siguiente a la capilla del Baratillo para ver el San José que donó el torero sevillano Pepe-Hillo a la Corporación en el siglo XVIII. El Baratillo es La Maestranza. Allí solían rezar los toreros en su camino a la plaza de toros. Morante baraja rescatar la tradición. Se interesa por la plata repujada, por la orfebrería, por la imagen titular de la Piedad y por el orillo negro que rodea a un Dios indiano que le trae recuerdos de México. Pregunta y sobre todo calla. La expresión cambia cuando descubre que una puerta desemboca en una calle aneja a la plaza de toros. Ahí es cuando Morante, con gafas de policía de Los Ángeles, tabardo gris, zapatillas que dibujan plumas de pájaros, se convierte en el niño que jugaba en calzonas y torso desnudo a ser torero, soñando faenas con un trapo rojo y una caña de los arrozales de la Puebla.
–¿El toreo es una sucesión de milagros?
–El que un hombre pueda dominar a un animal con un trapo ya me parece un milagro. A veces estás en una plaza de toros y ves que te aburre y piensas ¿y cómo es esto que hoy te aburre y mañana te apasiona? Pues a través del valor y de la emoción artística. Arte, que no filigrana. Arte no es filigrana ni gracia, va mucho más allá. Es la profundidad, la inteligencia.
–¿Y el duende? En alguna ocasión has hecho referencia a «Juego y teoría del duende» de Lorca.
–Me apasiona. El otro día, antes de torear en México, me la llevó al hotel un amigo al que se la recomendé.
–Lorca cita en esa conferencia a Manuel Torre: «Tú tienes voz, tú sabes los estilos, pero no triunfarás nunca, porque tú no tienes duende».
–Es muy curioso cómo habla Lorca del duende como algo interior y de lo demás como algo exterior, como puede ser la gracia o el ángel. Por eso creo que las raíces son muy importantes. Son las que te sacan el jugo de lo que uno tiene debajo de los pies.
–Eso mismo dice Lorca en esa conferencia: El duende no está en la garganta, sube por dentro de la planta de los pies.
–Así es. El duende no es algo agradable, sino algo «entripado» por dentro que uno quiere expresar, que está en el fondo de las cosas.
–¿Y la técnica? Paco de Lucía tenía duende pero explicaba que la técnica era esencial porque le permitía que lo que sentía en el corazón fuera directamente a las cuerdas de la guitarra.
–Es fundamental. Pero hay que utilizarla con medida. Si te fijas solo en la técnica pierdes el don, ese halo que va con uno desde que nace.
Morante sigue hablando del «duende judío de Joselito ‘El Gallo’, del duende gitano de ‘Cagancho’ y del duende barroco de Belmonte». Lorca le inspira y a Bergamín le tiene devoción. Le gusta porque rompe los clichés. «Era republicano hasta la muerte y católico. ¿Por qué no? Era de izquierdas y apasionado a los toros, ¿qué pasa? Me gusta Bergamín porque escribe de una manera misteriosa, espiritual y también porque rompe todos esos encasillamientos»
Ya tiene pergeñado el prólogo de una edición especial de «El arte del birlibirloque» que, tras llegar a un acuerdo con la editorial Renacimiento, va a distribuir en el «Morante Tour» 2016 para fomentar la visión taurina de Bergamín. Junto a Gerardo Diego, el escritor más taurino de la Generación del 27, que se encontró a Rafael de Paula en su búsqueda de toreros –como Morante– con «percha literaria».
–¿El morantismo es una religión?
–Eso dicen mis amigos y mis aficionados. Es una filosofía, una forma de vivir, una actitud ante la vida.
–¿Y el primer mandamiento de esa religión es «serás puro sobre todas las cosas»?
–Sí, así es. Vivimos en una sociedad en la que para conseguir la pureza hay que camuflarla o esconderla. A mí eso no me interesa. Yo lo que persigo es la pureza. Ahora más que nunca.
–¿Y lleva a la incomprensión?
–En mi caso no tengo derecho a quejarme. Tengo unos seguidores muy fieles a los que sé que no desilusiono, pero sí que es verdad que la pureza suele ser incomprendida. Del loco al genio va nada. Cualquier cosita, cuando no te sale, eres un loco. Si te sale, eres un genio.
A Morante le gusta repetir la frase de Belmonte de que el toreo es un «ejercicio espiritual», aunque se siente –quizá por la influencia de Bergamín– más cercano a la «pureza» de Joselito «El Gallo».
–Es un torero muy espiritual y probablemente el público lo desconozca.
– La espiritualidad en el toreo es fundamental. Yo he sido muy espiritual desde niño. Muy introvertido, muy pensativo. Cuando uno torea de salón es como hacer yoga. Creo mucho y para mí es un espejo la obra de Cristo. Después cada uno tiene su forma de entender la iglesia y el catolicismo.
–Alguna vez ha dicho que cree «de la cruz para acá, pero de la cruz para allá...»
–Sí pero sinceramente si de la cruz para allá no hubiese nada también me siento recompensado por lo que he vivido de la cruz para acá. Si después no hay nada, pues mira, también gracias.
– «El día que nací me di cuenta de que me había metido en un buen lío». La frase es suya.
–Es así. Estás vivo, estás en un aprieto. Y te acechan muchos peligros. A mí me gustaría ser como el toro, que no es consciente de que se va a morir. Lo que me aterra es saber que al final te vas a tener que ir de este lío. La verdad es que es una putadilla (risas), pero hay que vivir la vida con valentía y con torería.
–¿Da más miedo el toro o saber que llegará un día en el que dejarás de torear?
–Me da miedo el toro, pero el arte no tiene miedo. Y lo que me da más miedo es que se me acabe el arte.
Habla de boxeo, otra de sus pasiones. Compara la soledad del torero con la del que está encima del ring. «Hace falta mucho sacrificio, mucha dedicación, y si además eres ya como Mohamed Alí, con arte, pues entonces apaga y vámonos». Se ríe, pero se le corta la risa como si se produjera un apagón eléctrico cuando la conversación se adentra en terreno antitaurino.
–¿Invitaría a otros toreros a que denuncien a quienes los llaman asesinos?
–Ha llegado el momento en que no, que no podemos seguir así. Aquí hay que plantarse. Hay que decir yo no soy ningún asesino. Por eso hay que denunciarlo.
–El momento es difícil. Podemos puede llegar al Gobierno y practica un activismo en contra de los toros.
–Las cornadas políticas duelen mucho porque el toreo está en manos de los políticos. Sientes impotencia. Atacar al toro es atacar a España.
Morante se fija de nuevo en el San José de Pepe Hillo antes de salir a la calle Adriano, embocadura hacia la Maestranza. Quedan dos meses para hacer el paseíllo en Sevilla. Se va despacio, sonriente, con paso juncal y el misterio a cuestas. Los duendes y los demonios, amarrados a puerto.