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Kavakos dirige a Jurowski

Peter Meisel
La Razón

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Última actualización:

Obras de Mozart, Brahms y Schubert. Violín: Leonidas Kavakos. Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín. Director: Vladimir Jurowski. Ibermúsica. Auditorio Nacional, Madrid, 1-XII-2021.
Curioso que en la larga historia de Ibermúsica no haya figurado antes la Orquesta Sinfónica de la Radio de Berlín, pero también un punto justificable, ya que su calidad no es equiparable a las que frecuentan su ciclo, sino más bien a las buenas agrupaciones españolas, como la ONE, la Sinfónica de Madrid, la del Palau de les Arts, etc. Destacan sus maderas, pasaron algunos apuros las cuerdas con la «Grande» de Schubert, lo cual no es extraño, y admiran menos los metales. El conjunto ha tenido al frente de su podio desde nuestro querido Rafael Frühbeck de Burgos a su actual titular Vladimir Jurowski, que lo es también de la Ópera de Múnich, pasando por Eugen Jochum o el siempre añorado Sergiu Celibidache.
Abrió la cita una lectura impetuosa y cortante de la obertura del «Don Giovanni» mozartiano. Continuó con el «Concierto para violín y orquesta» de Brahms, una página que hemos escuchado a todos los grandes violinistas del pasado. Entre ellos, en recuerdos sobresalientes a Menuhin, Oistrakh, Stern, Szeryng... Lo mejor que se puede decir de Leonidas Kavakos es que no desmereció a los citados. Excelente técnica, perfecta afinación, hermoso y amplio sonido de su Stradivarius «Willemotte», atento en las dinámicas y tan seguro en los fortes como en los pianos. Si cabe algo que objetar, sería un punto de blandura. Se trata de un excelente violinista, como volvió a dejar claro en la propina bachiana. Eso lo tuvo tan claro el director Jurowski como para dejar que fuese él quien llevase la batuta en términos prácticos.
El maestro se desquitó en la falsamente numerada como «Novena», de Schubert, conocida como la «Grande», para plantear una versión personal con disposición de cuarteto y menos atriles de los que solemos ver en esta obra, lo que la aproximó más al clasicismo que al romanticismo que rezuma. Estamos ante una sinfonía compleja, de duración que se aproxima a la hora si se respetan todas las repeticiones, tal y como hizo Jurowski, difícil para la cuerda y difícil a la hora de que el público mantenga la atención. Superó bien, con ímpetu el primer movimiento, pero no logró mantener la tensión en el segundo, que se hizo eterno a pesar de la buena prestación del oboe, para volver a la viveza en el tercero y concluir a lo grande en el cuarto. En el recuerdo quedan las lecturas, bastante contrapuestas pero excelsas, de Furtwängler y Karajan.
Un gran éxito ante un Auditorio Nacional prácticamente lleno, al que incomprensiblemente hubo que acceder con largas colas bajo la lluvia, muy superiores a las veces en que había que pasar seguridad por la presencia de los Reyes. Eso y la duración de los descansos, eternos en esta ocasión, es algo que hay que mejorar.