David Minimalia: «La industria musical está muy encorsetada»
Guitarrista y compositor. A pesar de que en España no ha obtenido un reconocimiento masivo, en Hollywood ya han premiado sus canciones.
Treinta segundos de conversación bastan para saber que David Minimalia es un joven honesto. Traficante de emociones, sus conciertos pueden considerarse terapias sensoriales. Sonríe casi en cada respuesta. No esquiva ninguna pregunta. Y es que lo suyo es estar entre cuerdas.
–«Olas del Sur» ha ganado el premio a la Mejor Canción de World Music del año, en los Hollywood Music in Media Awards. Pero usted es del norte.
–Soy un gallego universal. Siempre he tenido una concepción de ser ciudadano del mundo, lo que se refleja en mi música. Escucho de todo y no me identifico con un solo género. Me defino como un músico de estilo, de tener una manera particular. Estoy muy satisfecho de haber recibido este galardón, que me otorga reconocimiento y una proyección internacional.
–Por «Cuentos Sonoros» fue bautizado como el Mike Oldfield español.
–Es un piropo y una forma de que la gente hable de ti. Pero, más allá de eso, creo que son mayores las diferencias que las semejanzas.
–Hábleme de «Arenas de luna», su último disco.
–Espero que suene a mí. Es más orgánico con respecto al anterior. Donde antes había un teclado ahora hay un acordeón.
–En Hollywood recibió tres nominaciones. Más que de olas, ¿podríamos hablar de un tsunami?
–Se podría. Tres nominaciones son muchas para un disco. Tuve esa necesaria acogida por parte del público norteamericano, lo que echo en falta en España. Cuando tienes tanta captación fuera, te harta bastante que una y otra vez las mismas puertas estén cerradas dentro. En España es más fácil hacer algo etiquetable, de lo de siempre.
–El flamenco está muy presente en sus temas, pero picotea de todos los estilos.
–Sí, para nada soy un guitarrista flamenco. Nunca me han gustado los solistas de los que escuchas dos temas y parece que has escuchado el disco entero. Me gustan los discos con mucho color.
–¿Siempre va acompañado de una guitarra?
–Domino varios instrumentos de percusión, pero me defino como guitarrista. Es mi instrumento natural y con el que más cómodo me siento. Siempre voy con una guitarra española a cuestas, que es la más versátil para llevarse a todos los sitios. Me acuesto pensando en música y me levanto pensando en música. Ni sé, ni quiero hacer otra cosa.
–Cuando tenía ocho años y sus amigos jugaban al fútbol en el recreo, usted ya no se separaba del «walkman».
–La música lo es todo para mí, el cien por cien de mi vida. Años atrás era una válvula de escape y la manera de ser honesto conmigo mismo. Yo nada más soy yo cuando estoy con mi guitarra, no cuando estoy solo, como diría Miguel Hernández.
–Y si no hubiera sido músico...
–Trabajaba en un banco y como jefe de administración en un concesionario de coches. Imagino que hubiera seguido por ahí.
–Empezó tocando a cambio de cervezas.
–Es un manual que todos tenemos que seguir. Nos prometían cervezas gratis y ahí íbamos.
–¿Cómo valora la educación musical en España?
–Es bastante deficiente. No se valora demasiado el trabajo del músico. Muchos locales programan conciertos a tres euros, y la gente no entra porque hay que pagar.
–¿Somos un poco catetos?
–Sí, y la verdad que es una pena. Resulta bastante contradictorio en un país relativamente pequeño y con una riqueza cultural y musical enorme. Es una lástima lo poco que sabemos apreciar lo nuestro.
–¿Cuántos instrumentos toca?
La armónica, el bajo, el teclado, el piano, el cajón... En total, 12. Aunque no sé si alguno bien.
–¿Y la gaita?
–No, nunca me ha llamado la atención. Es el típico instrumento que a partir del tercer tema me satura.
–Sus acordes han conquistado el mercado norteamericano. ¿Es Estados Unidos tierra de oportunidades?
–Estoy bastante de acuerdo. Son receptivos a proyectos nuevos. Los acogen mejor y los valoran mucho.
–¿Está la industria musical española muy encorsetada?
–Totalmente. Todos los festivales tienen su apellido. De indie, de jazz, de rock... Mi primer festival, en Reino Unido. Y mi primer premio me lo han dado en Hollywood. Algo chirría.
–¿Qué busca con su música?
–Es un acto de honestidad, de satisfacción personal. Cuando se hace música se desea mostrar a los demás y ser aceptado. Quiero seguir haciendo música hasta que me muera.
–¿Es emocional?
–Sí. Cuando la definen como música instrumental me suena un tanto cutre. Después de un concierto, alguien me llamó traficante de emociones y me gustó. Otro me dijo que había asistido a una terapia sensorial. ¿Has visto qué cosas tan bonitas? Más allá de géneros, es música emocional. Describo emociones de melancolía, alegría y tristeza. He tenido conciertos de más de 2.000 personas y he llegado a gente que jamás hubiera pensado. El público no es tonto, y creo que se nota esa honestidad.
–Pero con esa música no es fácil llegar.
–Cierto. Con un proyecto sin voz es difícil. Estoy teniendo suerte, pero en España raro es el caso de que alguien que hace música instrumental llene sus conciertos. Hay que ser diferente y atreverse a hacerlo. Empecé en plena crisis. Supieron valorar mucho la honestidad. La gente está muy cansada de escuchar y ver siempre lo mismo. Esos pensamientos que tenemos a veces, o esas sensaciones que no podemos definir con palabras me sirven para hacer temas. Doy rienda suelta a esas emociones.
–Para componer, ¿el día o la noche?
–Ambas. La noche te da más facilidad para crear, aunque hay una parte que es cien por cien trabajo y se puede desarrollar de día.
–¿Descansará en Navidad?
–Sí, que falta me hace. Estaré en casa (Ourense), con los míos. Voy a pillar unas vacaciones como en el colegio. Desde el 24 de diciembre hasta el 8 de enero.
–Nadie es profeta en su tierra
–Pues las cuatro veces que he tocado en mi ciudad han sido cuatro llenazos enormes. Siento el cariño de la gente. Y se agradece.