Cinco grandes para una celebración
Crítica de clásica / Festival de Peralada. Obras de Rossini, Verdi, Massenet, Puccini y Giordano. Voces: Carlos Álvarez, Ambrogio Maestri, Marcelo Álvarez, Eva-María Wesbroek, Sondra Radvanovsky. Orquesta Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña. Dirección musical: Daniele Rustioni. Castillo de Peralada, 15-VII-2016.
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Han pasado ya treinta años desde que empezase un festival cuyo futuro nadie podía predecir. En estas tres décadas ha ofrecido espectáculos de referencia, baste recordar la «Carmen» de Bieito, casi su debut en la lírica, que después ha recorrido medio mundo con pequeñas adaptaciones, aquella «Viva la mamma», de Donizetti, en la que Montserrat Caballé y el público no se lo pudieron pasar mejor o, en otro orden de cosas, las actuaciones de Liza Minelli, Dionne Warwick y tantos otros de casi todos los géneros musicales. Como bien lo calificó Mario Gas, Perelada ha sido «el sueño musical de una noche de estío». Escribo «ha sido», pero me congratulo de conocer las intenciones de los hijos de Carmen Mateu, alma mater del festival, de proseguir con él cuando su madre decida jubilarse. Los treinta años bien merecían una gala y cinco grandes cantantes no sólo se han prestado a ello sino que han dado lo mejor de sí mismos. Cierto es, por otro lado, que cobrar casi un caché íntegro por cantar tres piezas no es para menos. La cosa fue claramente de menos a más hasta terminar en delirio colectivo de confetis. Abrió propiamente el espectáculo Carlos Álvarez con el aria «Sois inmobile» de «Guillermo Tell», que no tenía más sentido que enlazar con la obertura inicial de la misma obra. A continuación él y Ambrogio Maestri se lanzaron con la escena de «Falstaff» entre éste y Ford, en una interpretación de muchos quilates y en la que ninguno de ambos barítonos quería quedar por debajo del otro. Toda la carne ya en el asador y esta fue ya la tónica para el resto de la velada, por una vez sin apenas acompañamiento de las habituales cigüeñas instaladas en el castillo. Cada artista cantó aria y dúo en el programa oficial, para añadir otras cinco arias como bises y cerrar con el inevitable brindis de «Traviata», siendo acompañados por la Sinfónica de Barcelona y Nacional de Cataluña bajo la buena dirección de un contenido Daniele Rustioni al que sólo faltó dar una voltereta en el podio. Entre lo mejor de la noche la romanza de «La del Soto del parral» con un Carlos Álvarez en plena forma, el aria de «El Cid» de Massenet o la de «La tabernera del puerto» con un pasional Marcelo Álvarez echando el resto, el «Nemico dalla patria» de «Andrea Chenier» de un Maestri que demostró dominar por completo el papel de «Falstaff» en «L’onore», el «Pace mío Dio» de «Forza del destino» con una Eva-María Wesbroek más latina de lo habitual y, muy especialmente las tres intervenciones de Sondra Radvanovsky, una de las artistas más notables de nuestros días, un poder vocal de la naturaleza que es capaz de filar y matizar y que bordó el aria final de «Trovador» junto a Carlos Álvarez, un temperamental «Vissi d’arte» y la habitual propina final de Birgit Nilsson de «My Fair Lady»: «I Could Have Danced All Night». Nosotros, los afortunados espectadores, también. Ahora a esperar un «Turandot» de excelentes perspectivas.