«El silencio es el sonido que más miedo da»
Ha estrenado en España, en la 56 edición de la Semana de Música Religiosa de Cuenca, su ópera de cámara «Il giardino della vita»
José María Sánchez-Verdú ha estrenado en España, en la 56 edición de la Semana de Música Religiosa de Cuenca, su ópera de cámara «Il giardino della vita»
José María Sánchez-Verdú encarna el sonido del silencio. Algecireño afincado en Alemania, acaba de estrenar, en el marco de la 56 edición de la Semana de Música Religiosa de Cuenca, su novena ópera: «Il giardino della vita». En torno a la figura de Antonio Gaudí se desarrolla un libreto muy poético que aborda temas como la creatividad o la naturaleza. Es un prestigioso compositor que no grita para que le oigan y que demuestra que la música no tiene principio ni final. «No hay que entenderla, sino sentirla», asegura.
–¿Qué tiene la música clásica de religiosa?
–Lo mismo que el pop o el rock. Depende de los autores. Todas las formas artísticas participan de esa espiritualidad. Y entre la de la clásica y la de la pintura o el cine, por ejemplo, tampoco hay mucha diferencia. La música clásica no es más espiritual que otras. Incluso podría llegar a ser más atea.
–¿No cree en Dios?
–La música no cree en nadie. Si hay un espacio artístico donde no hay nada que trascienda es el del sonido en sí.
–¿En qué nos hace creer la música?
–Te llega a la epidermis y te atraviesa, aunque no sepas qué significa. La trascendencia está en cómo la sientes, no en cómo la entiendes.
–¿No es necesario entenderla?
–No. Ni la clásica ni ninguna. La música está hecha para ser sentida, no para ser comprendida. No hay que entenderla, sino sentirla. Quien se crea que entiende en realidad sólo la reconoce por haberla oído antes. La falta de posibilidades de comprenderla hace que sea el arte más primario.
–¿Está bien tratada?
–La cuestión no es cómo esté tratada, sino cómo esté asimilada. Hay sociedades en las que la clásica forma parte de su propia idiosincrasia. En otras, en cambio, es algo secundario. Pero es cierto que en España ha quedado relegada a un segundo plano. Sólo hace falta poner la televisión para comprobarlo.
–¿Estuvo alguna vez en el primero?
–Durante los siglos XVI y XVII tenía una importancia enorme. Era exportada y conocida como una faceta clave de nuestra cultura. Ahora se confunde la música con calidad de la que no la tiene.
–¿Falta oído?
–No, pero quizá habría que limpiárselos para tener acceso a muchos tipos de música a los que no se les deja espacio. El ruido impide que se escuchen con facilidad otros tipos de música que no gritan.
–¿La clásica es culta?
–Todas las formas artísticas son más o menos cultas según donde se perciban. No es más culta que otras músicas.
–Pero, ¿existe la música inculta?
–En muchos pueblos de África ni tan siquiera hay una palabra para la música, aunque la tengan como parte fundamental en el modo de vivir. Es una expresión del ser humano previa a la capacidad de hablar. Va mucho más allá de cualquier concepto de cultura.
–¿Qué debe tener la música para considerarse clásica?
–Que haya un señor que diga que lo es. Se trata de un simple tema de apellidos.
–Usted, que estudió Derecho, ¿cuáles son sus leyes?
–Prefiero no aplicar las leyes y que la música hable por sí misma y las cree. La música debe ser anárquica.
–¿Dios compuso el mundo?
–Ésa es una de las grandes preguntas de la humanidad, como la de qué fue primero, la palabra o el sonido.
–¿Cómo ve la vida un compositor?
–Siempre me acompañan los sonidos, que se han convertido en mi forma de expresión. Para unos será la palabra y para otros, el cine. Convivo con la posibilidad de hablar haciendo música.
–¿A qué le suena España?
–A cielo azul. Es un maravilloso país en el que me encanta estar. Me fui a Alemania porque no tenía que gritar para hablar con sonidos.
–¿Sus silencios suenan?
–En el silencio es cuando más profundamente se puede gritar. De San Juan de la Cruz o de Santa Teresa de Jesús aprendí que no hay que gritar para llegar lejos. Los silencios suenan mucho más que los mayores escándalos de ruido. Además, es el sonido que más miedo nos da. Hay mucho temor al silencio.
–¿Por qué?
–Porque el vacío nos aterra. Por eso gusta sentirse arropados de ruido y estamos siempre rodeados de altavoces. Estar solos es lo más difícil que hay.
–¿Los silencios están vacíos?
–No. Son aromas, profundidad... La mayor música está en el silencio.
–¿Cuándo una música empieza a sonar al detenerse?
–Resulta complicado saberlo. A veces, han empezado obras mías y el público no se ha dado cuenta. La música no tiene principio ni final.