El «selfie» del verano: Merkel con Lohengrin
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Es de las pocas veces que en los últimos tiempos, y duros, a qué engañarse, señora Merkel, se ha podido ver a la dirigente alemana esbozando una sonrisa. En contadísimas ocasiones ha faltado a la inauguración del Festival de Bayreuth, a donde acude junto a su marido Joachim Sauer y donde se mira con lupa el atuendo que luce, por lo general un dos piezas de tono iridiscente. Este año, a unos más que elevados 30 grados de temperatura, que para el lugar del que hablamos no está nada mal, tocó en verde con bolso de mano a juego con botonadura por delante y escasa de adornos salvo su sempiterno y casi imperceptible collar de perlas, único ornamento que se permite junto con un reloj de correa de piel, clásica que es ella. La Prensa alemana destaca precisamente el color, un guiño a la esperanza de la política, subrayan, en tiempos más que convulsos. Después del estreno de «Lohengrin», la ópera que inauguraba el encuentro, la canciller no tuvo reparos en acudir al reclamo del tenor Piotr Beczala, uno de los grandes y bienhumorados cantantes del «star system», y posar con una sonrisa a la altura de la del protagonista de la obra, que luce su perfecta dentadura después del éxito de la noche del estreno. Tras la espantada de Roberto Alagna unas semanas antes de que se inaugurase, el polaco acudió a la llamada «in extremis» y salvó los muebles con bastante clase. La cita wagneriana se ha convertido para Merkel en uno de los pocos balones de oxígeno que le permite su duro trabajo. Pocas veces se deja ver en actos sociales, pero el festival de la Verde Colina, y aunque le pille en descanso vacacional, no es cualquier cosa y hasta se reservó unos momentos para poder departir con Beczala, que no paró de recibir felicitaciones y al que en la fotografía acompaña un compatriota, Tomas Konieczny. Por la izquierda, casi a punto de no salir, se cuela el director de escena Yuval Sharon, que fue otro de los aplaudidos, aunque el cantante le ganara por puntos. Imaginamos que el ramo de flores, de rosas anaranjadas, debía ser para la señora Merkel, pero no lo sostiene ella. No importa que en la foto no sea el cisne, uno de los elementos que caracteriza el título wagneriano. Ni falta que hace. Menos mal que ella no tuvo que pasar el mal rato que vivió Katharina Wagner el viernes cuando recibió uno de los mayores abucheos que se recuerdan en la historia de Bayreuth por su puesta en escena de «Tristán e Isolda».